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¿Cuán feroz es el lobo feroz?

¿Qué parte del 45% que es la derecha representa Kayser? Sin duda una parte significativa, como han demostrado los episodios protagonizados por republicanos y libertarios, pero no existe razón ni estadística que permita afirmar que la mayoría del electorado de derecha en nuestro país tiene esa visión tan estrecha -por no decir incomprensión total- de la democracia.

 

En 1933 se estrenó el cortometraje Los tres cerditos de Walt Disney, que hizo muy popular una canción (naturalmente cantada por los cerditos) que repetía “who’s afraid of the big bad Wolf”, o sea, “quién le tiene miedo al lobo feroz”. La película ganó el Oscar al mejor cortometraje de animación en 1934 y la canción se hizo muy popular, al grado que en 1962 el dramaturgo estadounidense Edward Albee escribió una obra teatral que también se hizo famosa y que tituló Who’s Afraid of Virginia Woolf. En definitiva, en idioma inglés el estribillo se convirtió en un símbolo de valentía y en algunos casos de capacidad de enfrentarse a la realidad.

La canción y sobre todo su significado me vinieron a la cabeza esta semana en la que, al fin, se concretó una solución a la reforma del sistema de pensiones. Una que se logró sobre la base de un acuerdo generado desde las fuerzas políticas que entienden que la democracia se construye con acuerdos. Pero no fue por ese acuerdo que recordé la canción, sino porque durante la misma semana conocimos tanto la noticia de que Johannes Kayser había logrado las firmas necesarias para inscribir su partido, como la declaración de ese partido en la que ataca el apoyo de Chile Vamos al acuerdo. La declaración afirma que ese apoyo se agrega a “una lista interminable de ataques contra la integridad de los chilenos” y termina con el anuncio de que, en consecuencia, no negociarán con “sectores que se hacen llamar de oposición” y descartan “cualquier posibilidad de primarias presidenciales o alianza” con ellos.

Ambos anuncios tuvieron el efecto de generar una sensación muy parecida al temor -quizás era temor- en casi todo el mundo que no fuera partidario de Kayser. Lo cierto es que ese partido y principalmente su líder, se revelan como una fuerza política de la que hasta ahora se desconoce su potencia electoral real, pero, a juzgar por las encuestas y por la relativa facilidad con que logró satisfacer los requisitos de su inscripción legal, seguramente va a ser más que significativa. Tanto, que recién aparecidos ya superan en las encuestas a Republicanos y a José Antonio Kast y amaga a Evelyn Matthei y Chile Vamos.

Y desde el oficialismo tampoco se mira este ascenso con indiferencia. Es que no está lejano el recuerdo de la segunda vuelta presidencial de hace tres años y es inevitable imaginar una segunda vuelta entre el emergente Johannes y cualquier candidato o candidata que logre levantar la alianza PC – Frente Amplio o incluso una candidatura solitaria de este último partido.

O sea, y, para resumir, parece que el lobo feroz entró al escenario y no va a ser fácil moverlo de allí. Pero ¿es tan feroz el lobo?  Veamos.

Es verdad que el Partido Nacional Libertario ha crecido aceleradamente. Pero también es cierto que crece todo lo que Republicanos disminuye. La única verdad estadísticamente indiscutible es que la derecha chilena, desde el plebiscito de 1988, obtiene alrededor de un 45% de los votos en elecciones nacionales y todos los cambios en ese sector tienen lugar dentro de ese límite. Era de esperar que dentro de ese 45% de electores un porcentaje importante se situase en una posición intransigente y poca amiga de la comprensión del otro y mucho menos de llegar a acuerdos con él; esto es un electorado que bien podría caracterizarse como de extrema derecha. En un comienzo ese electorado creyó encontrar refugio en la UDI, pero pronto se sintió insatisfecho: la UDI era demasiado contemporizadora, demasiado bien dispuesta a llegar a acuerdos. En Republicanos encontraron algo parecido a lo que querían y de tal sentimiento se alimentó ese partido para crecer y multiplicarse. Pero no fue suficiente para calmar la insatisfacción de la extrema derecha: necesitaba más vigor, alguien que al pan lo llamara pan y al vino lo llamara vino; sí, como ocurría cuando gobernaba el general. Y entonces apareció Johannes, aupado por el lenguaje de Milei y el éxito de Trump. Y para ese lado se está yendo finalmente ese electorado, aunque, claro, siempre dentro del 45%.

¿Qué parte de ese 45% representa? Sin duda una parte significativa, como han demostrado los episodios protagonizados por republicanos y libertarios, pero no existe razón ni estadística que permita afirmar que la mayoría del electorado de derecha en nuestro país tiene esa visión tan estrecha -por no decir incomprensión total- de la democracia. En la elección de noviembre pasado el Partido Nacional Libertario no estaba aún constituido y no participó, mientras que Renovación Nacional superó holgadamente a Republicanos y mucho mayor fue, naturalmente, la ventaja lograda por Chile Vamos.

¿Qué ocurre con el resto del electorado? El resto de la votación nacional, estadísticamente, ha favorecido en alrededor de un 35% a la izquierda y el 20% restante ha oscilado entre uno y otro bloque en las elecciones presidenciales y en los plebiscitos recientes. Es de ese 20% de donde la candidatura de Evelyn Matthei puede obtener los votos que la lleven a pasar a segunda vuelta en la elección presidencial de noviembre, superando a Johannes Kayser; todo depende del lenguaje y posiciones políticas que adopte a partir de este momento para atraer a ese electorado. Una parte importante del trabajo lo ha realizado ya la coalición que la apoya, Chile Vamos, con el acuerdo sobre reforma del sistema de pensiones. Ahora depende de ella entender que los votos que necesitan no están a su derecha (esos ya se los reparten entre Kayser y Kast), sino que los puede encontrar hacia el centro.

Como se ve, la ferocidad del lobo depende de circunstancias que están fuera de su control y más bien bajo el control de su adversaria. De modo que, a dormir tranquilos porque, no obstante su espectacularidad, el lobo no es tan feroz como lo pintan y, como los valientes cerditos de la canción, no hay muchas razones para temerle.

 

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