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Carlos Prosperi, el adeco que no tuvo infancia

“Rómulo Betancourt era un líder en primerísima fila, pero también hacen falta líderes en segunda fila. Carlos Prosperi seguramente será uno de ellos, de esta última categoría; también la democracia le deberá algo, cómo no. Pero para ello tiene que aprender qué cosas decir a voz en cuello y qué decir en las reuniones, o convocatorias, donde sus críticas llegarán eficazmente si no comportan una segunda intención, una malsana segunda intención. El problema es que Prosperi, como Don Fulgencio, es el hombre que no tuvo infancia. No, al menos, infancia adeca”.

NOTA PUBLICADA EN LA GRAN ALDEA:

https://lagranaldea.com/2023/10/27/carlos-prosperi-el-adeco-que-no-tuvo-infancia/

 

La semana que está a punto de concluir puede definirse como la del triunfo de la imperturbabilidad y el aplomo. También es la semana de la confirmación de un liderazgo. Hubo dos grandes figuras triunfadoras: en primer lugar, el profesor Jesús María Casal; en segundo, la candidata de la oposición venezolana, María Corina Machado. La semana deja en la estacada, asimismo, varios perdedores, comenzando por los que desde la oposición cacareaban que la Primaria no se realizaría finalmente, por cualquier razón o chisme que les hubiese llegado desde los pasillos del madurismo. Hay un montón de perdedores opositores tras la Primaria, tal vez aprendan la lección o tal vez no, pero en esta ocasión quiero destacar uno en particular y solo uno: Carlos Prosperi.

“A veces no hacen falta voces ampulosas y «agitativas», sino sentido común para construir en grupo a pesar de los errores, aprendiendo de ellos”

Carlos Prosperi nació el 18 de octubre de 1977, cuando se cumplían 32 años del golpe que acabó con la Venezuela pre-democrática. Es abogado por la Universidad Bicentenaria de Aragua, promoción 1997. Se especializó en Derecho Penal. Sus primeros escarceos en la política los dio con el partido Patria Para Todos, de la mano del candidato a la Gobernación de Aragua, Eduardo Manuitt, quien para entonces tuvo el apoyo de Hugo Chávez. En 2009 ingresó a Acción Democrática. En 2010 fue candidato de ese partido a la elección parlamentaria por Guárico, apoyado por la Mesa de la Unidad Democrática (MUD), obteniendo una curul de diputado suplente entre 2010 y 2015 (en el mismo 2010 quiso ser gobernador de Guárico pero perdió). Luego fue elegido para el periodo 2016-2021 por la MUD. En 2016 pasó, además, a ejercer la secretaría general de AD en Guárico. En el debate en la UCAB (Universidad Católica Andrés Bello) que se pautó el 23 de julio de este año, quiso que lo definieran los presentadores como demócrata moderno.

Carlos Prosperi, desde su democracia y desde su modernidad, participó -al parecer a regañadientes- en la Primaria del 22O y, tras el conteo de votos que le dio casi 93% de preferencia a Machado y donde él quedó, como hubiese dicho la Gaceta Hípica, detrás de la ambulancia, consignó en sus redes sociales un documento con errores de sintaxis (me pregunto, luego de varios días, qué demonios querrá decir la frase «hoy hemos alzado la voz frente a las irregularidades que en reiteradas ocasiones se hizo caso omiso…»: o falta una coma o sobra una preposición o tiene 0 en Lengua, una de tres) y exceso de grandilocuencia en el tono general. Carlos, un consejo: jamás hables de humildad cuando hables de ti mismo. Dime, por favor, en qué ocasión habló Rómulo Betancourt de humildad refiriéndose a sí mismo en un discurso para el público o para los medios.

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Para hacer el cuento corto, Prosperi apostrofa en ese documento a la Primaria, o a quienes llevaron la Primaria, pues según su parecer no actuaron como deberían y se parecen precisamente a aquellos que dicen combatir. Habla de odio. Dice que no hicieron caso de sus críticas; al final, que «la reconciliación y la paz es un camino que se construye entre todos». No, no hace falta que lo diga, ya eso se ve. A los medios les dijo que la Primaria había sido un fracaso por no contar con el apoyo técnico del CNE.

Solo quiero recordarle dos cosas al excandidato Carlos Prosperi:

1) Me enviaron una foto tomada en el centro de votación Primaria de Berlín: una lámina donde alguien anotó al viejo estilo, tal como uno llevaba las cuentas en las elecciones estudiantiles en la Universidad (a mano, construyendo a tiza en un pizarrón cajitas o cubitos de cinco palitos equivalentes a cinco votos), los resultados de la votación o conteo de una de las cuatro mesas que hubo allí. Tú tienes en esa hojita que me mandaron fotografiada un 0, María Corina tiene once cajitas con cinco palitos cada una. Esa es la única humildad que debe caber en tu espíritu, Carlos Prosperi. No asumas tus compromisos con tanta humildad, la humildad a fin de cuentas no sirve de mucho; asúmelos con sentido común.

2) Lee a Rómulo Betancourt. ¿No eres adeco, pues? Cancela tus reluctancias, como el mismo piache de la pipa hubiese dicho, y busca algunos de sus textos para enchinchorrarte debidamente y darte un buen paseo por el pensamiento de quien fundó ese partido al cual, es de suponer, alguna enseñanza histórica le deberás.

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Rómulo Betancourt tenía una conciencia absoluta acerca de lo que es propaganda agitativa, término acuñado por él mismo. Betancourt, además, o como complemento a ese concepto, intuía el potente efecto de una Prensa a favor de la democracia, de la superación de escollos en dictadura. Hablaba con precisión de Prensa partidista. Tal vez quizás haya debido tal conciencia a la tradición de los partidos comunistas para los cuales la propagación de sus ideas, conquistas y debates ha sido o fue una máxima: probablemente Betancourt leyó desde muy temprano el esbozo que el líder Lenin hace en su obra Qué hacer, donde dedica un capítulo al plan para un periódico político central destinado a cubrir toda Rusia, y esto fue tan temprano como 1902. No debemos olvidar los orígenes marxistas de quien después fundaría Acción Democrática. Lo deja bien claro la historiadora Mirela Quero de Trinca en el estudio preliminar de la Antología Política de Rómulo, ese hecho comprobable: el nativo de Guatire fue «un impulsor y vehemente defensor de la prensa partidista, que además de servir de vehículo orientador de la militancia y difusor de la doctrina del partido, era un medio eficaz para la propaganda agitativa y para la comunicación entre los militantes»1.

En su memorándum sobre la situación política, sumamente deprimente para las tesis democráticas en ese momento, septiembre de 1955, Betancourt dedica un punto al papel de la propaganda, ligado al de la Prensa. Habla allí de tirajes especiales de Venezuela Democrática e Informaciones Venezolanas, así como de realizar el viejo proyecto de editar Resistencia (un pasquín que se sacaba y distribuía a escondidas en época de Marcos Pérez Jiménez) en el exterior y hacer que entrase clandestinamente al territorio.

Eso que pensaba Betancourt sigue teniendo vigencia: la información en función de un proyecto político es absolutamente válida; no quiere decir que mienta, quiere decir que escoge lo más importante de los acontecimientos para dar a las noticias una determinada dirección. Es válido, completamente válido. Hoy, las plataformas sobre las que viaja la información son ubicuas, torrenciales, esquizofrénicas o muy vulnerables, pero la información sigue siendo información, y la mejor información posible es aquella que se jerarquiza con tino y conforme a unas reglas o normas transparentes. La noticia trabajada conforme a un proyecto político determinado sigue vigente (siempre que no llame a engaño, claro).

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El problema es que Carlos Prosperi, como Don Fulgencio, es el hombre que no tuvo infancia. No, al menos, infancia adeca. Escuché de niño, una vez, a Rómulo Betancourt por radio. Un discurso en medio de un griterío. Eso es tan lejos en el tiempo como que en la casa no había todavía TV. Lo que había era radio. Se me quedó grabado: estaba Rómulo diciendo «tienen que votar así y asao porque la democracia es esto y lo otro». De repente, porque ha debido tener al gentío muy cerca en ese mitin o lo que fuese, se escucha la voz clarita de una mujer de pueblo, gritando:

-¡Yo lo que quiero es una casita, Rómulo!

Sentí que al señor que hablaba no se le había movido ni una pestaña porque reaccionó sin titubear, sin mediar distancia entre el grito y su respuesta:

-¡Y la tendrá, compañera, la tendrá!

Eso también es cualidad del líder, alguien que sabe salir del aprieto, dosificar el populismo. Claro, Betancourt era un líder en primerísima fila, pero también hacen falta líderes en segunda fila. Carlos Prosperi seguramente será uno de ellos, de esta última categoría; también la democracia le deberá algo, cómo no. Pero para ello tiene que aprender qué cosas decir a voz en cuello y qué decir en las reuniones, o convocatorias, donde sus críticas llegarán eficazmente si no comportan una segunda intención, una malsana segunda intención.

A veces no hacen falta voces ampulosas y «agitativas», sino sentido común para construir en grupo a pesar de los errores, aprendiendo de ellos.


(1) Quero de Trinca, Mirela. Estudio preliminar. El tercer exilio de Rómulo Betancourt. En Volumen Sexto de la Antología Política. Fundación Rómulo Betancourt. Caracas, 2004. Pg. 18.


@sdelanuez
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