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Beatriz Pineda Sansone: La sabiduría y el conocimiento interior

El sentido original y etimológico de la palabra “Filosofía”, empleada, por primera vez, por Pitágoras, expresa el hecho de amar a “Sophia”, la sabiduría, la aspiración a esta o el deseo, la disposición de adquirirla.

La palabra ha sido empleada para calificar una preparación para esa adquisición de la sabiduría, y, especialmente, los estudios que podían ayudar al “philosophos”, o a quien experimentaba por ella alguna tendencia a convertirse en “sophos”, es decir en sabio.

Así como el medio no podría ser tomado por un fin, el amor a la sabiduría no podía constituir la sabiduría misma. Y debido a que la sabiduría es en sí idéntica al verdadero conocimiento interior, se puede decir que el conocimiento filosófico no es sino un conocimiento superficial y exterior. No posee en sí mismo, ni por sí mismo, un valor propio. Solo constituye un grado preliminar en la vía del conocimiento superior y verdadero, que es la sabiduría.

Los filósofos antiguos tenían dos clases de enseñanza, una exotérica y otra esotérica. Todo lo que estaba escrito pertenecía solo a la primera. En cuanto a la segunda, es imposible conocer exactamente su naturaleza, ya que, por un lado, estaba reservada a unos pocos, y por el otro, tenía un carácter secreto. Si no hubiera algo superior a la simple filosofía, ambas cualidades no hubieran tenido ninguna razón de ser. Podemos pensar que esta enseñanza esotérica estaba en estrecha y directa relación con la sabiduría y que no apelaba tan solo a la razón o a la lógica, como es el caso de la filosofía, por lo cual ha sido llamada “el conocimiento racional”. Los filósofos de la antigüedad admitían, según René Guenón (2007: 45), que el conocimiento racional, es decir, la filosofía, no constituía el más alto grado, tampoco era la sabiduría. La sabiduría no puede enseñarse del mismo modo que el conocimiento exterior, por la palabra o mediante libros. Ello es realmente imposible. La preparación filosófica no es suficiente, ni siquiera como preparación, pues solo concierne a la facultad limitada de la razón, mientras que la sabiduría concierne a la realidad del ser completo. La unidad del Ser no es comunicable mediante palabras. De forma que existe una preparación para la sabiduría más elevada que la filosofía, y a la que podemos llamar preparación interior. Este carácter de los más altos grados parece haber sido el propósito de la escuela de Pitágoras que ejerció su influencia a través de la escuela de Platón, hasta el neoplatonismo de la escuela de Alejandría, donde aparece de nuevo, así como entre los neopitagóricos de la misma época. Para esta preparación interior se empleaban figuras, símbolos y otros medios cuyo objetivo era conducir al hombre a estados interiores permitiéndole llegar de forma gradual a la sabiduría o al conocimiento real. Tal era el objetivo esencial y final de todos los misterios.

Mediante esta preparación, el hombre es llevado a ciertos estados que le permiten superar el conocimiento racional al que había llegado anteriormente, y como todo esto está muy por encima de la razón, está también muy por encima de la Filosofía, puesto que la palabra filosofía siempre es empleada para designar algo que solo pertenece a la razón.

Es asombroso que los modernos hayan llegado a considerar la filosofía, como si fuera completa en sí misma, olvidando así lo más elevado y superior.

La enseñanza esotérica fue conocida en los países de Oriente antes de propagarse en Grecia, donde recibió el nombre de “Misterios”. Pitágoras, en particular, así como otros filósofos, vincularon a ellos su enseñanza.

Existen numerosas clases de misterios con distintos orígenes. Platón y Pitágoras se inspiraron en el culto a Apolo. Los misterios tuvieron siempre un carácter reservado y secreto. Desde el punto de vista etimológico, la palabra misterio significa “silencio total”, no pudiendo ser expresadas las cosas a las cuales se referían, sino, tan solo, enseñadas por una vía silenciosa.

Con relación a los “Misterios” vinculados al culto de Apolo y al propio Apolo, recordamos que este era el dios del sol y de la luz, siendo ésta, en su sentido espiritual, la fuente de donde brota todo conocimiento y de la que derivan las ciencias y las artes.

Se piensa que la historia de Pitágoras e incluso su propio nombre, poseen cierta relación con los Ritos de Apolo. Este era llamado “Pythios” y se dice que “Pytho” era el nombre original de Delfos. La mujer que recibía la inspiración de los dioses en el templo se llamaba Pythia. El nombre de Pitágoras significa entonces “guía de la Pythia”. Se cuenta, además, que fue Pythia quien declaró que Sócrates era el más sabio de los hombres. Todo parece apuntar que Sócrates estuvo relacionado con el centro espiritual de Delfos al igual que Pitágoras.

Platón consideraba la Geometría como una preparación indispensable para toda otra enseñanza y escribió sobre las puertas de su escuela estas palabras: “Nadie entre aquí si no es geómetra”.

Platón aludía a Apolo cuando hablaba de un Dios geómetra: “Dios hace siempre geometría”.

En la escuela pitagórica, la geometría y todas las ramas de las matemáticas ocupaban el primer lugar en la preparación para el conocimiento superior. Estas ciencias eran empleadas como símbolos de la verdad espiritual.

Saint-Exupéry expresa en el capítulo primero de su obra “Piloto de guerra”: “Sin duda sueño. Estoy en el colegio. Tengo quince años. Resuelvo con paciencia mi problema de geometría. Acodado sobre este negro pupitre utilizo con destreza el compás, la regla, el transportador…”

“Uno ya se abre camino en la vida. Los primeros pasos de su camino. Ensayará por fin sus armas en adversarios verdaderos. La regla, la escuadra, el compás, los usará para construir el mundo y para triunfar sobre los enemigos…”

Saint-Exupéry alude a la geometría que se ocupa de la preparación para alcanzar el conocimiento superior, por ello apunta en el capítulo XXVII: “Soy el más fuerte si me encuentro a mí mismo. Si nuestro Humanismo restaura el Hombre. Si sabemos cimentar nuestra Comunidad, y si para hacerlo, utilizamos el único instrumento que es eficaz: el sacrificio”. Ninguna explicación verbal reemplaza nunca a la contemplación. La unidad del ser no es comunicable mediante palabras”.

 

 

Mi nombre es Beatriz Pineda Sansone. Nací en la ciudad de Maracaibo, Venezuela. De niña era inquieta, llena de arrojo. Admiraba a nuestro Arturo Uslar Pietri, quien conducía el programa televisivo Valores Humanos. Su ejemplo ha sido mi norte. Gracias a mis hijas he realizado grandes aventuras a favor de los niños. Creé el Taller Literario Infantil Manzanita que devino en Fundación en 1985. Más tarde, con motivo del nacimiento de un nuevo diario en Maracaibo, fundé Azulejo, el periódico de los niños del diario La Verdad –primera etapa-. Extendí el Programa La Hora del Cuento a centros de arte, museos, universidades, colegios y McDonald’s Padilla de la ciudad con el fin de cultivar en los niños el amor por la lectura, y todas sus destrezas cognitivas, afectivas y psicomotoras.

Más tarde, en 1996, obtuve el título en Filología Hispánica con el premio Summa Cum Laude en la Universidad del Zulia. Cursé estudios de postgrado (2000-2003). Me convertí en articulista de los diarios venezolanos Economía Hoy, Panorama y El Universal.

Soy autora de: Las Memorias del Maestro Ramiro (1979); Desde otro rayo (1992). Universidad del Zulia; Los ojos de la montaña (2011). Entrelíneas Editores, España; La Hora del Cuento. Enseñar a razonar a los niños a través de la lectura de cuentos (2015). Ediciones de la Torre, España; El Principito y los Ideales. Defensa de la libertad, del amor y del razonamiento (2017). Editorial Verbum, España; La Aventura nunca imaginada de un lápiz (2018). Fundación editorial el Perro y la Rana. Venezuela; Una niña de mi edad (2019). Editorial Tandaia, España. Malika, la más pequeña de la manada (2021). Europa ediciones. Roma.

En la actualidad desarrollo una intensa labor a favor de la lectura a través de las redes sociales: @beapinpaz.escritora, los chats Aventuras Literarias y Café Lectura. 

 

 

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