Democracia y PolíticaDictadura

Chavistas de Chile

La amenaza real para la estabilidad de la democracia chilena es infravalorar el poder de acción de la izquierda chavista o bien inserta en los poderes del Estado o bien afín a ciertos postulados o estrategias suyos.

 

 

Poco sorprende la defensa de algunos miembros de la coalición que gobierna Chile al fraude perpetrado por Nicolás Maduro. El régimen chavista preparó libremente el terreno para mantenerse en el poder y una parte de la izquierda, comandada por el Partido Comunista, decidió callar o justificarlo. Sólo se permitió votar a 70.000 venezolanos de los más de 8.000.000 que viven en el extranjero, no hubo condiciones equitativas en las campañas y se proscribió a diferentes candidatos de la oposición. La prohibición de ingresar a los observadores internacionales fue sólo el aviso final del fraude electoral que se fraguaba.

La situación no admite muchos matices: en Venezuela hay una dictadura que ha usurpado la voluntad del pueblo con tal de no perder el acceso al dinero ni a los puestos de decisión. En otras palabras, el móvil de la “Revolución Bolivariana” es la simple preservación del poder: ya no hay ningún proyecto político más allá de la crisis.

Para parte de la izquierda chilena, lo que ocurre en Venezuela es un asunto incómodo. Su ala más dura señala con el dedo, tilda de antidemocráticos a casi todos sus rivales y revive cada cierto tiempo el fantasma de Pinochet, pero no tiene problemas en apoyar una dictadura con implicancias directas en nuestro país. Por lo mismo, exigir que tome posiciones respecto a lo que está sucediendo allá, la tensiona y también desenmascara su instrumentalización de la democracia. Lo anterior es fundamental porque muchos de quienes apoyan a Maduro están presentes de manera trasversal en el Gobierno chileno, ocupando tanto puestos de primera línea como de segunda y tercera. En ese sentido, más allá de los recientes planteamientos del Presidente Boric, lo cierto es que no sabemos qué tipo de información se podría estar proporcionando a la dictadura ni, peor aún, qué acciones podrían estar llevando a cabo en su apoyo desde la institucionalidad criolla.

En esa línea, algo problemático para la estabilidad nacional han sido los intentos de replicar actitudes similares a las del régimen en Chile; algo que se ha observado en los últimos años por parte de aquella izquierda que simpatiza con Maduro y su círculo. Por momentos, un sector de la coalición de gobierno presenta rasgos autoritarios similares a los que se han empleado desde Caracas a partir de la instauración del chavismo.

La modificación de las reglas electorales a pocos meses de las elecciones, el apoyo en favor de un proyecto con claras similitudes a las constituciones de Venezuela y Bolivia, y el hecho de que el Partido Comunista (leal a Maduro desde su dirección central) esté en el Ejecutivo nos recuerdan algunas estrategias que el régimen venezolano ha empleado. Para peor, poco a poco el país se ha ido acostumbrado a estos graves y reiterativos intentos por mermar la democracia, algunos más sutiles y otros más patentes. ¿Por qué ya no es un escándalo que se alteren las normas de votación? ¿Qué medidas concretas se tomaron a nivel diplomático luego del caso Ojeda? ¿No son las reglas electorales y la seguridad nacional uno de los presupuestos más importantes de nuestro sistema democrático?

A pesar de que diversos exponentes del espectro político han esbozado la tesis de un cerco sanitario a sectores de la “ultraderecha”, parece ser que la amenaza real para la estabilidad de la democracia chilena es infravalorar el poder de acción de la izquierda chavista o bien inserta en los poderes del Estado o bien afín a ciertos postulados o estrategias suyos. Algunos, de hecho, se empeñan en seguir pactando con dichas facciones por motivos electorales, la misma DC entre ellas. En este contexto, urge transparentar quiénes están dispuestos a tensionar la democracia y utilizan sólo instrumentalmente al Estado chileno para lograr sus propios fines electorales. En esa línea, el paso que ha dado el Socialismo Democrático al poner en duda su convivencia con el PC parece plenamente justificada. En último término ¿no es inmoral pactar hoy con quienes defienden en pleno siglo XXI una dictadura en régimen como la venezolana?

 

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