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Cambios en Cuba

 

imagesAcabo de pasar 10 días en La Habana, del 12 al 22 de febrero, exactamente las mismas fechas en que estuve en 2015. En mis ya anuales visitas a Cuba, esta es la vez que he encontrado mayores cambios. Lo primero que salta a la vista es que hay un gran número de casas pintadas en casi todos los barrios: el Vedado, Nuevo Vedado, La Sierra, la Víbora, Santos Suárez, Lawton y, naturalmente, Miramar. También, más calles están asfaltadas. La calle Reina es otra, no solo por las reparaciones a esta importante arteria de la ciudad, sino a las viviendas. Los cubanos han apodado éste y otras caminos recorridos por el papa Francisco como las “vías papales”. Especulan ahora cuáles serán las “vías Obama”.

 

Turismo y cuentapropistas

Según cifras del Ministro del Turismo, los viajeros a la Isla aumentaron casi un 18 por ciento en 2015. Los hoteles están llenos, al punto que tienen contacto con personas en casas cercanas con licencia para rentar a extranjeros y alojar en ellas a algún visitante por una o dos noches cuando no tienen espacio. A su vez, más personas han acomodado habitaciones para alquilar. En una casa cerca de donde me hospedo, antes tenían tres para ese propósito. Ahora, ya son cinco. Además, escogen a los huéspedes. No aceptan hombres solos sino parejas y familias. En Viñales se produjo la situación que ni los hoteles ni las casas con licencia eran suficiente para rentar a los excursionistas, y las autoridades pidieron que todo el que pudiera, aceptara alquilar a los viajeros y que no los multarían ni cobrarían impuestos aunque no tuvieran licencia.

 

Mi primo Nicolás Carvallo es dueño de un hostal en la Calle Libertad en la Víbora. Aunque recientemente obtuvo licencia para arrendar a extranjeros, hasta ahora lo ha hecho solo a cubanos, principalmente para “matar jugada”, un eufemismo de tener relaciones sexuales. Acuden por igual parejas de novios, matrimonios que viven con muchos familiares y carecen de privacidad, y los que engañan a sus cónyuges. También hay clientes fijos de otras provincias que visitan La Habana con regularidad. Nicolás cuenta con 15 empleados, en distintos turnos. Paga sus impuestos por el desarrollo del negocio, y otro por tener empleados. Sin embargo, sus impuestos no le aseguran los servicios que debe recibir del Municipio. La basura se acumula en la calle, donde no hay suficientes envases grandes cerrados, además de la indisciplina social de los que tiran escombros. No protesta porque tenga temor sino porque duda que resuelva nada. Los cubanos, a mi juicio, aún no poseen la cultura de exigir sus derechos. Nicolás obtiene una buena ganancia y está contento.

Las paladares pasan de 400 en la capital, y todos parecen hacer buen negocio. Por ejemplo, un cuentapropista comenzó en su garaje “La Chuchería”, para vender, como dice el nombre, comidas ligeras, y le fue tan bien que inauguró otro, en la Avenida 1 y la Calle 28 en Playa (antes Miramar), con jardines y juegos para niños parecidos a los que ofrece McDonald’s, pero de madera.

 

“Los cubanos aún no tenemos la cultura de exigir nuestros derechos

Dueño de hostal, sobre la esporádica recogida de basura”

 

El alquiler de habitaciones y las paladares no son los únicos negocios. Por ejemplo, una persona puede tener tres o cuatro camiones y contratar choferes que los manejan. Los camiones se alquilan para mudadas, transporte de materiales de construcción o productos. También hay dueños de viejos carros transformados en convertibles, pintaditos y con motores nuevos, que circulan por La Habana con turistas que se reconocen de inmediato por el blanco de la piel, las camisas tropicales, los sombreros y las cámaras fotográficas. Una persona puede ser dueño de varios automóviles y pagarles a los choferes.

 

A su vez, hay taxistas por cuenta propia que son dueños de sus carros. En una calle que visité en el Nuevo Vedado había tres en la misma cuadra y todos tenían suficiente trabajo. Uno de ellos, José, iba a invertir $5,000 CUC (unos $5,500) en su viejo Lada: ponerle motor, carrocería y asientos nuevos así como aire acondicionado. Su única hija de 23 años vive fuera, y habla con ella con frecuencia por IMO, una aplicación por la cual se pueden ver. En su celular tiene GPS. Otro en la cuadra, más joven, maneja un viejo Buick, pintadito y muy cómodo. Casado y con un niño de dos años, pudo comprar un apartamento de un cuarto por $15,000 CUCs. (Equivalente a unos $16,500 y a unos $375,000 pesos cubanos, en un país donde los salarios oscilan entre $450 y $850 pesos mensuales).

 

Tuve oportunidad de visitar un local muy bien montado donde varios jóvenes se dedican a vender, arreglar, configurar teléfonos móviles. El aumento de los celulares en la isla es impresionante. Hay otros negocios pequeñitos, desde la señora mayor que vende en su portal piezas tejidas que confecciona, hasta los que ofrecen en el mercado negro cinco queso cremas pequeños por 1 CUC o $25 pesos cubanos. En muchas esquinas hay personas con carritos de galletas y otras chucherías. A la hora de la salida de la escuela, los muchachos los rodean para comprar meriendas.

 

Hace ya tiempo que han regresado los pregones, y los vendedores recorren los barrios con las ofertas más disímiles, desde arreglar colchones, comprar oro o vender bifocales.

 

Los negocios grandes, como las paladares, las casas que alquilan varias habitaciones, o los agentes turísticos, emplean camareras, y personas para lavar la ropa, limpiar, manejar los autobuses o servir de guías. El servicio en los restaurantes ha mejorado y muchos camareros hablan inglés.

 

En 2015 el gobierno no hizo ninguna reforma interna importante, como en años anteriores poder viajar sin tarjeta blanca, la compra y venta de propiedades, y las licencias para cuentapropistas. Sin embargo, ha flexibilizado las restricciones y la sociedad ha cobrado un empuje, a mi juicio, sin paralelos desde 1959, y sin duda desde 1968 que se intervinieron los pequeños negocios.

 

Quizás uno de los indicadores más señalados sobre el papel del sector privado, es que el estado a menudo emplea sus servicios, ya sea los de una pequeña imprenta, o una red de camiones.

 

Diferencias de clases

 

Se calcula que hay cerca de 500,000 cuentapropistas en toda Cuba, pero no es lo mismo el que rellena fosforeras que el que es dueño de una buena paladar.

 

Existen grandes diferencias de clase. Hay personas con mucho dinero en la isla. Los que manejan buenos negocios han acumulado capital. Aparte, naturalmente, de vivir bien y viajar, invierten en otros negocios. Compran propiedades. Un cuentapropista ha acomodado una casa para recibir a grupos de estudiantes extranjeros. Los que trabajan para estas empresas también ganan bien y, aunque sin grandes lujos, una camarera puede vivir holgadamente.

 

Algunos combinan los empleos estatales con otros en el sector privado. Por ejemplo, el que limpia una calle es contratado por varios en la cuadra para atender los patios y acumula una entrada decente.

 

Otros sobreviven porque tienen dos o tres trabajos, han heredado una propiedad que alquilan, o reciben remesas. Los parientes que vienen cargados con televisores de pantalla plana, aceite de oliva y pampers para sus viejitos contribuyen asimismo al bienestar de la familia.

 

Los académicos se buscan entradas adicionales con invitaciones al exterior donde les pagan sus conferencias o cursillos, y no solo en Estados Unidos, sino también en España, México, Panamá y otros muchos países.

 

Los que están peor son los jubilados que no reciben remesas y los que viven de un solo salario del estado, y más si se trata de una madre soltera con un niño o si tiene una persona mayor que atender. Al igual que hay mucho dinero en Cuba, existe una pobreza alarmante.

 

Una chica que vive en Alamar con su esposo y niña de 13 años, cose y limpia casas, donde además del sueldo le regalan muchas veces ropa y comida. Me contó cómo las amiguitas de su hija a veces preguntan tímidamente si tienen un pancito que regalarles. Tienen hambre.

 

Esta diferencia de clase se manifiesta de múltiples maneras. Muchos cubanos acomodados pagan hasta $2,000 y $3,000 CUC al año para tener a sus hijos en los colegios para extranjeros donde, sin duda, reciben mejor educación.

 

También ya hay círculos infantiles privados y asilos para personas mayores, que muchos en el extranjero optan por pagar para tener allí a sus viejitos, porque es más barato que en otros países y reciben buenos cuidados. Me informaron que tienen cámaras en las habitaciones para que los familiares puedan verlos, incluso desde el extranjero.

 

Ideología, educación, salud pública

 

La retórica ideológica ha disminuido casi totalmente de parte de los cubanos de a pie, y bastante de parte del gobierno desde que Raúl Castro asumió el poder. Quedan algunas vallas con consignas, y los noticieros y la Mesa Redonda mantienen puntos de vista poco objetivos, pero han bajado el tono agresivo. Además, nadie los escucha. Por el contrario, el “paquete” que contiene en una memoria una serie de programas de Estados Unidos, películas e informaciones, se vende en toda la Isla. No he podido comprobar la cifra, pero me han asegurado que 45,000 cubanos trabajan en la elaboración y distribución del popular “paquete”. Naturalmente, que hay sectores en el gobierno que se aferran a los viejos patrones, nunca se sabe si por convicción o intereses.

 

Se ha invertido en reparar colegios y hospitales, pero hay una verdadera crisis por falta de maestros calificados y médicos, pues el mayor ingreso que recibe el estado es la venta de servicio de profesionales, no solo a Venezuela y Brasil, sino a muchos países africanos. Además de médicos, envían entrenadores de deportes, veterinarios, ingenieros y expertos en la extinción de los mosquitos. Actualmente en Cuba había una obvia presencia de los fumigadores. Desde hace tiempo es sabido que el pueblo cubano ha recibido un alto nivel de instrucción, pero que se han perdido los modales. El mismo gobierno parece preocupado por ello, pues hace mala impresión a los turistas. Pude leer una valla que decía “Dar las gracias es también una forma de educación”.

 

Los profesionales no son siempre los que ganan más y les es mucho más difícil obtener trabajos adicionales. Los médicos, por ejemplo, sobreviven gracias al ya casi obligado regalo que traen invariablemente los pacientes, aunque no dejen de atender, tras una espera más larga, a los que llegan con las manos vacías. El “sociolismo” –tener un amigo en lugares clave– pesa más que el socialismo.

 

La vida cotidiana

 

Menos para los que estén muy acomodados, la vida del cubano de a pie sigue siendo difícil. El renglón más complicado es la comida. La libreta garantiza poco, apenas cinco huevos al mes y cantidades pequeñas de pollo, arroz, frijoles, café mezclado con chícharos, azúcar y un pancito diario. Los niños, diabéticos y ancianos tienen dietas especiales, pero no siempre llegan los productos que necesitan. Los vegetales, viandas y frutas se compran en los agromercados. Sin embargo, a veces los precios son muy altos. En estos momentos los tomates a $7 pesos la libra y las cebollas a $10 no estaban al alcance de todos. (La pensión de un jubilado es poco más de $300 pesos mensuales.) Sin embargo, hay establecimientos bien surtidos donde se pueden comprar desde una bañadera gigantesca, a chorizos españoles o una variedad de marcas de mayonesa. Obviamente, no todos tienen el presupuesto para comprar en esos lugares tipo Wallmart.

 

El transporte tampoco es fácil. Las paradas de los ómnibus están siempre repletas de los que esperan. Los itinerarios no se respetan. El que puede, toma un “botero”, viejos automóviles que van por arterias importantes, como la Calle 23 o Línea. También han subido de precio. Antes por lo general costaban $20 pesos, y ahora son $30. Naturalmente que luego la persona tiene que caminar hasta su destino. Los peatones abundan. Siempre se ven personas caminando por las aceras, invariablemente con alguna bolsa o cartucho.

 

La cultura

 

A pesar de todas las dificultades, La Habana mantiene una vida cultural asombrosa. Hay conciertos, ballet, cine, teatro, exhibiciones de arte, tertulias, a costos muy razonables. Los comentarios son que el cine cubano ha decaído –aunque el filme que vi, La cosa humana, me pareció bueno– pero el teatro sigue ofreciendo excelentes obras, y cuenta siempre con público.

 

La Feria del Libro atrae a miles de personas, pese a que este año no se pudieron imprimir todos los libros que debieron estar listos para esa fecha. Se rumoraba que el estado no había tenido dinero para pagar a las imprentas. Cada vez las expresiones artísticas son más contestatarias. A veces, son censuradas, como sucedió recientemente con una obra de teatro del cineasta y dramaturgo Juan Carlos Cremata. La diferencia es que ahora otros intelectuales protestan.

 

La Iglesia

Llegué a La Habana apenas una hora antes del papa Francisco y su reunión con el líder ortodoxo ruso Kiril (Cirilo). La mayoría de los cubanos se mostraron indiferentes al encuentro que tuvo lugar en el aeropuerto, pero para otros la frase del papa Francisco de que Cuba podría convertirse en la “capital de la unidad” contenía un importante mensaje. Con tantas personas con familiares en el exterior, ya no hay sino cariño para los cubanos de la diáspora. (Vale señalar que gran número de cubanos se están acogiendo a la repatriación, lo cual les permite pagar en pesos cubanos, desde el exceso de equipaje a los pasajes de avión dentro de Cuba, comprar y heredar propiedades, entre otros beneficios. Incluso reciben una tarjeta de racionamiento y ceden sus cuotas a los parientes.)

 

Las Damas de Blanco

 

No entrevisté a altos miembros del gobierno ni a disidentes. Sí pregunté a muchos su opinión sobre ellos. Algunos se mostraron indiferentes, porque les preocupa demasiado su propia lucha por salir adelante. Una persona se expresó de las Damas de Blanco con desprecio y me aseguró que los videos que yo veía en los noticieros de Miami eran manipulados, que no era cierto que les golpearan. No se trataba de alguien que no tenga sus críticas contra el sistema, pero quizás aceptar este tipo de represión sea una verdad demasiado incómoda. Otra pareja, sin embargo, me aseguró haber visto ellos mismos las golpizas y estaban asqueados con la brutalidad innecesaria de maltratar a mujeres cuyas armas son gladiolos. Un periodista extranjero me comentó que admiraba su valor y condenaba el abuso, pero que los disidentes no eran los agentes de cambio más importantes, que el empuje que estaba cobrando el sector privado sería lo que transformaría al sistema

 

El viaje de Obama

 

Me encontraba en La Habana cuando se anunció el viaje del presidente Obama. La expectativa me pareció menor que cuando fue electo y sólo se hablaba de él. Algunos han sido testigos de las visitas de tres Papas y del Secretario de Estado Kerry, además de la apertura de la Embajada americana, y el día a día de sus vidas ha cambiado poco. Otros esperan que se desbordará el pueblo agitando banderitas norteamericanas con entusiasmo, y les parece una deliciosa ironía. Pienso que los sectores ortodoxos en el gobierno no lo ven con tan buenos ojos.

 

Entre el escepticismo y la esperanza

 

Estuve solo en La Habana, donde la realidad no es la misma que en el resto de la Isla, pero hablé con personas que por su trabajo viajan frecuentemente a las provincias, y me han dicho que las ciudades importantes están en mejores condiciones, al menos en cuanto a las calles, etc, y más limpias, que la capital. Hace dos años cuando fui a Pinar del Río lo pude comprobar. Hay también actividades culturales y ayuda de la Iglesia. Sin embargo, el florecimiento del sector privado es más lento.

 

El estado de ánimo de los muchos cubanos con que hablé oscila entre el escepticismo y la esperanza. Especialmente los de más edad y en situaciones económicas vulnerables ven el futuro con temor y escepticismo. Ya han sufrido demasiados desengaños y no pueden pensar que haya jamás un cambio sustancial. O, al menos, que ellos podrán verlo. Otros valoran aún las aperturas más pequeñas como positivas, cuentan con que Raúl Castro dejará pronto el poder, y vendrá una generación más abierta. Estos factores, además de las relaciones con Estados Unidos, los ayudarían a dar el salto a la modernidad. Ojalá tengan razón. Sin duda en 2016 Cuba es un país en transición.

 

Uva de Aragón, escritora, profesora de literatura establecida en Miami desde hace muchos años

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