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Carlos Malamud: Las Elecciones 2025 ¿Hacia dónde va Latinoamérica?

 

Elecciones 2025: ¿hacia dónde va Latinoamérica?

 

Después de su “incuestionable victoria” en las presidenciales del 28 de julio, Nicolás Maduro está dispuesto a mantener “elevados estándares democráticos”, según su particular entendimiento. Esto se podrá ver en las elecciones del 27 de abril, que junto con las ecuatorianas serán de las primeras a celebrarse en este intenso año electoral latinoamericano. Los venezolanos elegirán a la Asamblea Nacional, a los gobernadores y a los consejos legislativos estaduales, aunque con pocas dudas sobre la identidad de los ganadores.

En prueba de “compromiso democrático y respeto por la oposición y las minorías”, Elvis Amoroso, presidente del Consejo Nacional Electoral (CNE) y muy próximo a Maduro, señaló que solo podrán participar las agrupaciones y candidatos que se comprometan por escrito a “respetar y acatar todos los eventos concernientes a la elección”, incluyendo el resultado cocinado por el CNE.

Para añadir valor a las elecciones, el parlamento saliente aprobó la “Ley Simón Bolívar”, que prevé la inhabilitación política vitalicia para quienes propicien o respalden sanciones internacionales contra el gobierno. También establece penas de 25 años de cárcel y la confiscación de las propiedades de los “traidores a la patria”, que no podrán participar en las elecciones (sean o no democráticas).

Afortunadamente, el panorama político de 2025 ofrece mayor incertidumbre electoral que en Venezuela. Este año hay elecciones presidenciales y legislativas en Ecuador (9 de febrero), Bolivia (10 de agosto), Chile (16 de noviembre) y Honduras (30 de noviembre). También se votará en Uruguay (municipales, 11 de mayo), México (judiciales, 1° de junio) y Argentina (parlamentarias, 3 de octubre). A finales de año están previstas elecciones en Haití, donde la coyuntura es tan frágil que hasta entonces puede ocurrir cualquier cosa.

Cada elección dirimirá diferentes cuestiones, aunque en todas, los gobiernos o partidos implicados deberán refrendar su apoyo político y legitimar su gestión. Pero, los últimos comicios han demostrado, a diferencia del pasado, que hoy no hay una tendencia regional clara en materia electoral. Ya no hay más gobiernos largos, bien de personas o bien de partidos, favorecidos por una extensa secuencia de reelecciones, ni tampoco el predominio del voto de castigo al oficialismo. La fragmentación se ha extendido incluso a los resultados electorales, a tal punto que en ciertos países se impone la oposición y en otros el oficialismo.

La continuidad parece posible en Ecuador, donde las últimas encuestas muestran un panorama complejo y bastante igualado con el correísmo, mientras la alternancia es una opción en Chile y Honduras.

En Bolivia, la indefinición es mayor, ya que ni el oficialista Movimiento al Socialismo (MAS), ni la oposición todavía han definido sus candidatos. Teóricamente, Evo Morales está inhabilitado por la justicia, pero es tal su ambición que no descartaría que termine incendiando al país si no es proclamado candidato. Incluso justificó las afirmaciones de sus seguidores de emprender la “lucha armada” si sigue siendo perseguido y el gobierno desatiende sus demandas políticas.

Pese a que la política internacional tiene escaso impacto sobre los electores, algunos factores extrarregionales, como la presencia de Donald Trump en la Casa Blanca, incidirán sobre los resultados. No en vano, Evo Morales acusó al presidente Luis Arce, que fuera su ministro y hoy encarnizado enemigo, de ser un “gran aliado” de Trump y propiciar el retorno del “Estado colonial” a Bolivia.

Este intenso calendario se complementa con las elecciones a celebrar en 2026 y 2027, de forma que el trienio 2025 – 2027 podría reconfigurar ampliamente el panorama político y los equilibrios regionales. La reconfiguración de estos más la emergencia de nuevos liderazgos debería ser aprovechada para dejar atrás la fuerte fragmentación que paraliza a América Latina y le impide afrontar con cierta unidad algunos de los más acuciantes problemas que la afectan. La cuestión migratoria, ante el brutal desafío lanzado por Trump y sus deportaciones, es una de ellas. La respuesta ante el enfrentamiento global entre China y EEUU es otra. Pero, así como están las cosas, la debilidad es la norma y solo existen respuestas individuales. Mientras cada país siga haciendo la guerra por su cuenta, el futuro seguirá siendo poco promisorio.

El 1 de marzo, Yamandú Orsi asumirá como presidente de Uruguay. Pese a algunos temores, la continuidad democrática y el peso de las instituciones están garantizados, en lugar de propuestas refundacionales o fuerte golpes de péndulo. Es algo poco frecuente en muchas de las alternancias conocidas en las democracias latinoamericanas.

Tampoco habría bandazo en Chile, en caso de una victoria de Evelyn Matthei y ni siquiera en Honduras, si retorna el Partido Liberal. La gran duda vuelve a ser Bolivia ante un eventual desplazamiento del MAS del poder. Pero, para que eso ocurra, la oposición debería acudir unida y con un liderazgo renovado, algo que todavía dista mucho de cumplirse.

 

 

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