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Benjamín Scharifker: “El ciudadano no puede ser vasallo del Estado”

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Aquí no hay sino un montón de ruinas. Se construyó una autocracia, destruyendo las instituciones y echando mano de una falacia, la unión cívico-militar, que ha convertido a la Fuerza Armada Bolivariana en un partido político. Y si faltaba la guinda, pues allí están las políticas equivocadas.

El aparato productivo, destruido. Aunque en el país hay una base material que si se administra y se maneja de otra forma, pudiera servirnos para superar el drama que estamos viviendo. Pero la solución pasa por un cambio de los actores políticos. “No hay otra”, dice Benjamín Scharifker, rector de la Universidad Metropolitana y ex rector de la Universidad Simón Bolívar. Venezuela necesita un soporte institucional que le permita encausar el conflicto por vías civilizadas, pacíficas y constitucionales.

¿Cuál es la percepción que usted tiene sobre lo que está pasando en Venezuela?
La característica fundamental de lo que estamos viviendo es que se perdió la capacidad de gobernar. Y aunque eso se puede atribuir a la persona que está al frente del Ejecutivo, el hecho va más allá: Son las capacidades para gobernar dentro del sistema político en el que estamos viviendo. En Venezuela, durante los últimos 17 años, se ha venido construyendo un sistema de gobierno basado en una sola persona. Y para poder consolidar esa autocracia, esa persona fue satisfaciendo los intereses de diferentes grupos. Entonces, hay grupos de empresarios que reciben los favores del Estado, en contraposición de otros que, por no comprometer principios o por alguna otra razón, no reciben esos mismos favores. Y algo similar podría decirse de otros sectores de la sociedad. Por ejemplo, los militares, que en alguna medida han sido actores del montaje de ese sistema autocrático y por esa misma razón han sido tratados de una manera diferente. Los profesores universitarios, que en un momento vieron una esperanza en este proceso y ahora están desencantados, por esa misma razón, no son depositarios de los favores del Estado. Y así sucesivamente. Cuando había un autócrata que podía consolidar ese sistema, las cosas, de alguna manera, funcionaron.

Si se ha perdido la capacidad de gobernar, pero eso no se lo podemos atribuir, necesariamente, a la persona que está en Miraflores. ¿Dónde tenemos que indagar, en el modelo que se ha aplicado? ¿En un modelo que sencillamente no funcionó?
Funcionó en la medida en que el autócrata podía pasar por encima de las instituciones. Y ahora los venezolanos necesitamos instituciones que cumplan su papel en la sociedad, porque no tenemos una capacidad sobrenatural o extraterrestre para manejar todos los hilos del poder. Es imposible manejar una autocracia en este momento.

¿No sería más ventajoso buscar a un autócrata que pueda reemplazar al que se fue?
Ese autócrata va a tener que construir su propia autocracia, porque a quien le precedió le llevó al menos una década construir la suya; un lapso similar, con  suerte, le tocará a quien venga. El que la construyó, lo hizo destruyendo las instituciones. No fue cosa que se hizo de inmediato, se hizo durante un proceso que incluso lo precedió. Precisamente, el autócrata surgió porque se habían debilitado las instituciones.

¿No le parece curioso que hablemos de esto sin mencionar el nombre del autócrata?
Yo creo que eso es clave en este asunto. Existen muchos temores, muchos miedos, muchas aprehensiones. Es un poco la vida que tenemos en Venezuela. Por ejemplo, los medios de comunicación se cuidan mucho de lo que publican. Pero nos llegan informaciones sobre saqueos, protestas violentas y otros síntomas del malestar social por las redes sociales. Hay un ambiente donde todos nos cuidamos de alguna manera. Y unos tienen más razones para cuidarse que otros.

¿Quién va a ser el primero en decir el nombre de Chávez? ¿Usted o yo?
Ya usted lo dijo.

A propósito del conflicto de poderes entre el Ejecutivo y la Asamblea Nacional, ¿no le parece que el trasfondo está dado por la Constitución de la República Bolivariana de Venezuela, cuya redacción se hizo como un traje a la medida del autócrata? ¿No es eso lo que impide, precisamente, una salida institucional?
En algunos aspectos sí. Uno es el cambio de nombre de la República, por ejemplo. Otro tiene que ver con el funcionamiento del Poder Ejecutivo. Venezuela debe ser uno de los pocos países donde el vicepresidente no es electo en las mismas condiciones en que lo es el presidente. No es una fórmula preconcebida, sino que el presidente, digamos, tiene la arbitrariedad de sustituirlo en cualquier momento. Y eso forma parte de los escenarios que tenemos que considerar en lo inmediato, donde los factores de poder que mencionamos al inicio pudieran sacar mucho provecho de que se nombre a un vicepresidente, pero quien tenga el poder sea quien lo designó. Pero esa Constitución tiene muchas virtudes y eso tenemos que reconocerlo.

No creo que sea el momento para hablar de virtudes. Aquí se reforzaron las potestades del Presidente que ya eran casi monárquicas en la Constitución del 61.
Sí, pero por otro lado, yo creo que nosotros necesitamos un fundamento institucional para superar la crisis. Más que buscar a un caudillo, que sustituya a otros caudillos que no nos gustan, que resuelvan los problemas como algo externo, tenemos que procurarnos nuestras propias soluciones. Y la única forma que han encontrado las naciones para superar sus crisis es montar un andamiaje institucional robusto. Ahí está el caso de Brasil. En ese país han surgido los síntomas de una crisis, donde se le atribuye responsabilidad a la presidenta, a quien le han abierto un juicio político, siguiendo normas constitucionales. Sin buscar árbitros externos. No hemos visto a los militares que sean árbitros de ese proceso. O siquiera que pongan orden. No. Simplemente que funcionen las instituciones. Eso es lo que tenemos que buscar en Venezuela.

Aquí las instituciones no existen, ¿cómo lo vamos a hacer?
Las fuimos construyendo desde 1937, con el programa de López Contreras. Con baches y altibajos las fuimos construyendo. Y tanto las tuvimos que a Carlos Andrés Pérez (en 1993) lo tumbó el fiscal que él mismo había nombrado.

Benjamín Scharifker retratado por Roberto Mata

Yo creo que no hay nada que discutir alrededor de ese punto, entre otras cosas, porque los hechos lo corroboran. Mi planteamiento va en otra dirección, yo no creo que tengamos las instituciones que permitan buscar una salida pacífica y constitucional al conflicto que está viviendo en el país.
No, yo creo que efectivamente los hechos demuestran que no. Tenemos un déficit institucional tal, que todos estamos temerosos de que se produzca una salida violenta. Dependerá de las decisiones que tomen las personas que están al frente de las pocas instituciones que tenemos. La Asamblea Nacional ha hecho un esfuerzo hercúleo por tratar de resolver el drama que estamos viviendo los venezolanos. Tenemos a un sector de la población que le reclama ineficacia a la Asamblea Nacional. Hace 100 días la AN asumió funciones y ya la gente quisiera que no hubiera colas en los supermercados, que no hubiera inflación, que no hubiera delincuencia… en fin y, evidentemente, la AN no es gobierno. De alguna manera, el poder legislativo ha asumido ese liderazgo de poner orden en Venezuela. De que haya contraloría y supervisión de la gestión pública. De que haya leyes que destranquen el juego. Pero tenemos un TSJ, completamente controlado por el Ejecutivo, que si aquí llegase a venir (Albert) Einstein a enunciar la ley de la teoría de la relatividad, el TSJ va a decir que eso es inconstitucional.

Venga quien venga, caiga quien caiga, el drama va a continuar. Aquí no hay base material para satisfacer las demandas de la población.
¿Cuál es la razón fundamental de la escasez? El hecho de que no tenemos producción nacional. Hay que sentar las bases para que se pueda restablecer la producción nacional. Eso no tiene que ser un lapso muy largo. Aquí existen una cantidad de empresas que simplemente fueron expropiadas, cuyos activos, previsiblemente, deberían estar allí. Tanto fincas como industrias. Entonces, si cambiara la forma en cómo se administran esas empresas, lo más probable es que se pudiera reactivar la producción en un plazo relativamente breve. Por ejemplo, el sector automotor. En Venezuela se produce una fracción muy pequeña de los carros que se producían hace cinco años, pero las plantas todavía están ahí. Pero no están operando, entre otras cosas, porque no tienen manera de importar los insumos necesarios, porque los proveedores nacionales han dejado de operar, porque Sidor no produce el acero. Con crear las condiciones para que se reactive el aparato industrial estaremos en condiciones de superar la escasez.

¿Usted como que quiere hablar de los motores del gobierno?
No, porque no funcionan. Esos motores no existen. Son pura propaganda. No hay forma de hablar de ellos, porque nadie los ha visto funcionar.

Usted dijo que nos toca a los venezolanos buscar la solución.
No queda otra. Efectivamente.

Vivimos una etapa de transición en todo el mundo, por muchas razones y donde la tecnología juega un papel fundamental. Es una gran paradoja. Tenemos que buscar salidas a la crisis, pero al mismo tiempo tenemos que desarrollar capacidades y talentos como seres humanos.
Yo creo que la paradoja es que todas las sociedades del mundo han venido progresando en la dirección de que los actores fundamentales del desarrollo humano son las personas. Así como en la era feudal el bienestar económico se conseguía labrando la tierra y eso requería grandes extensiones dominadas por señores feudales, así como en la era industrial lo primordial era la producción y el consumo de productos, ahora es el talento de las personas lo que está produciendo el valor económico y el valor social. Eso, efectivamente, exacerba el valor de las personas. No se trata de una habilidad genérica, sino de lograr equipos de trabajo competentes. Apreciamos a las personas por un talento específico y por lo que, efectivamente, vale. Vamos a ver cómo nos organizamos para ofrecerles a las personas que su trabajo va a ser valorado y apreciado. ¿Ahora cuál es el mejor talento que puede exhibir un venezolano? Hacer la cola en un establecimiento para comprar harina PAN a 20 bolívares y revenderla a 200 bolívares dentro de 10 minutos y en todos lados. La razón por la cual nosotros tenemos postradas las instituciones es que nosotros no hemos valorado el conocimiento en Venezuela. Ese es el único camino para que las personas se incorporen a la sociedad y desarrollen su talento.

Vamos a olvidarnos del autócrata, del caudillo, pongamos de manifiesto el déficit institucional, la destrucción del aparato productivo, ¿no son grandes desafíos? ¿Qué tenemos que hacer cada uno de los venezolanos para activarnos políticamente y buscar una solución a este conflicto?
Es un tema complejo, con muchas aristas, pero fundamentalmente la respuesta pasa porque Venezuela tenga políticas orientadas en la dirección acertada. En este momento tenemos políticas equivocadas. Eso lo ha demostrado el desempeño de Venezuela en los últimos años. Nosotros vamos cayendo cada vez más profundo. Entonces, tenemos que hacer un viraje y ese viraje se logra cambiando a los actores políticos en Venezuela. No queda más remedio. No hay otra conclusión posible. La tarea fundamental, en este momento, es que todos nos convenzamos de que no podemos seguir la ruta por la que transitamos actualmente. Necesitamos un cambio de presidente, efectivamente. Y esto no es un desiderátum para las personas que quieran ejercer el poder. No. Es lo que los venezolanos necesitamos para poder salir, precisamente, de esta crisis. Que se valore a la persona y no que se ponga al servicio, como un vasallo, del Estado. Es al revés, es el Estado el que tiene que servir a las personas. Esa es la deformación que hemos creado a lo largo de estos tres lustros.

Tenemos a los herederos de Hugo Chávez empeñados en seguir en esta ruta, recurriendo a toda clase de argucias y mecanismos para imponer un modelo que fracasó. No veo ningún síntoma de cambio.
Porque ellos tampoco le ven salida a la crisis. No sólo somos los ciudadanos, los que tenemos que hacer colas y enfrentar una difícil cotidianidad, los que no vemos una salida, tampoco la ven los que están en el poder. Por eso creo que tendría que haber un diálogo entre los diferentes sectores en Venezuela. El gobierno debería ser el primer interesado en buscarle una salida a esta situación. Porque si no hay salidas satisfactorias, la muerte política la van a sufrir los que están actualmente en el poder. Si yo fuera del PSUV y tuviera ambiciones políticas yo estaría explorando condiciones que me permitan seguir viviendo de la política. El hecho de que se tranquen, que no quieran hablar con nadie, que no quieran variar en lo absoluto, es un suicidio. Ellos mismos se están suicidando políticamente.

Benjamín Scharifker retratado por Roberto Mata

Pudiera coincidir con usted en ese punto, pero en ese suicidio nos están arrastrando a todos. El suicidio es colectivo. Estamos viviendo en medio de ese proceso y los costos son muy elevados. Estoy hablando de las personas que están pasando hambre, de las personas que se mueren por falta de medicamentos, de los 24.000 homicidios que hubo el año pasado. Hay un suicidio social que corre en paralelo al suicidio del chavismo.
Sí, pero si la destrucción de la producción nacional, si el aumento de la impunidad frente a la violencia, podían ser factores de control social que a lo mejor el autócrata, Hugo Chávez, toleró y propició como elementos para consolidar su proyecto político, en este momento podrían propiciar el suicidio de quienes manejan actualmente el poder, entre otras cosas, porque el 90% de los venezolanos le está otorgando responsabilidad de la crisis al propio gobierno o al presidente en funciones, que es Nicolás Maduro. Entonces, los que rodean a Maduro tendrían que hacerse esta pregunta. ¿Yo tengo que morir políticamente por el hecho de que no pueda ejercer el poder en un momento determinado? Cualquier político que piense en el futuro estaría buscando una salida que le garantice la posibilidad de acceder al poder, dentro de 10 ó 15 años, con una oferta que sea satisfactoria para los venezolanos.

Usted mencionó al sector militar en varias ocasiones. Tenemos un partido político en armas, con 100.000 efectivos, que además es beligerante frente a todos los problemas y frente a todas las instancias. Un partido armado que está metido, de pies a cabeza, en la administración pública, en los grandes temas del país: los alimentos, el petróleo, la institucionalidad. Además de sus funciones específicas, garantizar la soberanía nacional. ¿Qué podemos esperar de la FAN, como partido político armado, en la búsqueda de esa solución?
Aquí hay una gran falacia que acuñó Hugo Chávez desde el día uno en que accedió al poder en 1999. Me refiero a la alianza cívico militar. Eso no tiene cabida dentro de una sociedad democrática. No existe tal cosa dentro de un sistema democrático y, posiblemente, tampoco en un sistema autocrático. Pero particularmente, en un sistema democrático, el principio fundamental, es que la democracia es una institución civil, exclusivamente civil y que el estamento militar está al servicio de la república civil. Eso de la alianza cívico militar es una falacia y es ese partido político que se ha venido conformando, en donde tenemos ahora a 30 millones de personas que lo único que hacen es servir a los intereses que ha creado una cúpula militar que controla todas las manillas del poder. Y no sólo del poder político, sino del poder económico. Entonces, ahora estamos en riesgo de convertirnos en un narco estado, en una pranocracia, donde los pranes de las cárceles manejen una cantidad de negocios y así de seguido. Efectivamente, ese partido que nosotros tenemos y que en su alta jerarquía hay militares de alta graduación activos, no son solamente beligerantes, sino que están armados. Y por lo tanto pueden imponer sus ideas por la fuerza de las armas. Eso es absurdo. Eso no tiene cabida en una democracia. Y esa es parte de las cosas que tienen que cambiar inmediatamente en Venezuela.

¿Usted podría discutir con una persona que anda empistolada?
En absoluto. Ni los que andan empistolados, ni los que andan con pistolas.

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