Comunidades cubanas reciben ayuda de sacerdotes católicos en medio de la crisis: ‘se nota el cansancio y la angustia’
Cuatro curas franceses intentan paliar la falta de comida y medicamentos en Placetas, 'lugar de nacimiento de Miguel Díaz-Canel'.
Los sacerdotes católicos ayudan a los cubanos en plena crisis económica y cuando escasean alimentos, medicamentos y otros muchos productos. Cuatro sacerdotes franceses de la comunidad de San Martín llevan 15 años en Placetas, Villa Clara, y ahora su ayuda «es más que bienvenida», informó la agencia francesa AFP.
«En Cuba, la Iglesia pone un pie en la puerta para mantenerla abierta. La idea no es hacer proselitismo ni buscar salir adelante, sino ayudar de verdad», dice el sacerdote Jean Pichon, de 38 años.
«Cuba atraviesa su peor crisis económica en treinta años, con una grave escasez de alimentos y medicamentos. Placetas, lugar de nacimiento del presidente Miguel Díaz-Canel, no es una excepción», reseña AFP.
Los sacerdotes en Placetas tienen tres guarderías, cinco comedores, un centro de apoyo escolar, un internado y un hogar de ancianos. El comedor de beneficencia sirve dos veces por semana, una biblioteca está abierta a todos y una pequeña farmacia gratuita es abastecida por donaciones y medicinas traídas de Francia. Servicios normalmente bajo el monopolio del estado cubano, agrega la citada fuente.
«Tengo 53 años y esta es la peor situación que he conocido. Mi madre solo tiene 20 días de comprimidos y no se encuentra su medicina. Sin ella no puede caminar. Yo sufro de lupus y no tengo más tratamiento», dice Tania Pérez, una cubana que alquila una habitación a turistas.
El padre Grégoire de Lambilly, de 28 años, cuenta que las colas en las farmacias son peores en los pueblos más pequeños. «Un señor me dijo que llevaba cuatro días en la cola para recibir los medicamentos que iban a llegar. Todos tienen problemas de salud, presión arterial alta, diabetes… y no hay lo que se necesita para ellos», dice.
Los sacerdotes se mueven por el campo durante toda la semana para consolar a su comunidad dispersa en cuarenta aldeas. Van en bicicleta, motocicleta o incluso en carro tirado por caballos, «pero siempre con sotana», narra AFP.
En el comedor de beneficencia del pequeño pueblo de Báez, en el corazón del campo, 37 habitantes vienen todas las semanas a comprar comida para llevar en una gran casa de madera que también sirve como guardería. «Tengo una lista de espera de ocho personas necesitadas pero los precios han subido mucho y algunos alimentos son imposibles de encontrar», dice la gerente Maricel García, de 64 años.
La Iglesia Católica ante la desconfianza del Gobierno
El obispo de Santa Clara, monseñor Arturo González Amador, dice que «la Iglesia no puede ni ha querido quedarse encerrada en sí misma en un momento muy difícil para Cuba». Sin embargo, aclara que «no estamos creando una estructura paralela al Estado, estamos dando apoyo».
El padre Jean Pichon recuerda que «al principio había mucha desconfianza (de las autoridades), quizás un poco de miedo: ¿por qué se están metiendo los sacerdotes en esto?»
La Iglesia Católica ha vivido durante mucho tiempo una relación complicada con la revolución socialista que encabezó Fidel Castro: en 1961, sus obras sociales (escuelas, dispensarios…) fueron confiscadas por el Estado, ansioso por tener el control de los pilares revolucionarios: la educación y la salud. El ateísmo se convirtió oficialmente en la regla, poniendo a los sacerdotes al margen de la sociedad. Más de 130 sacerdotes fueron expulsados, reseña AFP.
«Durante la revolución yo tenía ocho años. Y ahí es donde empezaron las dificultades porque había mucha presión del Gobierno para vaciar las iglesias», recuerda José Ignacio García, de 70 años, diácono permanente y director de Cáritas, la rama caritativa de la Iglesia, en Placetas.
Para García y su esposa fue una pesadilla encontrar un trabajo porque eran abiertamente religiosos.
AFP apunta que las relaciones entre el Estado cubano y la Iglesia Católica «se han calmado desde la visita del Papa Juan Pablo II en 1998, pero el pasado ha dejado su huella. El país de 11,2 millones de habitantes tiene sólo 300 sacerdotes, la mitad extranjeros. Se estima que el 60% de los cubanos se bautizan pero solo el 2% va a la iglesia.
La Iglesia llega hoy a los cubanos a través de su acción social: en 2020, Cáritas tenía 40.000 beneficiarios, frente a 33.000 en 2014. «Una forma de compensar las deficiencias de los servicios públicos del Estado, que al mismo tiempo dice que quiere poner fin a su política de subsidios«, detalla la citada fuente.
Cáritas Cuba tiene 600 filiales locales. Según su directora, Maritza Sánchez, en los cubanos se nota «el cansancio y la angustia ante tanta incertidumbre ligada a la continuación de la pandemia de Covid-19 y al agravamiento de la crisis».
«Solo hay que salir a la calle para ver las colas. Solo escucha las conversaciones», dice el padre Jean Pichon en Placetas.