Cristina no es Lula, pero está cercada
Cristina Fernández de Kirchner y Julio De Vido, en 2014. (AFP)
El peronismo habilitaría en el Senado el pedido de desafuero para que se allanen los domicilios de la ex presidenta.
El Gobierno ha errado en sus dos años largos de gestión con la política económica. Intenta revertir el rumbo antes del 2019 electoral. Los aportantes truchos en la campaña de Buenos Aires de Cambiemos no son una operación política en contra de María Eugenia Vidal. Como Marcos Peña, el jefe de Gabinete, afirmó en Diputados. La gobernadora es consciente de esa realidad. El kirchnerismo en tres mandatos construyó una inédita matriz de corrupción con fondos públicos. Que empezó con Néstor Kirchner y continuó con Cristina Fernández. Las impactantes revelaciones de los llamados “cuadernos de las coimas” afianzan aquella conclusión. Ninguna cosa puede tapar a la otra. Ni la flaca economía a la corrupción K, ni ésta a las desgracias económico-sociales. En esa inestabilidad cargada de imponderables se bambolea la Argentina.
El problema es de alta complejidad porque existe una sociedad y una dirigencia parcelada. Proclive a ver en la mayoría de los casos sólo una de las caras de la moneda. El sayo puede caberle también, a veces, a los medios de comunicación. Son una parte de aquel conjunto y del problema. En la medida que no se encuentre salida a la encrucijada, el país podría exponerse a un agravamiento de su política líquida y un sistema institucional que funciona con excesivas deficiencias.
La divulgación de los “cuadernos de las coimas”, la actuación del juez Claudio Bonadio y el fiscal Carlos Stornelli, y el foco de la corrupción colocado sobre la ex presidenta, Julio De Vido y empresarios de la “década ganada” que participaron de la obra pública, inducen a buscar un reflejo en el espejo de Brasil. También, porque los propios implicados lo hacen con el afán de aferrarse a una victimización. En la pretendida comparación sería necesario barrer mucha maleza.
El kirchnerismo viene refiriendo desde hace rato a tal asociación. Para equiparar a Cristina con Lula. Tal vez también ahora a Bonadio con el juez Sergio Moro que destapó en Brasil la trama mugrienta que tuvo desde hace años –incluso antes de que el PT llegara al poder—dos usinas: la estatal Petrobras, de hidrocarburos, y la gigantesca constructora Odebrecht. Bonadio no parece Moro. El matrimonio Kirchner articuló un mecanismo corrupto a través de una red de amigos que abrazó luego a empresarios ligados al mundo de la energía y la obra pública. Donde Carlos Wagner, el detenido ex titular de la Cámara Argentina de la Construcción, puede ser asimilado con Marcelo Odebrecht, CEO de aquella organización brasileña. Existe otro balance distinto: el circuito de Lula estuvo dirigido al financiamiento de la política del PT y de la oposición. No al enriquecimiento personal. Aunque está preso por haber aceptado un soborno –un departamento triplex—que mirado desde nuestra realidad equivaldría a una propina.
Ese detalle, precisamente, es esgrimido por el kirchnerismo para exhibir a Lula como un perseguido. Hasta un proscripto para las elecciones de octubre. Un paraguas ideal para resguardar también a Cristina. Un comité integrado por Celso Amorín, ex canciller de Lula, Carlos Ominami, dirigente chileno, y Alberto Fernández, ex jefe de Gabinete K, estuvo la semana pasada con Francisco en el Vaticano considerando la situación de Brasil y la Argentina. No se supo si en la charla se volcaron, a propósito, argumentos inválidos y peligrosos para la equidad básica de cualquier democracia que se suelen aplicar a Lula y a Cristina: sus niveles de popularidad. ¿La popularidad debiera ser, entonces, certificado de impunidad?
Tal libreto se deshoja no bien se lo toca. En Brasil están detenidos decenas de empresarios y políticos sin popularidad. Incluso el frágil actual presidente, Michel Temer, lejano al PT, es acechado por la Justicia. Aquí naufraga además otra hipótesis que encanta a Cristina y fue desarrollada en las últimas horas por Juan Grabois, el dirigente de la Confederación de Trabajadores de la Economía Popular (CTEP). Cercanísimo a Francisco. El abogado denuncia la confabulación de intereses judiciales, financieros y mediáticos en perjuicio de líderes populares. Razonamiento que agrada al Papa.Grabois coloca en la proa a Lula aunque lo enlaza con Rafael Correa, de Ecuador, y la misma Cristina. Para darle una pretendida homogeneidad ideológica. Omite otros episodios: por las secuelas del escándalo en Brasil cayó el mandatario de Perú, Pedro Pablo Kuczynski. El ex mandatario Alejandro Toledo es ahora sometido a la extradición desde EE.UU. con dictado de prisión preventiva. Ninguno de los dos tiene parentesco con el progresismo. Tampoco, las secuelas que se dieron en Colombia, México y Panamá. Sería la demostración de que los problemas de muchas democracias en América latina no poseen relación con las ideologías sino, en especial, con la indecencia.
Aquel desarrollo con el cual comulga el kirchnerismo alude a una supuesta guerra judicial. El denominado Lawfare. Cristina tiene varios borradores escritos, en ese sentido, que en algún momento se tentó de convertir en libro de su autoría. A fin de parangonarse con el caso de Lula. Aunque consejos que pidió a especialistas cercanos la hicieron desistir.
También la observación en aquel mundillo sobre el episodio Lula estaría impregnada de cierta banalidad. Es verdad que el líder del PT está preso sólo por un soborno. Pero tiene otros siete procesos en marcha. Su condena fue dejada firme con votación estrecha (6 a 5) por los jueces del Supremo Tribunal. Cinco de los que votaron en contra de Lula habían sido designados por el ex presidente y su sucesora enjuiciada y destituida, Dilma Rousseff. El procedimiento contrastó con los hábitos de la Corte Suprema argentina: cada uno de aquellos magistrados debió fundamentar en público y por televisión las razones de sus votos.
Mauricio Macri y Cambiemos cometerían un error si creen que la bomba de los “cuadernos de las coimas” kirchneristas aliviará sus dificultades. Primero, porque tirando de la primera cuerda de la causa se llega a un detenido –Javier Sánchez Caballero—que fue gerente de IECSA, la empresa de Angelo Calcaterra, primo del Presidente. Y faltan muchísimas cosas. Segundo, porque recién comienza la travesía del desierto que, desde el punto de vista económico, va a representar el segundo semestre. El aspecto que más duele e interesa al promedio de los ciudadanos.
Puede conformarse, sin dejar de correr riesgo, con una pequeñez. Cualquier golpe a la corrupción kirchnerista ayuda a plasmar una de las escasas promesas cumplidas de su campaña. Aunque en este caso los méritos hayan sido ajenos. En gran parte por una investigación periodística y la nobleza de su autor, que prefirió sacrificar una primicia en aras de un objetivo superior. También por la determinación de Bonadio y Stornelli.
La corrupción sigue siendo una cuestión de peso entre los fieles de Cambiemos. Por ese motivo Vidal se colocó a la cabeza de la grave denuncia sobre los aportantes truchos de campaña. Su interés deberá estar acorde con las futuras novedades. Hay otros ejemplos que ilustran esa realidad. En Chaco existe desde hace meses una guerra de denuncias entre el oficialismo peronista y Cambiemos. La diputada radical Aida Ayala, que fue intendente de Resistencia, tiene prisión preventiva por sospechas sobre lavado de dinero. Su imagen en la provincia se derrumbó 30 puntos. El gobernador Domingo Peppo también fue cascoteado con irregularidades. Su pérdida registra apenas 2 puntos.
El dilema para Cristina es de otra dimensión. El de menor valía, tal vez, la chance de goteo del núcleo popular que la respalda. Existe allí una fe religiosa. Es más grave la continuidad de la causa por asociación ilícita con un testigo –el remisero Oscar Centeno– que escribió los “cuadernos de las coimas”, se convirtió en arrepentido y ratificó cada una de sus palabras. Existe un tramo clave para considerar. Sostuvo que hubo un paréntesis en la recaudación de coimas cuando murió Kirchner. Pero que se reanudó después de una reunión de Cristina, con De Vido y Roberto Baratta en su departamento de Recoleta. En toda la historia develada habría dos marcas simbólicas de época que abonan la credibilidad: el sistema de los bolsos y los cuadernos. Un sello rústico del diseño original de Kirchner.
La Presidenta enfrenta un doble desafío, judicial y político. Debe enfrentar cuatro juicios orales. Está procesada en la causa Hotesur y suma ahora la indagatoria por las coimas. Probablemente esté obligada a replantear la estrategia con Unidad Ciudadana. Pensaba en su relanzamiento y la posibilidad de una ampliación con sectores peronistas.
En el PJ, a raíz del escándalo, también imperan la preocupación y la perplejidad. Dos dirigentes que estaban tendiendo puentes entre el pejotismo y los K, recurrirían a un replanteo. José Manuel de la Sota estuvo con Máximo Kirchner y la intendenta de La Matanza, Verónica Magario. Felipe Solá venía obstinado en un diálogo privado que Cristina le negó dos veces. El senador Miguel Angel Pichetto, que aspira a conformar una alternativa electoral no K que incluya a Sergio Massa, debe volver a lidiar en el Senado con el segundo pedido de desafuero que cayó sobre la ex presidenta. No será concedido para la detención. Pero crece entre los senadores de la oposición la idea de facilitarlo para que Bonadio allane tres domicilios y la oficina de Cristina.
El retorno de la corrupción kirchnerista podría significar el inicio de un nuevo ciclo político de los muchos que tuvo el gobierno de Macri. Su asentamiento y duración está aún por verse. La realidad argentina suele ser una ráfaga de fotografías cambiantes.
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