Crece el respeto por las ballenas
Y es que un equipo de la Universidad Estatal de Campinas, en Sao Paulo, Brasil, determinó que aquellas evolucionaron hace 50 millones de años, como otros cetáceos, a partir de pequeños ancestros terrestres, gracias a cuatro genes estimulantes del crecimiento que, de modo sorprendente, también mitigan los riesgos del cáncer, uno de los efectos potencialmente negativos derivados de sus colosales dimensiones.
Argumentos contundentes, en suma, contra el bocazas de Rejkiavik que ve amenazado el ganapán que lo sustenta desde el remoto día de 1956 en que salió a faenar en el pesquero familiar, por la reacción del gobierno, aunque tardía, a las presiones internacionales y de su misma población.
PLANETA VITAL reseñó hace cinco años el rechazo a los planes del gobierno islandés de eliminar más de dos mil ballenas en el periodo que vence precisamente ahora, apoyándose en presuntas investigaciones que mostraban la recuperación de la especie. Contra el señalamiento de los ambientalistas de que los ingresos derivados de la observación turística casi duplicaban los producidos por la captura de los colosos marinos.
Desde entonces la demanda mundial de su carne ha seguido en descenso –sobre todo en Japón, mercado principal de los islandeses- y después que en febrero de 2022 la ministra de pesca declaró que había pocas razones para permitir una cacería tan controvertida por la opinión mundial y aprobó normas de control más estricto.
Loftsson opina, sin embargo, que el ballenero es un un negocio como cualquier otro y que lo mantendrá mientras lo permita la existencia de ejemplares, en sintonía con un sector cada vez más reducido de sus compatriotas, que lo estiman entrelazado íntimamente a su tradición cultural, hasta asociarlo con el patriotismo y el nacionalismo.
El momento definitorio se aproxima porque las autoridades han indicado que podrían no renovarle este año la licencia de explotación que, según la responsable del ramo, pertenece más al pasado que al futuro de la vida nacional.
Entonces sólo quedaría el Japón como enemigo irreductible de la especie ballenera, tras anunciar en diciembre de 2019 su retirada de la comisión internacional y proseguir lo que un informe del Animal Welfare Institute calificó de “vergonzosa historia” del siglo XX, que vio perecer alrededor de tres millones de cetáceos, diezmando en 20% la población de cachalotes y hasta un 90% de ballenas azules.
También allí han aducido razones históricas y culturales a favor de tal comercio, aprovechando áreas grises de la legislación protectora, arropándolo bajo un manto científico incluso en zonas como el santuario de la Antártida, mediante una tecnología militar que hace prácticamente imposible su intercepción.
En enero de 2018, PLANETA VITAL se hizo eco de la denuncia de que los japoneses dificultaban el bloqueo de las ong internacionales al duplicar el área del Océano del Sur donde operaban, dotando a su flota de los medios de origen militar que les permitían conocer con exactitud dónde se hallaban los grupos ecologistas y equiparando legalmente a un acto terrorista el acercarse hasta quinientos metros de sus buques balleneros.
Razones económicas, culturales y geopolíticas explicaban un tal empecinamiento contra la tendencia mundial a favor de una especie vulnerable en peligro de extinción igual que el propósito de Tokio de mantener su presencia en esas aguas al momento de renegociar !en 2048!, el Tratado de la Antártida.
Pero, en todo caso, al igual que en Islandia, estamos ante una rebeldía anacrónica y cada día más aislada, mientras crece en el mundo el respeto por esos monstruos descomunales y surgen las más variadas iniciativas ambientalistas para preservar su majestuosa presencia como tótems de fraternidad universal.
Varsovia, enero de 2023.