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Carmen Posadas: Soy tan natural

Pregnant Rihanna puts her baby bump on full display in silver netted crop top and mini skirt | Daily Mail Online

 

Hoy, todo es política. Pero no, no se preocupen, no voy a abundar en los últimos dislates de los que nos desgobiernan. Son tantos que es imposible estar al día y el escándalo de mañana sepulta el de ayer. Antes se decía que la noticia a cuatro columnas  de la víspera servía para envolver el pescado del día siguiente. Ahora ni eso. Todo es tan frenético que nos hemos vuelto amnésicos. ¿Quién se acuerda de la tropelía de la semana anterior? Pecadillos a la mar.

Si digo que todo es política es porque leí no hace mucho en The New York Times un artículo que me hizo pensar. Bajo el título Embarazo y política se explicaba cómo la cantante Rihanna está utilizando su embarazo –y, en concreto, su vientre– para hacer una reivindicación «y afirmar su derecho a controlar su cuerpo». La noticia venía acompañada de una foto en la que se podía ver a la abnegada madre en ciernes yendo a una fiesta en Nueva York este invierno y bajo la nieve vestida de la siguiente manera: botas mosqueteras de charol con tacón de aguja de doce centímetros (comodísimas para pasear por la tundra, no hay más que verlas), sostén de encaje y minifalda escueta. Sobre los hombros lleva una chaqueta de cuero algo más abrigadita, pero bien abierta, para que todo el mundo pueda admirar à poil su embarazo de seis o siete meses.

 

Cada vez que alguien se desnuda para apoyar la paz mundial, me quedo un poco perpleja. ¿Dejará de tirar bombas Putin porque yo me despelote?

 

Según se especifica en el artículo, Rihanna acude a todos sus compromisos sociales vestida de modo similar. A una entrega de premios en Canadá, con shorts y minitop de satén de Dior; a otro sarao, con picardías transparente… Me quedé admirada al enterarme. Qué espíritu el suyo. Mira que desafiar a los elementos (y la pulmonía triple) en aras de hacer lo que ella misma llama «una absolutamente transgresora declaración política». Son muchas las mujeres que aplauden su valentía. Renée Ann Cramer, por ejemplo, de la Universidad de Iowa, ha dicho que en un momento en el que la ultraderecha y la derecha convencional están poniendo en cuestión la autonomía y la libertad de aquellos seres humanos que se identifican como mujeres (sic) son muy necesarios gestos así.

Rihanna no es la única en esta santa cruzada de bombos al aire por una buena causa. En 2018, la modelo Slick Woods hizo un gesto aún más valiente que resultó un gran avance para la causa de nosotras, las mujeres. Participó en un desfile de lencería ya con dolores de parto y a punto estuvo de tener a la criatura in situ. Tras el trance tuiteó: «Estoy aquí para decir que puedo hacer lo que me dé la puta gana cuando me dé la puta gana». Como yo nunca he necesitado pasearme en paños menores para hacer lo que me da la gana, no llego a entender bien la necesidad de reivindicar nada en bolas. De hecho, cada vez que veo a alguien desnudarse para apoyar la paz mundial o denunciar el cambio climático, me quedo un poco perpleja. ¿Dejará de tirar bombas Putin porque yo me despelote? ¿Mejoraré la vida del oso polar si me paseo en topless por la Puerta del Sol?

Por lo visto, cada vez son más las personas que piensan que sí. Esta idea de que se puede cambiar el mundo con gestos naturales es más antigua de lo que parece. En el siglo XVIII, por ejemplo, Jean Jacques Rousseau (y ustedes ya saben el cariño que le tengo a este benefactor de la humanidad) logró crear una moda que pronto se convirtió en fiebre. Después de afirmar que la especie humana es intrínsecamente buena y que son las instituciones las que la pervierten, habló de la necesidad de volver a lo natural, a lo esencial, a lo campestre. A partir de ese momento, a las señoronas de París (incluida la reina María Antonieta) les dio por vestirse de pastorcillas, elaborar queso fresco y abrazar corderos. También se produjo la exaltación de la lactancia, y mujeres que antes entregaban a sus rorros a amas de cría y se interesaban poco y nada por ellos de pronto pasaron a darles de mamar hasta los dos años. Lástima que tan bucólico estado de cosas en Arcadia feliz durara tan poco. Apenas unos años después estallaría la Revolución francesa, y adiós corderitos, adiós pastorcillas. Pero esa es otra historia que nada tiene que ver con Rihanna y su bombo reivindicativo (afortunadamente).

 

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