Bestiario de Sánchez: de la «pájara» Robles al «tocacojones» Page
Es difícil saber quién es en realidad el jefe del Ejecutivo: si una persona empática de sólidas convicciones feministas o un personaje que desprecia a todo el que no lo adula

Pablo Iglesias, Susana Días, Javier Lambán, Emiliano García-Page, Margarita Robles y Guillermo Fernández Vara forman parte del bestiario de wasap de Pedro Sánchez
Cuando el 24 de abril de 2024 Pedro Sánchez publicó en redes sociales su carta a la ciudadanía, donde anunció que se tomaba cinco días de descanso como inquilino de la Moncloa para reflexionar sobre su situación como presidente del Gobierno, utilizó el término acuñado por Umberto Eco de la «máquina del fango» para aglutinar a los medios de comunicación que son críticos con sus políticas y decisiones. Entre ellos, claro está, se encuentra este que tienen entre manos, al que Sánchez se niega a dar entrevistas desde el inicio de su primera legislatura, porque siempre es mejor tener interlocución con medios afines.
Un año y 24 días después de aquella carta, esos medios que él considera «fango» y que cuentan «mentiras» se han mantenido en su sitio denunciando cada uno de los escándalos que rodean al presidente. Sánchez pedía entonces respeto y contención, pero en 2023, antes de publicar esa famosa misiva, no le importó recurrir a ese mismo «fango», eso sí en privado, cuando calificaba a los barones disidentes de sus políticas o incluso a dirigentes supuestamente afines como la ministra de Defensa, Margarita Robles, que nunca se ha metido en ningún charco que le pueda perjudicar. Estas contradicciones de Sánchez han aumentado con el paso del tiempo, al igual que su fría personalidad. Un reflejo de ello son los mensajes personales que el presidente del Gobierno intercambiaba con José Luis Ábalos, su fiel escudero, publicados por El Mundo.
En los próximos días y semanas habrá que observar el comportamiento desde el Palacio de la Moncloa y también el de Sánchez y los miembros de su Ejecutivo y si siguen criticando a los medios de comunicación por hacer su trabajo. Habrá que analizar también los siguientes pasos de Ábalos, quien ha sembrado más incertidumbre al reconocer que él autorizó la publicación de los mensajes. Las comunicaciones de wasap reveladas asoman la posibilidad de que quizá, solo quizá, los leales ministros y barones del presidente empiezan a romper las filas de contención que hasta ahora le han protegido en momentos complejos, como cuando comenzó el cerco a Begoña Gómez, que impulsó esa carta a la ciudadanía con la que Sánchez, en realidad, pretendió que sus votantes salieran a las calles para manifestarle su apoyo sin fisuras.
Aunque esos mensajes se enviaran hace tiempo, como afirmó esta semana Margarita Robles, lo cierto es que no dejan de reflejar el trato que Sánchez da a la gente que le rodea y que son unos calificativos de desprecio que difícilmente se pueden olvidar, por mucho que el presidente los utilizara en un entorno de confianza.
Cuando se entra en política lo primero que hay que interiorizar es que no hay que dejar nada por escrito, que las amistades ya no lo son tanto y que es preferible echarlas de menos que darlas por sentado. Pero Sánchez pareció olvidar esta enseñanza de primero de militante. El presidente siempre encontró un espacio seguro en su fiel escudero gracias a una personalidad expansiva como la que Ábalos le ofreció. Con él no se mostraba frío y, en ese espacio de confianza, creció también su sensación de sentirse intocable. Del mismo modo que dio rienda suelta a sus obsesiones por determinada gente de su entorno. El bestiario que utiliza para con sus ministros y líderes autonómicos en esos mensajes parece un somero reflejo de las formas que debe utilizar en el desempeño de sus funciones, ya sea en el Palacio de la Moncloa, en los viajes que realiza o en sus vacaciones en la Mareta. En cierto modo, además de traslucir el tenso ritmo de trabajo con el que aprieta a su equipo, manifiesta un trato especialmente despótico.
Desde la carta y hasta ahora, al presidente se le han despertado infinidad de fuegos que avivan tensiones difíciles de sofocar y que revelan un talante que, hasta el momento, su entorno se ha encargado de aislar a base de cortafuegos. Pese al control que ejerce sobre los suyos, las reacciones de sumisión no dejan de ser llamativas.
El presidente olvidó algo de primero de político: no dejes nada por escrito, porque tarde o temprano se te volverá en contra
Aunque Sánchez llamó «pájara» a Robles, esta semana la ministra de Defensa restó importancia al asunto y proyectó unidad ante el líder del Ejecutivo y vino a decir que no abandonará el nido. El presidente podrá seguir contando con la lealtad de la ministra que «se acuesta con el uniforme», pero no ocurre lo mismo con Susana Díaz, de quien dijo que estaba «jodida» y la relación entre ellos a día de hoy es inexistente. Estos días, además, la expresidenta de la Junta de Andalucía no ha dudado en mostrar su malestar al ver por escrito esos calificativos del presidente. En la misma línea se han pronunciado Emiliano García-Page y Javier Lambán -a quienes llamó «tocacojones» y «petardo», respectivamente- y que ahora se ven cargados de razón en la batalla que han mantenido durante tantos años con Sánchez. El presidente, por su parte, siempre consideró una deslealtad el comportamiento que ambos tenían desde sus territorios. A Guillermo Fernández Vara, le llamó «lamentable» e «impresentable».
A Pablo Iglesias, primer socio de coalición de Gobierno, le calificó como «el maltratador». Lo que no ha hecho más que ahondar en el choque permanente que ambos mantienen. Ahora está por ver si puede tener consecuencias en la fuerte dependencia que el Gobierno tiene de Podemos en el Congreso, por mucho que ya no estén en el Ejecutivo. Porque la precariedad parlamentaria de Sánchez no puede permitirse perder más apoyos.