Crece la presión sobre Schulz (SPD) para que apoye a Merkel y evite nuevas elecciones
Todas las miradas están puestas en la socialdemocracia alemana (SPD). Es el partido que tiene la llave para desbloquear la crisis política alemana, que mantiene en vilo a Europa tras el fracaso de las negociaciones para formar una coalición gobernante, y cuya onda expansiva impacta ahora de lleno en el SPD. Ellos solos se metieron en un callejón de difícil salida al negarse categóricamente a repetir una Gran Coalición con la canciller Angela Merkel, con la idea de reconstruirse en la oposición tras su histórica derrota electoral en septiembre. Pero según arrecia la presión, el nein socialdemócrata se reblandece.
El jefe de filas del SPD, Martin Schulz, se reunió este jueves con el presidente alemán, Frank-Walter Steinmeier, en un encuentro crucial para empezar a vislumbrar una salida a la crisis alemana. La reunión con el presidente en el palacio de Bellevue duró 70 minutos, después de los cuales Schulz acudió directamente a la Casa de Willy Brandt, el cuartel general del partido en Berlín, sin que trascendiera el contenido de la conversación. Allí, el que fuera presidente del Parlamento Europeo se reunió con la dirección del SPD, crecientemente descontenta con la marcha del partido.
En las últimas horas crecen las voces que defienden, no necesariamente una Gran Coalición pero sí tal vez apoyar, por ejemplo, un Gobierno de minoría —algo así como una Gran Coalición light—. Los diputados socialdemócratas partidarios de flexibilizar el no con el fin de evitar unas nuevas elecciones se cuentan ya por decenas, según publicaba ayer la prensa alemana.
Desde principios de semana, el presidente se ha ido reuniendo con los partidos para tratar de evitar la temida repetición de unas elecciones que se calcula podrían celebrarse en Semana Santa. El nuevo Ejecutivo se formaría consecuentemente en verano. Teniendo en cuenta que las elecciones se celebraron en septiembre pasado, ir de nuevo a las urnas supondría un vacío político de casi un año en la capital que en buena medida rige el destino de Europa. La misión de Steinmeier es evitar ese escenario a toda costa.
La madrugada del lunes colapsó el proyecto de coalición de Gobierno tripartito capitaneado por el bloque conservador de Merkel y en el que participaban también liberales y Verdes. La pelota acabó de rebote en el tejado de los socialdemócratas, los únicos capaces de sumar con la CDU/CSU una mayoría suficiente para formar Gobierno y evitar, de esa forma, una temida repetición de comicios.
“Esta es una cuestión existencial para nuestro partido. Nos jugamos desaparecer, como en Grecia, o como en Holanda; nos jugamos el futuro de un partido que tiene 144 años”, reconoce a EL PAIS el veterano diputado socialdemócrata Axel Schäfer. Se define como perteneciente al ala izquierda del partido y, como la mayoría de diputados del SPD, no quiere saber nada de una nueva Gran Coalición con el bloque conservador de la canciller, porque sostiene: “Hemos tenido muy malas experiencias con Merkel. Yo defendí la Gran Coalición en 2013, pero fue un error. Al final, ella siempre es la que gana las elecciones”.
Pero sí defiende “tolerar” un Gobierno en minoría conservador con acuerdos en áreas de consenso como la política exterior. “Estoy en contra de unas nuevas elecciones. Nos han elegido para cuatro años, no para cuatro semanas”, añade Schäfer, quien reconoce que la situación es muy incierta. “Por primera vez en 40 años no sé qué quiere la mayoría de mi partido”.
El problema es que hasta ahora Merkel se ha negado a contemplar la opción de un Ejecutivo en minoría, inédita en Alemania y que considera una fuente de inestabilidad. “Este es un país estable, con miles de personas trabajando para el Gobierno. Funciona. Esto no es la República de Weimar, no son los años veinte”, dice Schäfer, en alusión al periodo de fuerte inestabilidad política que precedió al nazismo.
Dilema mayúsculo
El dilema del SPD es mayúsculo en estas circunstancias. Si aceptan participar en una Gran Coalición su credibilidad quedará muy tocada, después de haber jurado en todos los idiomas posibles y desde el minuto uno en que conocieron el resultado electoral, que no lo harían. Y, si rechazan apoyar a Merkel, serán los culpables de que Alemania tenga que celebrar de nuevo unas costosas y dilatadas elecciones, cuyo resultado además se prevé en principio similar al actual y que, por tanto, situaría previsiblemente al SPD en idéntico dilema: Gran Coalición sí o no.
En unos nuevos comicios, la posibilidad de que Schulz ya no sea el candidato va en aumento, según confirman fuentes del partido. Dentro de dos semanas, el SPD celebrará su congreso, en el que el expresidente del Parlamento Europeo debería ser reelegido.
Los socialdemócratas han salido escaldados de las grandes coaliciones que han mantenido con Merkel (de 2005 a 2009 y de 2013 hasta hoy), a la que consideran la canciller atrapalotodo. Dicen que acapara e invisibiliza al socio minoritario y se apunta los tantos ajenos. Pero sobre todo creen que la Gran Coalición ha contribuido a que el proyecto político socialdemócrata se desdibuje. Que los ciudadanos ya no sean capaces de distinguir entre conservadores y socialdemócratas porque los dos grandes partidos han venido actuando en bloque y han compartido programa.
Sienten que solo en la oposición serán capaces de reconstruirse y emerger después de la derrota histórica (20,5% de los votos) de las últimas generales. Argumentan también que los votantes han emitido un mensaje claro: que no quieren más a la Gran Coalición que, ante la ausencia de una fuerza opositora al Gobierno, ha contribuido a oxigenar a la extrema derecha Alternativa por Alemania (AfD), de modo que esta ha logrado entrar en el Parlamento federal por primera vez desde la Segunda Guerra Mundial con el 12,6% de los votos.
“Después de las elecciones, Schulz dijo que no quería otra Gran Coalición. Si ahora acepta una, desatará un gran debate sobre si controla el partido y sobre su credibilidad”, interpretaba ayer el politólogo Thorsten Faas en un encuentro con periodistas.