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Cómo desmontar el relato victimista de Le Pen tras su condena por malversación

Le Pen, condenada por corrupción | Opinión | EL PAÍS

 

Marine Le Pen, figura destacada del Reagrupamiento Nacional (RN) de Francia, uno de los partidos de extrema derecha más consolidados de Europa, ha sido declarada culpable de malversación de fondos del Parlamento Europeo.

Durante su etapa como eurodiputada, entre 2004 y 2017, Le Pen y su equipo pagaron al personal del partido con fondos que deberían haber ido destinados a los asistentes parlamentarios. El tribunal estima que un total de 2,9 millones de euros de fondos del Parlamento Europeo estuvieron involucrados en los delitos y que Le Pen malversó personalmente 474 000 euros de esa cantidad.

Por este motivo ha sido condenada a cuatro años de prisión, dos de los cuales serían de vigilancia electrónica. Es poco probable que Le Pen vea el interior de una celda durante los otros dos años, ya que está apelando su condena.

Quizás más importante es el hecho de que se le ha prohibido ocupar cargos públicos durante cinco años. Es crucial que la prohibición comience de inmediato, lo que significa que, incluso con una apelación, es muy poco probable que pueda presentarse como candidata en las próximas elecciones presidenciales de 2027.

Para muchos en el RN, la decisión del tribunal es un duro golpe. El partido parece haber perdido a la candidata que creían que iba camino de la victoria en 2027. Sin embargo, otros verán esto sin duda como una oportunidad para desvincular aún más al partido del nombre de Le Pen, tras la muerte del padre de Marine, Jean-Marie Le Pen, a principios de este año.

Este proceso lleva en marcha algún tiempo. Jordan Bardella sustituyó a Le Pen como presidente del partido en 2022 y claramente ha estado esperando y preparándose para esta eventualidad. Las acusaciones contra Le Pen se formularon por primera vez hace muchos años y sus delitos se relacionan con su etapa como eurodiputada entre 2004 y 2017. Él ha sido la opción del plan B durante todo su juicio.

Bardella llevó al RN a la victoria en las elecciones europeas de 2024 en Francia. También logró enviar un número récord de parlamentarios a la Asamblea Nacional después de que el presidente francés Emmanuel Macron convocara unas elecciones anticipadas pocas semanas después.

Sin embargo, el resultado fue algo decepcionante, ya que muchos en la extrema derecha habían comenzado a imaginar a Bardella como primer ministro. Al no cumplir con esta expectativa, su liderazgo ha sido objeto de un mayor escrutinio. Su reacción al ostracismo de Le Pen será observada con atención.

Hacerse la víctima

En general, es una buena noticia ver que la corrupción se toma en serio y que se hace justicia. Sin embargo, la condena de Le Pen llega tras años de malversación de fondos que han permitido a la extrema derecha ganar fuerza. Todo esto ha ocurrido a espaldas de un sistema que ha prometido destruir. Como tal, parece demasiado poco y demasiado tarde.

Además, esta decisión, y el hecho de que esté vinculada a la Unión Europea, probablemente alimentará la típica propaganda de la extrema derecha en el ámbito nacional. Le Pen y el partido se harán pasar por víctimas, culpando de la condena a una amplia conspiración organizada por algo parecido al Estado profundo que opera a través de Bruselas.

Los profundos niveles de desconfianza en las instituciones públicas y en la política convencional probablemente desempeñen un papel en este caso. Le Pen intentará presentar la decisión de un tribunal independiente como el asesinato político de la “defensora del pueblo”.

Podría convertirse en una mártir, convirtiendo su causa en una revuelta contra “el sistema”. Bardella ya ha dicho que la condena de Le Pen equivale a la “ejecución” de la democracia.

Sin embargo, resulta crucial que este resultado no sea inevitable. Que esa narrativa se imponga es una elección que está en gran medida en manos de los actores de la élite dominante. Por lo tanto, aquellos que tienen un acceso privilegiado para dar forma al discurso público, como periodistas, políticos y expertos, desempeñarán un papel clave.

En lugar de dar un lugar de honor a Le Pen y a la extrema derecha en una cobertura sensacionalista tentadora, los principales medios de comunicación deben recurrir a un análisis serio. Esto implicaría quitar el foco de atención de los individuos y ponerlo en los temas más amplios que están en juego, lo cual disminuiría la posibilidad de que se afiance una narrativa de victimización.

Más allá de ofrecer una imagen precisa del caso en sí, una buena cobertura debería centrarse principalmente en la política y no en el espectáculo que la RN inevitablemente intentará construir como táctica de distracción.

Esto significaría comprometerse seriamente con lo que la RN realmente propone como modelo de sociedad: uno que no esté en contra de la “élite” y a favor del pueblo, sino simplemente a favor de una élite diferente que tome el control al frente de un estado autoritario de arriba hacia abajo.

 

Marine le Pen and Jordan Bardella
Le Pen con el presidente del partido, Jordan Bardella. EPA/Teresa Suarez

 

Esto permitiría entonces a los votantes comprender que la extrema derecha no está de su lado, sino del lado del poder, la riqueza y las jerarquías. Aquellos que se oponen a tal toma de poder podrían contribuir en cierta medida a reparar el daño que se ha hecho al asociar descuidadamente a estos partidos con el “populismo”.

Por último, una buena cobertura también significaría no dar pábulo a la agenda de la extrema derecha y sus temas favoritos. Si los políticos –de izquierda, derecha y centro– no hubieran utilizado continuamente a la extrema derecha como una distracción de sus propios fracasos para abordar las numerosas crisis a las que se enfrentan sus países, esta no sería tan poderosa como parece.

Como muestran las encuestas de opinión, cuando se pregunta a la gente cuáles son sus mayores preocupaciones personales, los temas centrales de la extrema derecha, como la inmigración, ocupan un lugar secundario. En su lugar, se da prioridad a cuestiones que requerirían medidas radicales para hacer frente a la inseguridad económica y social.

La extrema derecha no ofrece nada para abordar estas cuestiones, solo división para que los ciudadanos se sientan impotentes para luchar. Ahora que Le Pen está fuera de juego, es un buen momento para volver a centrar la agenda en la democracia y la esperanza.

 

 

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