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Camilleri, un mundo criminal más allá de Montalbano

El prolífico autor italiano construyó un universo ajeno al de su gran personaje, una obra en la que el 'thriller' y la crónica se complementan para dar una visión cruda de Italia

Al cumplir 80 años, Andrea Camilleri (Porto Empedocle, 1925-Roma, 2019) decidió no escribir más historias de Salvo Montalbano. Camilleri es un autor tardío: el siciliano no debutó hasta los 53 y La forma del agua, la primera de la serie, la publicó con 64 años. Sin embargo, en este espacio escribió 28 novelas con su comisario gourmet al frente (en España publicadas por Salamandra) y creó un mundo único habitado por un personaje que ya está en los anales del género y de la literatura. Escritor prolífico como pocos, quizás el recuerdo más próximo es George Simenon, el autor más leído de Italia dejaba huérfanos a sus cientos de miles de seguidores en todo el mundo. Pero lejos de parar, Camilleri se dedicó a explorar otras vías –algo que, por otra parte, no había dejado de hacer nunca– y produjo otra ingente cantidad de notables novelas, cartas y relatos hasta casi el final de su vida. Pasados los 90, ciego y enfermo, tenía que dictar sus textos, pero ni se rendía ni dejaba de fumar.

Por su capacidad para ahondar en un mundo que ya había visitado tanto y descubrir cosas nuevas, las novelas criminales o novelas negras de Camilleri ajenas al universo de Montalbano son su derivada más interesante. Tomemos algunas de ellas como ejemplo. Empecemos por Km 123, la última publicada hasta el momento por Destino. Cuando uno coge por primera vez un texto del maestro que no forma parte de su serie más reconocida, observa que desaparece la calma, la sabiduría del querido Salvo, lo reflexivo. Sin embargo, el lector sigue en territorio conocido, en un relato de un autor que controla el ritmo para construir un thriller en el que la trama avanza sin espectacularidad alguna pero sin descanso merced al gran conocimiento del alma humana que despliega Camilleri, a su descripción de las miserias de sus personajes en dos trazos, una conversación, una mirada, un silencio al otro lado del teléfono. Un accidente, una infidelidad, mujeres agredidas que quieren vengarse… estos son los ingredientes de una novela elaborada casi en su totalidad con diálogos rapidísimos (técnica que ya usó en La muerte de Amalia Sacerdote, una novela más ambiciosa, que va de lleno a la crítica de la corrupción, y que le valió el Premio RBA de novela negra en 2008) y que se lee con disfrute y una sonrisa en los labios. La edición de Destino viene con un añadido: una conferencia en la que el autor defiende la calidad literaria del género y su vitalidad.

En El caso Santamaria (Destino) Camilleri vuelve a mirar a la realidad que lo rodea para alimentarse de ella y lanzar un ataque tan disimulado como eficaz a la corrupción perpetua que atenaza su sociedad. En este caso un hombre de clase media empieza a vivir experiencias, aparentes casualidades, visitas o incidentes que no se explica. Una historia con ecos de Con la muerte en los talones o de El proceso en la que el protagonista, un inspector bancario que tiene que emitir un informe sobre una entidad en quiebra y con graves agujeros en sus cuentas, es un tipo algo ingenuo que se encuentra atrapado en un mundo conspirativo que no acaba de entender. Puede pensar el lector que el hombre es demasiado torpe, que tarda demasiado en sospechar de todo y de todos. Pero es precisamente en esa presunta candidez en la que Camilleri se apoya para dar sentido a la historia, para construir un relato sobre la destrucción de un hombre bueno.

Dentro de ese gusto por empaparse de la realidad, por usar casos reales como punto de partida para sus obras, quizás la más notable sea La banda de los Sacco (Destino) un nuevo cambio de estilo, en este caso hacia la crónica, de época y de ambiente, como si el autor quisiera abordarlo todo.

“He intentado contar a través de este ‘western de la Cosa Nostra’, para usar un título de Sciascia, cómo la mafia no solo mata, sino que, allí donde el Estado está ausente, también condiciona y trastorna irreparablemente la vida de las personas”. En efecto, Camilleri fue un siciliano que no rehuyó el tema de la mafia y aquí desgrana la caída en desgracia de una familia de gente honrada por algo tan sencillo como decir no, por mantenerse dignos, por no dejarse pisar por los de siempre. Un ejemplo de heroísmo que salió muy caro a varias generaciones de la familia Sacco, perseguidos por la mafia y por las autoridades corruptas, asesinados en venganzas, desterrados y en constante huida como forajidos. El libro está narrado con técnicas periodísticas y sobriedad sin que por ello se quede en la crónica. “Dan ganas de preguntarse: ¿Qué tipo de banda es una banda que no mata a personas intachables, que no comete hurto o atracos, que no secuestra a nadie?” Y con es pregunta, con esta historia, Camilleri vuelve a meter el dedo en la llaga que más escuece a la sociedad italiana.

Todas estas novelas son casi nouvelles, son, en algunos casos, relatos algo extendidos. Pero no se lleven a engaño: en el mundo que construía Camilleri sin salir de su pueblo y muchas veces ni de su habitación, están las claves para tratar de comprender la vida y los males que asolan Italia.

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