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«Biden vs Sanders», el cara a cara de las dos almas del partido demócrata

La paradoja es que, pese a todos los vaivenes, 2020 se parece ahora de forma inequívoca a 2016

Joe Biden, ex vicepresidente con Barack Obama y presencia entrañable y duradera de la política estadounidense, y Bernie Sanders, independiente carismático responsable de articular un movimiento izquierdista dentro del partido demócrata, se juegan la nominación del partido tras un comienzo agitado de las primarias que las ha despoblado de candidatos. Si hace un año alguien hubiera tenido que apostar qué candidatos se jugarían los cuartos en el tramo final de la campaña, muchos habría apuntada a esta dupla.

En este tiempo han pasado muchas cosas que parecieron dudar de que ese combate final se produciría. Kamala Harris, la senadora por California, apareció con fuerza en los primeros debates, con el atractivo de ser una mujer negra. Biden dio una imagen de mediocridad y de falta de energía en los enfrentamientos con sus rivales. Elizabeth Warren ascendió desde un programa de izquierdas que competía con el de Sanders, pero con ambición de llegar también al electorado centrista, y llegó a liderar las encuestas en octubre. Ese mismo mes, el senador por Vermont sufrió un ataque al corazón y se reavivó el debate sobre el riesgo de llevar a la batalla contra Donald Trump a un hombre de 78 años con problemas cardiacos -Sanders- o un candidato cuyo agudeza mental había vivido mejores días -Biden-. Llegaron las primeras primarias -los caucus de Iowa- y ganó un joven de 38 años con la única experiencia de ser alcalde de una pequeña ciudad de Indiana, Pete Buttigieg. Biden se hundía en los primeros compases, obtuvo un quinto puesto en New Hampshire y las dudas sobre su capacidad de levantar la campaña arreciaron.

Hoy, sin embargo, todo eso ha quedado atrás. Las primarias han pasado por el alambique y esas sacudidas y giros en el guión se ven como las vueltas y revueltas del serpentín para destilar la esencia del partido demócrata: un enfrentamiento entre sus dos almas, el ‘establishment’ contra el movimiento populista, moderados contra izquierdistas, Biden contra Sanders.

Después de más de un año de campaña, y pese a los sobresaltos la realidad es que los dos favoritos de entonces lo siguen siendo hoy. No parecía posible hace solo una semana, cuando Biden estaba contra las cuerdas antes de que se votara en Carolina del Sur y, pocos días después, en el Supermartes. Y, con él, el ‘establishment’ demócrata, que veía por delante unas primarias inciertas: Biden deteriorado, Buttigieg con buenos resultados pero sin apoyo de las minorías raciales y Michael Bloomberg con mucho dinero pero sin haber sido puesto a prueba todavía en las urnas (empezaba a competir en el Supermartes).

Pero la facción moderada del partido funcionó como una orquesta ensayada a la perfección para conseguir una recuperación expedita en tres días. James Clyburn -el legislador negro de mayor peso en el Congreso- dio su apoyo a Biden y contribuyó a una victoria arrolladora en Carolina del Sur. Los candidatos moderados se echaron a un lado -primero Buttigieg, después Amy Klobuchar-. Las adhesiones a la campaña de Biden llegaron desde todos lados, como las contribuciones a sus arcas. Bloomberg se estrelló en el Supermartes, y el voto moderado y el de la minoría negra se concentró en Biden. La fragmentación que había permitido el ascenso de Sanders llegaba a su fin.

Nuevo favorito

El resultado es que Biden daba la vuelta a la campaña y salía del Supermartes resucitado y como nuevo favorito. Ayer, la agencia AP confirmaba que el ex vicepresidente conseguirá más delegados que Sanders en esa fecha electoral, la más decisiva de las primarias, a pesar de la victoria del senador por Vermont en California, el estado que más delegados reparte.

La paradoja es que, pese a todos los vaivenes, 2020 se parece ahora de forma inequívoca a 2016. Entonces Sanders sorprendió con un movimiento populista de izquierdas que prendió en el electorado frustrado demócrata y en los jóvenes y que peleó cuerpo a cuerpo la nominación con Hillary Clinton, a la que favoreció el ‘establishment’ del partido, como se demostró después en las filtraciones de Wikileaks que hicieron estallar la convención demócrata de aquel año. Ahora la sorpresa es más la recuperación de Biden, pero los bloques que se enfrentan son los mismos.

Sus representantes son un hombre blanco de 78 años y un hombre blanco de 77 años (también paradójico en un partido demócrata al que se le llena la boca con llamamientos a la diversidad de género y racial y a la renovación de sus filas). Los dos son de la costa Este. Los dos se han pegado décadas en el Congreso de EE.UU. Pero ahí se acaban las similitudes. Sanders abandera un programa social ambicioso, con propuestas que son revolucionarias para el estadounidense medio: sanidad pública universal, universidad gratuita y cancelación masiva de deuda estudiantil, programas de atención infantil y preescolar, reforma radical del sistema penitenciario, legalización de la marihuana, elevación de la presión fiscal a las rentas altas y corporaciones, eliminación del sistema de financiación electoral privado, desarrollo de una «economía verde»…

Evitar la reelección de Trump

Las propuestas de Biden serían muy progresistas para cualquier candidato a la presidencia de EE.UU. pero, a la luz de las de Sanders, se consideran moderadas. En lugar de una reforma radical de la sanidad, apuesta por profundizar la de quien fuera su jefe, «Obamacare». En educación superior, solo ofrece dos años de universidad gratuita. Su política fiscal es menos agresiva. Pero, en general, su campaña está menos centrada en el programa y más en el que es el objetivo central para muchos demócratas: evitar la reelección de Trump. Los matices sobre políticas económicas o fiscales resultan secundarios frente al desalojo del presidente. Biden lo resume como «recuperar el alma de EE.UU».

La capacidad de derribar a Trump siempre ha sido la carta de Biden y la razón por la que le apoya buena parte del partido: presentar a una persona conocida, decente, moderada, que acabe con la pesadilla que Trump supone para buena parte del país. La elegibilidad, sin embargo, es una moneda con dos caras: Sanders cree que la única manera de derrotar a Trump es provocar una movilización de electorados -sobre todo jóvenes y minorías, sobre todo la hispana- que no fueron a las urnas en 2016; desde el bando de Biden, se apuesta por convencer a los independientes y moderados de ambos partidos con un candidato que no les asuste.

El Supermartes ha dado de momento la razón a Biden: en los estados que ganó creció la participación y los jóvenes, uno de los fuertes de Sanders, fueron menos a las urnas que en 2016.

Diferencias que importan

Sanders se afana ahora por mostrar que las diferencias ideológicas que mantiene con Biden importan. «Joe lleva por aquí mucho tiempo, como yo», dijo esta semana sobre su larga experiencia política. «Y la gente tiene que mirar a lo que hemos hecho cada uno», dijo sobre las decisiones pasadas de cada uno en asuntos como la guerra de Irak, el matrimonio gay, el aborto o el rescate de Wall Street en la crisis de 2008. «Fueron votos difíciles. Yo me puse en el lado correcto de la historia, y mi amigo Joe Biden no».

El Supermartes ha dejado a Biden como favorito, llevado en volandas por lo espectacular de su remontada y con adhesiones constantes a su campaña. Pero todavía queda mucho por decidir. La próxima parada será este martes, cuando se ponen en juego seis estados. Algunos de ellos son favorables a Biden -como Misuri y Misisipi, por el peso del electorado negro- y en otros debería ganar Sanders. La pieza clave será Michigan, un estado industrial, con su clase media deteriorada, que fue clave para Trump en 2016. Pero también para Sanders en las primarias; aquí consiguió una victoria que le permitió seguir la pelea contra Clinton hasta el final. En las encuestas manda Biden (38,8% para él a nivel nacional, frente al 29,3% de Sanders en el acumulado de RealClearPolitics) y lo que queda por delante le favorece. Pero si algo han dejado claro estas primarias es cuándo se habrá producido el último bandazo.

 

 

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