Democracia y Política

Charlie Hebdo Somos Todos

lpaiz gemelosLa política democrática tiene como razón de ser la libertad. Hannah Arendt nos recuerda que la libertad hace su entrada en nuestra tradición filosófica cuando se da la experiencia de la conversión religiosa –primero la de Pablo, camino de Damasco, y luego de San Agustín. En sus epístolas, Pablo señaló que la alianza con Dios es una relación personal y espontánea fundada en la confianza, la buena voluntad y en el amor como praxis esencial hacia el resto de la humanidad. A partir de ese momento, libertad y libre albedrío se convierten en sinónimos en la filosofía occidental.

Ninguna religión puede imponer sus valores, sus sentimientos o sus prácticas a quienes no creen en ella. De allí viene el concepto de que el Estado democrático no es un Estado confesional, casado con alguna religión; debe respetar los derechos de práctica y vida religiosa de quienes poseen alguna creencia en Dios, y aceptar a quienes no tienen ninguna. Y las religiones son admitidas en las sociedades libres en tanto buscan la convivencia, la fraternidad y el perdón, no el odio o la venganza.

La libertad de expresión democrática se centra no solo en la responsabilidad de los medios, sino en el derecho de transmitir cualquier mensaje, incluso aquellos que pudieran generar controversia o rechazo. Lo contrario, sería negar la democracia de raíz, consagrando esa arma tan querida por los regímenes autoritarios, la censura previa. Como bien ha dicho Fernando Savater, “el primer requisito, la mayor excelencia y el peor peligro de la democracia es acostumbrarse a convivir en disconformidad”.

El acto de barbarie terrorista ocurrido en París en la revista CHARLIE HEBDO (los asesinos, mientras disparaban, gritaban “Alá es Grande”), no es el primer hecho de violencia contra la libertad de expresión ejecutado en Europa por fundamentalistas islámicos. Debe recordarse, citando un solo ejemplo, que hace varios años un medio danés decidió retirar unas caricaturas de Mahoma ante evidentes amenazas recibidas. En ese entonces un periódico inglés, el Daily Telegraph, publicó un oportuno editorial en donde afirmaba: “siempre defenderemos el derecho a ofender”. Nadie, salvo el mismo medio, puede arrogarse el derecho de decidir a priori qué se puede publicar en la prensa de un país democrático. Ojo, que digo “puede”, y no “debe”. Esto último forma parte de la conciencia y del respeto a las leyes y la moral por parte de cada empresa editorial. Pero el juicio sobre las consecuencias de lo publicado solo puede realizarse dentro del código legal respectivo, y la pena únicamente puede ser llevada a cabo por los órganos sociales competentes, no por sectores específicos de la sociedad, por muy agredido que pueda alguien sentirse. En todo caso, más allá del terreno legal, si la ciudadanía ofendida es muy numerosa, puede ejercerse la doble sanción moral y financiera de no comprar más la publicación bajo crítica.

Quien escribe estas líneas es católico. Podrían llenarse centenares páginas con solo el recuerdo de todos los insultos, groserías, ridiculizaciones y ofensas que contra mi religión se han hecho públicos, tan solo desde hace unos pocos años. Hasta supuestas “obras de arte” han sido exhibidas en museos importantes en Londres o Nueva York que se burlaban de la Virgen María, o de Jesucristo. Un ejemplo concreto es una obra en Broadway escrita por el laureado Terence McNally en la cual Jesús tiene sexo con Judas, y para la cual el New York Times usara adjetivos de alabanza como “valiente” y “provocadora”. Ahora bien, pertenece al ámbito de mi decisión personal ver o no la obra, o seguir leyendo o no el New York Times. En ningún caso aceptaría que alguien asesinara o pusiera bombas contra quienes expresan su visión de mi religión de esa o de cualquier otra manera.

Lo que sucedió con las caricaturas en Dinamarca, lo que acaba de ocurrir en París, son una muestra más del desencuentro de la sociedad europea frente a una inmigración masiva de origen musulmán que, si bien físicamente habita en los países europeos (sacando por cierto muchos de ellos ventaja de sus derechos y de sus libertades) de entre sus filas algunos fundamentalistas –que siempre los hay- están queriendo imponer, partiendo de un concepto de tolerancia mal entendido, sus particulares valores a todo el resto de la sociedad. Lo anterior no niega por cierto el hecho de que millones de musulmanes en todo el mundo conviven en paz con sus vecinos. Sin embargo, viendo las opiniones que estos últimos años algunos medios europeos han publicado de parte de sus lectores, la cosa preocupa aún más. Cito textualmente un comentario: “la intolerancia camuflada de libertad de información puede dar lugar a catástrofes originadas por la natural ira originada en el ataque a los sentimientos religiosos.” Y quien escribe esto seguramente es alguien que paga sus impuestos, vota en elecciones, se considera un demócrata hecho y derecho, y a lo mejor hasta practica una religión. Qué mal estamos. La ira, si se expresa en amenazas de asesinato y de linchamiento, puede ser todo menos “natural.”

Cada ciudadano habitante de una democracia –sin excepciones- debe aceptar que en la misma hay diversidad de valores, incluso diferentes a los suyos, y asimismo comprender que los modos como es ejercida la religiosidad –o su negación- son distintos y variados, por ser privados. Pero quienes excusan las amenazas de ciertos extremistas musulmanes aduciendo que sus valores son distintos a los occidentales, que expliquen por qué entonces estos señores aceptan residir en sociedades democráticas, valorativamente opuestas a las islámicas (y en donde por ejemplo no se practica la “ablación” o corte del clítoris a las niñas, como sucede en algunos países africanos, incluso islámicos, que aducen para ello la interpretación de algunos versículos del Corán) si no están asimismo dispuestos a aceptar las leyes y derechos democráticos. En España se han dado casos de jueces que han tenido que intervenir para evitar que algunas niñas sufrieran semejante práctica horrorosa, la ablación del clítoris.

Me pregunto: ¿Es acaso posible transigir con intransigentes? Sydney Hook señaló, con acierto, que “la tolerancia tiene sus límites. No puede tolerar lo que, en sí mismo, es activamente intolerante.” Si bien ante toda discrepancia es deseable una solución razonada, para ello se requiere que ambas partes estén de acuerdo en negociar bajo términos consensuados. No se puede considerar negociador a quien te está apuntando con el cañón de un revólver. Una cosa es negociar y otra muy distinta la exigencia de rendición incondicional. Así como pudiera ser criticable dibujar un Mahoma armado, o una sátira del mismo, todos los islámicos por su parte deben, sin dudas de ningún tipo, rechazar a sus fundamentalistas que matan invocando el Corán. En todo caso, hay que usar la inteligencia y tener la voluntad para entenderse con, y darle ánimo a los millones de ciudadanos musulmanes que en sus países se hallan ahogados por el integrismo islámico, al que a veces se enfrentan desesperados -el caso del escritor Ohran Pamuk, Premio Nobel, en su país, Turquía, es emblemático ¡y pensar que Turquía quiere ingresar en Europa! Ante todo ello, la Unión Europea debe definir una política hacia los países islámicos que no lleve a reforzar o aceptar calladamente sus autoritarismos. Es la hora de las convicciones, no de las conveniencias (como son las económicas, permanentemente usadas por gobiernos europeos para justificar sus relaciones con regímenes autoritarios). A la luz del tema que nos ocupa, no es casual el hecho de que las concepciones de la libertad, o de lo que es permitido, derivan necesariamente de las visiones que se tengan sobre lo que es el ser humano. Hace poco, el muy islámico presidente y ex-primer ministro turco, Recep Erdogan, dio unas polémicas declaraciones sobre las mujeres y su condición, que pasaron por debajo de la mesa de varios partidos políticos europeos “progresistas”.

En el asunto que nos concierne, el campeonato mundial de la estupidez se lo siguen llevando burócratas y funcionarios europeos cuyo único acto reflejo ante una provocación o reclamo fundamentalista es ponerse de rodillas. Un ejemplo claro fue el de quien fuera secretario de exteriores del gobierno de Tony Blair, Jack Straw, muy en su aire, con su cara y gestos agropecuarios, al pedirle “sensibilidad” a la prensa de su país. Supongo será la misma sensibilidad que llevó a dicho gobierno laborista a prohibir en algunas cárceles locales el uso de la bandera inglesa, con el argumento de que la Cruz de san Jorge fue usada por los Cruzados, y por lo tanto ¡pudiera ofender a los presos musulmanes!; o la mostrada por Burger King, al eliminar sus conos de helado de sus menús en Inglaterra, porque Rashad Akhtar, ilustre ciudadano de High Wycombe, se quejó de que el remolino cremoso que se mostraba en los conos se parecía a la palabra “Allah” . También debe admirar el Sr. Straw la sensibilidad practicada por los ciudadanos holandeses que, cansados de vivir en comunidades donde se está incubando el miedo y la tensión religiosa y étnica, han decidido emigrar a Canadá o Nueva Zelanda. Para colmo, Straw insultó la inteligencia de los cristianos al afirmar que “si en vez de caricaturas de Mahoma fueran de Jesucristo o de la Virgen, en nuestra cultura habría un enojo similar.” Es indignante que Straw no se preocupara porque se respetasen las leyes de su país sino por cómo evitar enojar a quienes marchan, una y otra vez, por las calles de Londres con franelas que dicen, entre otras barbaridades “Amo a Al Qaeda”, o que prometen “un verdadero Holocausto” (como si el real, el perpetrado por los nazis, no hubiera sucedido) a los “perros infieles”, -es decir, estimado lector, sospecho que a personas como usted y como yo-. Y es que, como afirmara un consejero de Downing Street, “la izquierda liberal del partido [Laborista] no quiere parecer racista.” Claro, prefieren parecer idiotas, imbéciles e incapaces.

Como el actual ministro del interior alemán, Thomas de Maiziére, quien ante la aparición en su país del movimiento xenófobo llamado “Patriotas Europeos contra la Islamización de Occidente” (PEGIDA, en alemán), afirmó hace pocos días que el mismo era “un fenómeno regional.” Sí, claro. Ya veremos si es regional, luego de que la próxima encuestra francesa nos muestre cuántos miles de votos ha ganado la ultraderechista Marine Le Pen ante el monstruoso atentado al semanario satírico francés. Es lamentable y trágico que la ceguera de los políticos demócratas no sólo permita el creciente arraigo fundamentalista, sino que la sociedad europea se convierta, día a día, en caldo de cultivo de una renacida xenofobia. Olvidan su propia historia: en Europa, la violencia extremista siempre ha tenido, en su inicio, un fuerte componente racista. Y la actual crisis de la sociedad europea no es, como insiste con ceguera increíble el liderazgo político, un problema fundamentalmente de carácter económico. Ojalá asi fuera. Como destaca un editorial de El País publicado hoy, antes de conocerse el ataque terrorista, al respecto de PEGIDA y otros movimientos similares: “O la Unión sabe disolver estos movimientos disgregadores o estos acabarán disolviéndola a ella. No podemos dejar a Alemania, o a Francia, o a Grecia, solas contra los enemigos de todos.”

Si se llegara a demostrar que las caricaturas de Charlie Hebdo violan alguna ley de ese país, o del ámbito europeo, que se imponga la pena prevista en los códigos. Lo otro es simplemente permitir el uso de las propias libertades democráticas para destruir un valor esencial de las mismas: la libertad de expresión, que junto con los derechos humanos, debiera de ser un patrimonio de toda la humanidad, no solo de quienes tienen la suerte de vivir en una sociedad libre.

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Finalmente, varios medios franceses han publicado hoy, día del atentado, miércoles 7 de enero de 2015, un texto de solidaridad conjunto con Charlie Hebdo:

Horror, amistad, determinación.

El horror nos ha embargado, esta mañana, cuando ha sobrevenido una noticia: un atentado sangriento contra Charlie Hebdo, hombres armados, doce muertos, cerca de 20 heridos. El horror nos ha aturdido. Y nos deja sin palabras.

La amistad, a continuación, por aquellos y aquellas que conocemos y que queremos, y por aquellos y aquellas que no conocemos. El dolor por los muertos, la desolación por los heridos, la amistad y el deseo de consuelo para sus allegados, sus amigos, sus hijos. ¿Cómo deciros que estamos con vosotros, con nuestra ternura y nuestra impotencia? Pero estamos con vosotros, de todo corazón.

Y después la determinación. Son periodistas a los que han querido matar, es la prensa a la que han querido abatir, es la libertad la que han querido destruir. Y bien, lo decimos: no cederemos. En los momentos difíciles de hoy, y los días oscuros que se perfilan, es vital que la libertad continúe, se exprese, se afirme. Seguiremos con nuestro trabajo de información y de testimonio, con aún más determinación y energía que nunca.

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Este texto ha sido publicado en común entre Actu Environnement, Arrêt sur images, Basta Mag, Global Magazine, Le Huffington Post, Libéweb, Mediapart, Politis, Reporterre, Rue 89, Terra Eco, We Demain.

 

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