Cuba: Balance de los diez años
La consigna de “sin prisa pero sin pausa” hunde al país
En agosto del presente año se cumplirán diez años de la sustitución del Fidel Castro por su hermano el General Raúl Castro en la presidencia del país. Los funcionarios cubanos hacen un balance laudatorio de todos “los cambios” de la década y hasta personalidades extranjeras “compran” el cuento. La población opta por marcharse del país. ¿Por qué existe esta disparidad tan abismal sobre las percepciones de las políticas públicas del gobierno?
Los cambios administrativos no rinden frutos
Desde 2006 hasta 2011, la única medida adoptada en función de “actualizar” el modelo fue la repartición de tierras en usufructo, sin permitir que los campesinos pudieran construir sus casas en las tierras dadas en gestión. Cuatro años después se les autoriza la construcción de sus viviendas en su lugar de trabajo. Disminuyen abruptamente los subsidios sin medidas compensatorias para los sectores más vulnerables y se incrementan exponencialmente las desigualdades y la pobreza. El resto son medidas administrativas de compactación de ministerios, reducción mínima de la inmensa burocracia y cambios de funcionarios “fidelistas” a los “raulistas”. Un quinquenio perdido en el desarrollo del país[1].
En la segunda parte de su mandato, Raúl Castro sigue los cambios administrativos sin ningún resultado práctico positivo. Los Lineamientos se incumplen en un 79 % y nadie rinde cuentas ni se responsabiliza por su impresionante incumplimiento. Aún hoy, no se han publicado los informes sobre el cumplimiento de los Lineamientos entre 2011-2016, ni los Lineamientos aprobados hasta 2021.
Se incrementa la burocracia al doble creando las OSDE, organismos intermedios entre los ministerios y las empresas de base que significa para la burocracia “un paso de avance en la descentralización en la economía” cuando en la práctica es la duplicación de la burocracia para crear nuevos “cuellos de botella” en la producción y comercialización de las empresas. La separación de las nuevas provincias de Mayabeque y Artemisa con su experimento de separar las funciones del partido de las funciones del estado, no ha dado ningún resultado tangible para los ciudadanos de esas provincias. Sin embargo los funcionarios encargados, los únicos que son entrevistados en la prensa oficial, dicen que existen “grandes avances” que no logran explicar.
Las “reformas” ni hacia la “derecha” ni hacia “la izquierda”: el inmovilismo en el sistema económico y político soviético.
Utilizo los términos de “derecha e izquierda” en el sentido en que se utiliza por los funcionarios cubanos[2]. La derecha significa liberalizar la economía, la izquierda pasar a la autogestión empresarial[3].
El economista Pavel Vidal hace un análisis de lo que significa para la agricultura cubana, la consigna “sin prisa pero sin pausa”[4] cito: “El crecimiento promedio anual del sector agropecuario cubano del año 2008 hasta el año 2014, según las cuentas nacionales de la ONEI, ha sido de apenas un 0,9 por ciento”. En contraste, las reformas en Vietnam arrojaron crecimientos significativos. Cito: “Vietnam, país referenciado en el Informe Central del VII Congreso, es un ejemplo donde las reformas de mercado resultaron favorables para la agricultura. El crecimiento promedio del sector agrícola vietnamita en los primeros siete años de transformaciones fue de 3,2 por ciento, luego se aceleró a 3,9 por ciento como promedio en la década de los noventa. Ello permitió incrementar las exportaciones, eliminar la libreta de racionamiento y mejorar los ingresos reales de las familias”.
Vidal nos reseña “¿Cómo lo hizo Vietnam? Pues eliminó las restricciones para el acceso directo a los bienes de capital e insumos importados. La devaluación y unificación de las tasas de cambio, la eliminación de los monopolios estatales en el comercio externo y la flexibilización a las restricciones a la importación fueron la fórmula”. Tres medidas nos propone el autor:
- Se deja que inversionistas extranjeros y cubanos abran mercados mayoristas de insumos y bienes de capital para los agricultores y comercializadores. Deben ser varios y de diferentes tamaños, para lograr competencia. También pueden establecerse empresas mixtas con el Estado. Pero ninguno debe contar con poder de monopolio.
- Se permite que este mercado incluya crédito comercial para que los agricultores y comercializadores puedan pagar en plazos. Los bancos estatales también ofrecen crédito para comprar en estos mercados. Se le da también entrada en el experimento a los proyectos internacionales que desde hace años han manifestado interés en apoyar las micro-finanzas cubanas.
- Se establece un mecanismo cambiario para que las empresas que operen los mercados de insumos y bienes de capital puedan comprar dólares a la tasa de cambio de 24×1. Los dólares provendrían del ahorro que tendría el país por la sustitución de importación de alimentos y de las ventas a los turistas.
Por su parte el economista Juan Triana señala cinco problemas claves no resueltos[5]: “La Planificación centralizada” como obstáculo al desarrollo, las empresas estatales siguen siendo perdedoras en los márgenes de autonomía hasta ahora acordados, las pequeñas empresas privadas y las cooperativas siguen teniendo todas las restricciones para funcionar por los controles estatales y la ausencia de acceso a los mercados nacionales y extranjeros para insumos y capital directos. Los profesionales siguen estando “cautivos” en las empresas presupuestadas.
Miriam Leyva nos señala algo insólito luego de diez años de “cambios”[6]. Cito “Los almacenes abarrotados de mercancías y tres barcos esperando ser descargados en el puerto de La Habana son noticias impactantes, pasados 5 años de la implantación de los Lineamientos del Partido Comunista efectuado en abril”. De las 26 brigadas de estibadores sólo funciona una, por la ausencia de camiones para sacar las mercancías del puerto. Y agrega “La cadena puerto-transporte-economía interna no logra mejorar su eficiencia tras decenios de consignas, reportajes y una película de la década de 1980. La acumulación de productos continúa favoreciendo el descontrol, los robos y la venta en el mercado subterráneo. Los trabajadores sienten desvirtuado el trabajo y disminuido el salario, y la economía del país pierde por estadía de los buques, el deterioro de los productos importados al mínimo de lo necesario, la distribución tardía para la producción y el abastecimiento a la población”. Una foto de lo que bien podría llamarse efectos de una “economía de guerra”.
El balance político y económico de los diez años del presidente Raúl Castro es negativo. La ausencia de cambios estructurales en la política económica, pero también en el sistema político, obstruyen las reformas y las convierten en resultados negativos para todos los actores económicos menos para los funcionarios del Partido y el Estado que las diseñan.
“Sin prisa pero sin pausa” se ha convertido en la práctica, en el principal escollo de la política económica y de las posibilidades hacia el desarrollo. Esto tiene que ver con la ausencia de democracia y transparencia en el país, pero eso piensan los ciudadanos. Los funcionarios insisten en que estamos en “el mejor de los mundos posibles”, confirmando la ausencia de voluntad política para realizar los cambios necesarios.