Chitty La Roche: Un día, pero igual a toda la vida
«Solo lo cotidiano es importante, las cosas sencillas, de todos los días y toda la gente. Cualquier otra viene a continuación.» Pensador cristiano
Al momento de escribir estas notas me encuentro en una clínica caraqueña hospitalizado, luego de haber sido operado de un problema renal. Alguna complicación me ha retenido más de lo previsto y me ha mostrado también el grado de vulnerabilidad en que vivimos los venezolanos y conste que, por fortuna dispongo, como un tesoro, de una póliza de seguros, sin la cual no habría podido atender mi contingencia y menos aún, las complicaciones surgidas por mis condiciones preexistentes.
Debiendo continuar un tratamiento en casa, indagué sobre precios de medicamentos prescritos todos por mis médicos, y pude constatar que de una farmacia a otra, el mismo antibiótico, una ampolla de 1gr, costaba un millón novecientos sesenta mil bolívares o tres millones setecientos noventa y ocho mil en otro expendio. Hay que considerar que debo tomar una ampolla cada ocho horas por nueve días. Saquen ustedes la cuenta, sin agregar aún, el instrumental logístico que la administración del susodicho en vena por 45 minutos cada vez supone, enfermera incluida.
No relato esta odisea personal para victimarme. Yo soy un privilegiado por ese seguro y en un esfuerzo familiar, creo, podremos sortear el lance pero, y me lo pregunto: ¿puede cualquier compatriota lograrlo?
Soy abogado y profesor titular de la UCV. Mi remuneración y el seguro universitario vigente sumados, apenas alcanzaría la cifra de doscientos millones de bolívares que, no sirve en un centro hospitalario promedio, ni remotamente, para costear mi contingencia o para que me admitan, operen y traten. Menos mal que tengo otro seguro decía y repito. Agradezco a Dios que no se trate de una de esas enfermedades catastróficas porque no la podría financiar.
Cabe una interrogante entonces: ¿cuál es el mal que nos aflige realmente a nosotros, a modo de resumen digamos, porque hay también otras carencias y fragilidades severas y la inseguridad sanitaria es solo una de ellas además de la educación, el transporte, el cada día más difícil de asegurar el diario de alimentos equilibrados, la vivienda, los de la renuncia a realizaciones futuras y muchas más?
No hay vuelta de hoja compatriotas. No diré que éramos felices y no lo sabíamos como se oye a menudo, pero hay un informe, Encovi, contundente y categórico, el de la Universidad Católica Andrés Bello, un lujo de investigación y profesionalismo que revela que somos pobres, somos los más pobres del continente, somos míseros.
Entonces conciudadanos que gentilmente me leen, deben como yo saber que, solo si superamos este descalabro, dejaremos de sufrir porque no es hoy o ayer, mañana es la cotidianidad, la rutina de una tragedia que persiste.
El socialismo del siglo XXI es un fracaso que arruinó a un país y para pasar ese cataclismo es menester recuperar nuestra soberanía conculcada por quienes primero con la mentira y luego con las armas nos despojaron.
Cada cual debe pues asumir su cuota o actuamos e imponemos nuestra razón o viviremos muriendo de mengua, tristeza y vergüenza el imperio de la sinrazón ideologizada y mediocre.