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Comunistas y medinistas juntos por la democracia

 

 

El quinquenio inconcluso de la administración medinista logró conducir al país hacia niveles superiores en el orden político, económico y social. Continuó con la obra iniciada en el gobierno anterior. Al querer brillar con luz propia, tomó decisiones audaces y con estilo diferente al de su antecesor. Evitó ser percibido como el brazo ejecutor de López Contreras. El andinismo monolítico no fue posible durante su mandato.

Avanzó en la consolidación institucional del Estado. Mejoró sustancialmente la relación del poder con sus adversarios. La presión por acelerar los cambios continuó. El proceso democrático se desarrolló “sin prisa pero sin pausa”. Siempre conservando el orden y la paz ciudadana. No recurrió al expediente de la persecución, la cárcel o el exilio, para enfrentar la disidencia.

El proceso de cambio continuó a un ritmo conservador. Como lo entendía el célebre crítico a la Revolución Francesa, el irlandés Edmund Burke. Llevar a cabo las transformaciones necesarias con prudencia, en tramos cortos y de manera progresiva. Aplicar este procedimiento no podía convertirse en una “excusa para no hacer absolutamente nada”. Sugería ser lento pero sin detenerse. Agregar los cambios al desarrollo institucional del país “una vez que se hubiese demostrado, mediante la experiencia y la necesidad” su viabilidad. Es decir, una concepción gradual de los procesos. Incómoda para quienes presionaban por acelerar las innovaciones en el ámbito de la participación ciudadana.

Isaías Medina Angarita llegó a Miraflores marcado por señalamientos injustos sobre su manera de pensar y actuar. La mayoría de estas conjeturas se disiparon apenas comenzó su mandato. Creció el libre debate de ideas en la prensa y se multiplicó el número de organizaciones partidistas y gremiales. Pronto demostró con hechos su rechazo al nazismo y al fascismo. Igual que su antecesor, dejó de usar el uniforme militar, para siempre vestir el civil. Desde el primer mensaje a la nación, se comprometió a defender “los principios liberales y conquistar definitivamente la democracia verdadera”. Entregar el poder a su legítimo sucesor, según lo pautado en la Constitución.

Los comunistas, impedidos de actuar por las restricciones legales establecidas en el inciso VI del artículo 32 de la Constitución, una vez juramentado el nuevo Presidente, tomaron la calle. Emprendieron una intensa movilización por todo el país. Centraron su atención en los estados petroleros. Realizaron asambleas públicas y organizaron sindicatos. Declaraban a viva voz sus simpatías por el marxismo leninismo. Todo, bajo la mirada condescendiente de Miraflores.

En agosto de 1941 proceden a crear un partido con el nombre de Unión Municipal. Fue una manera de evadir prohibiciones constitucionales y participar en las elecciones con sus propios candidatos. Esta fórmula tuvo sus réplicas en la provincia. En el Zulia, tomó el nombre de Liga de Unificación Zuliana y en el resto de los estados las llamaron Unión Popular. El anuncio público sobre las actividades de este nuevo movimiento, lo hicieron en el Teatro Colón de Caracas, la mañana del 12 de octubre de ese mismo año, ante una concurrencia de mil personas, según estimación de un testigo directo del evento: Juan Bautista Fuenmayor.

Desde un primer momento manifestaron su disposición a colaborar con el gobierno. El contexto internacional facilitó el camino del acercamiento. Con la entrada de la Unión Soviética a la II Guerra Mundial, en junio de ese año, los partidos comunistas obedientes a Moscú, adelantaron una política de alianza que llamaron de Unidad Nacional. En esta línea de acción cabían todos los actores enfrentados a las potencias agresoras comandadas por Hitler.

Luego vino el ataque aéreo a Pearl Harbor en diciembre de ese mismo año. En respuesta, Estados Unidos le declaró la guerra a Japón, Alemania e Italia. El primero de enero de 1942, el presidente Medina le anunció al país la ruptura de relaciones diplomáticas con las naciones antes mencionadas. De aquí en adelante, el conflicto bélico mundial se hizo más presente en la vida nacional y se convirtió en referencia obligada para justificar o rechazar las conductas políticas desarrolladas por las distintas organizaciones partidistas.

El Partido Comunista de Venezuela durante el régimen medinista, hasta su legalización en 1945, funcionó bajo una clandestinidad tolerada. Nunca llegó a convertirse en una fuerza de arrastre popular. Se nutrió de cuadros provenientes del movimiento sindical y de las luchas campesinas. La mayoría de sus destacados líderes eran periodistas o abogados. Su primer acto de masas lo realizó el 8 de junio de 1942. Usó como fachada, para la convocatoria del evento, a Unión Municipal. Solo tomaron la palabra miembros del Buró Político: Carlos Irazábal, Miguel Otero Silva, Rodolfo Quintero, Fernando Negretti y lo clausuró Juan Bautista Fuenmayor. Desde 1936, ninguno de estos oradores habían podido participar en actos públicos por ser defensores de las ideas marxistas-leninistas.

Las primeras frases de Irazábal fueron para ratificar sus ideales, principios y convicciones. Es decir, le advirtió a la audiencia y a los periodistas presentes que, seguía siendo comunista. Dedicó buena parte de la arenga a elogiar al primer mandatario. Resaltó su voluntad democrática y agradeció el impulso dado a la libre actuación de las diferentes corrientes del pensamiento. Al mismo tiempo, reclamó la eliminación de la Ley de Orden Público y pidió el sufragio universal, directo y secreto para elegir al Presidente de la República.

Los otros oradores siguieron la misma pauta. Otero Silva no hablaba en público desde hacía seis años. Se refirió a la guerra civil española y a la lucha contra el fascismo. Dibujó a este movimiento como “Hordas de oscurantismo, de brutalidad y de muerte, que pretenden detener el avance de la humanidad hacia etapas de superación…”. Al referirse a la guerra, enfiló su discurso contra Hitler y condenó el sorpresivo ataque a la Unión Soviética. Exaltó la respuesta dada por un “ejército dispuesto a morir por su patria y sus principios” y contaba con Stalin “un genio dirigente, como teórico, como militar y como realizador”. Tales expresiones, según la reseña periodística, recibieron “grandes aplausos y aclamaciones”.

Rodolfo Quintero, en clara alusión a la legalización de AD, comenzó diciendo: “no hemos rectificado, ni pública ni privadamente, nuestra ideología”. Resaltó la lucha librada, en términos bélicos, contra el nazi-fascismo. Defendió la política de colaboración con el gobierno y consideró al Presidente como el “líder lógico” y “dirigente del gran frente de Unidad Nacional”. Pidió eliminar el inciso VI por divisionista y reaccionario.

En su condición de secretario general del PCV cerró el acto Juan Bautista Fuenmayor. Demandó la organización de un “gran partido de la burguesía consecuentemente democrática” capaz de enfrentar al imperialismo y que “no tuviera miedo a las masas” Concluyó con esta cita de Stalin: “Debemos actuar no solamente organizados, sino también unidos, porque los intereses de nuestro pueblo están por encima de todas las mezquindades partidistas. Los hombres y los partidos somos transitorios, perecederos; ¡Solo el pueblo es Inmortal!”.

El 27 de abril de 1943, Medina Angarita en su mensaje al Congreso rechazó ser rotulado como de izquierda, derecha o centro. Le era suficiente con ser considerado un demócrata. Ese mismo año, el movimiento de los Partidarios de la Política del Gobierno se trasformaron en Partido Democrático Venezolano (PDV). La prensa recogió el debate sobre esta iniciativa. Hubo defensores y detractores. La mayoría de los comunistas agrupados en Unión Municipal le dieron su respaldo. Sin embargo, una minoría manifestó su desacuerdo. Entre otros, Gustavo Machado, Rodolfo Quintero, Miguel Otero Silva, Carlos Augusto León, Guillermo Mujica y Alfredo Conde Jahn.

El grupo antes mencionado fue el más entusiasta promotor de la fundación de un partido, sustituto de Unión Municipal. El 13 de marzo, en Caracas, un nutrido grupo de comunistas se reunieron en una casa ubicada entre las esquinas de Muñoz a Piñango y aprobaron el Acta Constitutiva de Unión Popular Venezolana (UPV). En su larga exposición del programa, dieron prioridad a las elecciones libres, universales, directas y secretas para elegir Presidente de la República, diputados al Congreso y representantes a las Asambleas Legislativas y Concejos Municipales. Incluido el derecho a participar de todos los venezolanos mayores de 18 años.

El 5 de mayo de 1945 se promulgó la reforma constitucional. Se eliminó el inciso VI del artículo 32 de la Constitución que prohibía las actividades de los comunistas. Ese mismo día, en un apartamento situado de Pelota a Punceres, se reunió la dirección del partido encabezada por Fuenmayor y aprobaron el acta constitutiva del PCV.

No cabe duda de la voluntad tolerante del Presidente Medina. Aceptó y cultivó el apoyo de los comunistas desde el primer día de su mandato. Defendió la participación de todas las corrientes ideológicas como la mejor manera de avanzar hacia modernización y democratización del país.-

 

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