Con la salud a cuestas
Inspirada en el oído, un equipo científico ha desarrollado una fibra acústica entreverada en la vestimenta, cual micrófono capaz de detectar la voz humana y los latidos del corazón, que dará paso, eventualmente, a sensores portables para el monitoreo de nuestra salud mediante un diagnóstico precoz, un tratamiento personalizado y la vigilancia de las enfermedades crónicas.
Es una de las noticias que recoge la prensa especializada, anunciadora de una formidable revolución en la atención médica. De relojes inteligentes, pulseras y rastreadores que salvarán vidas, cada vez de manera más económica, registrando más de 7.500 variables fisiológicas y conductuales.
Los portables –afirma NATURE– pueden detectar cambios muy sutiles en el organismo, aliviando las dolencias o permitiendo un tratamiento de menor costo; en psiquiatría, asisten a la evolución del paciente a través del uso de su smartphone; pequeñas pulseras que predicen el ciclo menstrual pueden facilitar el embarazo y detectar la concepción antes de una semana de ocurrida y prescribir ejercicios para prevenir caídas y miembros quebrados, anunciadores del Parkinson.
Individualidad, no masificación, será la norma mediante algoritmos que transforman el ingente volumen de datos en recetas y dietas a la medida, como los experimentados en Alemania que redujeron la mortalidad y los periodos de hospitalización, y previniendo un flagelo como la diabetes, al introducir cambios en la cotidianidad de las personas propensas, con el lógico alivio de los presupuestos nacionales, como en el caso de los Estados Unidos que soporta gastos anuales superiores a los 280 millardos de dólares.
Y las perspectivas son tan auspiciosas como jugosos los beneficios en puertas, cuando se sabe que el número de doscientos millones de equipos vendidos en 2020 se duplicará en apenas cuatro años y que, en breve, la pulsera que integra la vestimenta de uno de cuatro estadounidenses medirá en forma no invasiva los niveles de glicemia, alcohol e hidratación, alertando de diversos achaques inflamatorios de hígado y riñones cuya detección siempre exigió laboriosos exámenes de sangre.
Riesgos existen, por supuesto, del empleo abusivo de los datos personales y la posibilidad de que la nueva tecnología quede al margen de los sectores marginales de menores recursos que más lo requieren, sin hablar de los problemas burocráticos que traerá aparejados y los controles que serán necesarios para asegurar su idoneidad y eficiencia.
Son retos que, sin embargo, bien valen el esfuerzo que podría asegurar a los atletas el bienestar que comprometen en los deportes de contacto, como el fútbol inglés, el boxeo y las artes marciales, fuente habitual de traumatismos cerebrales que son irreversibles y producen síntomas similares a los del Alzheimer.
Así aconteció en la Copa Mundial de Rugby, celebrada en Japón en 2019, donde la subjetividad de las repeticiones de video que los médicos utilizaban para decidir la salida de algún jugador tras un choque severo, fueron sustituidas por escudos protectores de dientes, lengua y encía y sensores adheridos al cráneo, proporcionando un seguimiento preciso de las conmociones en el cerebro de los competidores.
Dispositivos como éste, producidos por una firma británica, captan el movimiento de las fuerzas lineales y de rotación y las transmiten por ondas de radio en tiempo real a los jueces de línea o entrenadores, alertando de cualquier anomalía, y el próximo paso será incorporar otras variables, como la temperatura corporal, el ritmo cardíaco y el nivel de stress, susceptibles de amenazar la vida de atletas cuya cotización en el mercado explica, desde luego, la vigilancia ante cualquier contratiempo fatal.
Varsovia, junio de 2022.