China: la amenaza «masiva»
En un movimiento sin precedentes, el jefe del FBI, Christopher Wray, y el de la agencia de inteligencia doméstica británica ( MI5), Ken McCallum, se reunieron en julio para advertir sobre la amenaza «masiva» que, según ambas organizaciones, representa China.
«Constantemente vemos que es el Gobierno chino el que representa la mayor amenaza a largo plazo para nuestra seguridad económica y nacional, y con ‘nuestra’ me refiero a nuestras dos naciones, así como a nuestros aliados en Europa y otros lugares», dijo Wray en una declaración conjunta de ambos directores en la sede londinense del MI5.
«Hoy es la primera vez que los jefes del FBI y del MI5 comparten una plataforma pública», añadió. «Lo hacemos para enviar la señal más clara que podamos sobre un enorme desafío compartido: China».
«El desafío más determinante al que nos enfrentamos proviene del Partido Comunista Chino», afirmó McCallum. «Está ejerciendo una presión encubierta en todo el mundo».
Los dos directores enumeraron lo que consideran las amenazas más importantes que emanan actualmente de China. Así, destacaron que uno de los mayores retos para las economías occidentales es el robo chino de tecnología occidental.
Wray dejó claro que Pekín utiliza «oficiales de inteligencia para acopiar información valiosa del sector privado; multiplicando sus afanes al trabajar extensamente con decenas de cooptados, individuos que no son técnicamente funcionarios del Gobierno chino pero que contribuyen a las operaciones de inteligencia detectando y evaluando nichos de reclutamiento, procurando cobertura y comunicaciones y cooperando en el robo de secretos de otras maneras».
«EEUU no considera prioritario contrarrestar a China en un momento en el que, según dos destacados directores de inteligencia, China es indiscutiblemente la mayor amenaza para los intereses estadounidenses.»
Wray también comentó que el Ministerio de Seguridad del Estado chino utiliza sus oficinas regionales para «dar específicamente con la innovación de las empresas occidentales que quiere saquear». «Y me refiero a empresas de todas partes, ya estén en grandes ciudades o en pueblos pequeños, ya sean compañías de la lista Fortune 100 o start-ups; empresas que se dedican a todo, desde la aviación hasta la inteligencia artificial y la farmacia. Incluso hemos detectado a personas afiliadas a empresas chinas en el corazón de Estados Unidos metiéndose en tierras de cultivo para desenterrar semillas patentadas y modificadas genéticamente, cuyo desarrollo les habría costado casi una década y miles de millones en investigación».
Lo más probable es que Wray se estuviera refiriendo la investigación del FBI contra Mo Hailong, ciudadano chino enviado a Estados Unidos por la empresa china Dabeinong Technology Group, que fabrica productos para la alimentación animal y está estrechamente relacionada con el régimen de Pekín. En Estados Unidos, Hailong recogió miles de semillas de maíz endogámico en campos de Iowa y otros lugares propiedad de las empresas Monsanto y DuPont Pioneer, y luego las envió a China. Asimismo, compró dos granjas en Iowa e Illinois. Finalmente fue condenado a tres años de prisión y a una multa.
China también roba a Occidente a través de la piratería informática. Wray afirmó que Pekín opera un «programa de piratería informática con abundantes recursos mayor que el de todos los demás países importantes juntos». «El Gobierno chino ve la cibernética como la clave para engañar y robar a gran escala», agregó.
Wray subrayó que en la práctica todas las empresas chinas están en manos del Partido Comunista Chino (PCC):
«Para empezar, muchas empresas chinas son propiedad del Gobierno chino, es decir, del Partido Comunista Chino. A menudo esa propiedad es indirecta y no se anuncia. Y las que no son de su entera propiedad están en deuda con el Gobierno de todos modos, ya que las empresas chinas de cualquier tamaño están obligadas a albergar una célula del Partido Comunista, para que no se pasen de la raya. Por lo tanto, cuando trate con una empresa china, sepa que también está tratando con el Gobierno chino, es decir, con el MSE [Ministerio de la Seguridad del Estado] y el EPL [Ejército Popular de Liberación], casi como socios silenciosos.»
Wray advirtió abiertamente a las empresas que no se asociaran con compañías chinas:
«Mantener una ventaja tecnológica puede contribuir más a aumentar el valor de una compañía que asociarse con una empresa china para vender en ese enorme mercado chino… sólo para descubrir que el Gobierno chino y tu socio se han convertido en un competidor chino, respaldado por su Gobierno, que no tarda en competir contigo, no sólo en China sino en todo el mundo.»
Unas palabras tan directas del jefe del FBI deberían bastar para poner fin a cualquier duda sobre los riesgos que las empresas chinas suponen para la seguridad nacional de Estados Unidos. Sin embargo, se está debatiendo la compra por parte del grupo chino Fufeng de unos terrenos agrícolas en Dakota del Norte, a sólo 12 millas de la vital base aérea de Grand Forks. El acuerdo ha suscitado preocupación por si esos terrenos podrían utilizarse para espiar la base, como muy probablemente ha hecho China en otros lugares.
Sin embargo, esa inquietud por la seguridad nacional no han sido suficientes para que se cancele el acuerdo, pese a que la ciudad de Grand Forks anunció que la compañía china compraría los terrenos ya en diciembre de 2021.
Por otro lado, el robo y el espionaje chinos están muy extendidos en el mundo académico, algo que Wray y McCallum sólo mencionaron brevemente. En Europa, por ejemplo, los científicos han estado potenciando a los militares chinos a base de compartir «conocimientos militarmente sensibles con el Ejército chino a gran escala». De la asombrosa cifra de 353.000 colaboraciones científicas entre Europa y China, unas 3.000 tuvieron como protagonista al Ejército chino; se trata de «estudios en que científicos de universidades de Europa Occidental colaboraron con colegas chinos directamente vinculados a un instituto que forma parte del Ejército chino».
A pesar de la enorme amenaza que supone China, el pasado febrero la Administración Biden puso fin a la Iniciativa China del Departamento de Justicia. Ese mismo mes, el jefe del FBI dijo en una entrevista que el espionaje chino se había vuelto tan frecuente en Estados Unidos que el FBI estaba abriendo una media de dos investigaciones de contrainteligencia al día, con más de 2.000 casos ya en marcha.
La Iniciativa China, introducida por la Administración Trump en 2018, ponía el foco en contrarrestar una amplia gama de amenazas chinas contra los Estados Unidos: robo de información y tecnología sensibles, espionaje económico y otras formas de latrocinio de secretos comerciales, actividad cibernética maliciosa, operaciones de influencia extranjera maligna, etc.
En noviembre de 2020, el entonces fiscal general, William P. Barr, declaró:
«En el último año, el Departamento ha dado pasos increíbles para contrarrestar los esfuerzos sistemáticos de la RPC [República Popular China] por aumentar su poderío económico y militar a costa de Estados Unidos. Aunque aún queda mucho trabajo por hacer, el Departamento se ha comprometido a exigir responsabilidades a quienes sustraigan, u obtengan de forma ilícita, el capital intelectual estadounidense que impulsará el futuro.»
Sin embargo, la Administración Biden proclamó que la Iniciativa China dio lugar a «percepciones» erróneas y la clausuró. Según el fiscal general adjunto para la Seguridad Nacional, Matthew Olsen:
«Al agrupar los casos bajo la rúbrica de Iniciativa China, contribuimos a dar una percepción perjudicial de que el Departamento aplica un baremo [distinto] para investigar y perseguir las conductas delictivas relacionadas con ese país o que, de alguna manera, consideramos de forma diferente a las personas con vínculos raciales, étnicos o familiares con China.»
Así pues, añadió Olsen, la Administración utilizaría un «enfoque más amplio que contemple todas estas amenazas [de China, Rusia e Irán] y utilice todas nuestras autoridades para combatirlas».
Muy bien. ¿Dónde está ese enfoque? No era necesario acabar con la Iniciativa China; bastaba con aumentar las investigaciones sobre otras amenazas, lo que presumiblemente debería hacer Estados Unidos de todos modos.
Lo que hizo la Administración Biden al terminar con la Iniciativa China fue enviar a Pekín una inequívoca señal de debilidad. Otra más. En esta ocasión, subrayando que EEUU no considera prioritario contrarrestar a China en un momento en el que China, según dos destacados directores de inteligencia, es indiscutiblemente la mayor amenaza para los intereses estadounidenses.
¿Cabría mandar una señal más peligrosa que esa a un adversario intransigente ?