Cuba cambia, más para unos que para otros
Nora Gámez Torres – el Nuevo Herald
Para muchos cubanos la visita de Obama y el concierto de los Rolling Stones simbolizan la apertura en la isla
“¡Cómo deben estar los Castro! Han tenido una semana difícil”, comenta bajito una mujer en la multitud que asistió al concierto de los Rolling Stones en La Habana. “Primero Obama y ahora esto”, explica aludiendo al concierto de una agrupación que algunas décadas atrás estaba prohibida en Cuba.
Mick Jagger, el vocalista del icónico grupo británico acababa de comentar en español: “sabemos que años atrás era difícil oír nuestra música pero finalmente estamos aquí. Parece que las cosas están cambiando”.
Juan Tornés, de 54 años, está de acuerdo. Rockero fanático, admitió que “nunca” hubiera creído en su juventud que algo así sucedería en Cuba. Su generación no pudo escuchar libremente el rock, la música de esos a quienes Fidel Castro llamó “elvispreslianos” y “feminoides”.
Hombres y mujeres de esa generación recuerdan cómo las fiestas donde los jóvenes se atrevían a poner los discos de esa música “burguesa”, eran interrumpidas por la policía, que confiscaba los discos o casetes. Pero Castro tiene ahora 89 años y el viernes 26 de marzo, más de un millón de personas escuchaba tranquilamente a los rockeros británicos, si bien a destiempo.
Como un microcosmos, el espacio del concierto dio cabida a casi todos los sectores de la sociedad cubana, que cada vez es más diversa, aunque el gobierno ha dejado claro que no tolerará el disenso político.
Grupos que no necesariamente interactúan habitualmente se encontraron en los terrenos de la Ciudad Deportiva, en el Cerro. Niños, ancianos, extranjeros, todos estaban allí, sin necesidad de una “movilización” gubernamental. Adolescentes y jóvenes, a los que se adivina fanáticos del reguetón por su indumentaria, compartieron la escena con seguidores del punk, e incluso, les pidieron con timidez tirarse fotos con ellos.
Cuando llegaron los miembros de la banda punk “Eztafilokoko” –con sede en La Lisa, un municipio de la periferia capitalina–, con sus ropas con clavos y casquillos de bala, y sus peinados “mohicanos”, más de uno se les acercó para tomarse un selfie, aunque ellos aseguran que no son conocidos en la isla. “Nosotros somos underground”, dijo uno de sus miembros.
El vocalista de la banda, Yansel Gaínza, recalcó que los guía el espíritu de “hazlo tú mismo. Todo es autogestionado”, desde los conciertos hasta el vestuario, explicó. El peinado lo hacemos con “jabón y acuarela”, añadió.
Para roqueros y punks, con una estética marcadamente diferente, el pequeño espacio del autoempleo está garantizando una independencia del Estado no solo económica sino también a nivel del control ideológico y cultural.
Sector privado, dinámico pero pequeño
Los jóvenes de la banda “Eztafilokoko” trabajan en la construcción “por cuenta propia”, explica uno de sus integrantes. Por su parte, Tornés es zapatero. Todo lo que llevaba puesto era de su creación. “Compro la ropa y la adapto”, explica. Incluso sus tatuajes, que mostró uno a uno, fueron diseñados por él. Al ser cuentapropista, no tiene que enfrentarse a la discriminación que podría encontrar en un empleo estatal, la cual aún persiste, comenta. “Uno conoce cuando hay una mirada por indiscreción, atracción o repudio”, señala.
Dentro de ese sector privado emergente, se encuentra una de las zonas más dinámicas de la sociedad cubana. Desde una paladar que podría estar en Wynwood por su estilizada decoración; un bar privado como el Kingbar, en el que los jóvenes hacen cola para tomar mojitos a 3 CUC; hasta el desarrollo de aplicaciones para móviles como IslaDentro–con direcciones de restaurantes, talleres para arreglar celulares y otros servicios–; existe un sector, si bien pequeño aún, que prospera gracias a la apertura al trabajo por cuenta propia.
Pero incluso dentro de ese mismo sector privado se nota la desigualdad que cada vez se hace más evidente en Cuba. Mientras las paladares en el Vedado, Miramar y La Habana Vieja florecen con el aumento del turismo, pequeños locales en el populoso municipio de Centro Habana languidecen con antiguos talleres y cafeterías estatales convertidos en “cooperativas”, para ser manejadas por los antiguos empleados.
Es un “experimento” del Estado para intentar descentralizar su economía pero no parece estar dando resultados. En una de estas cafeterías-cooperativas en la calle Neptuno, un plato de arroz frito en una ventanilla es el “gancho” para los clientes, pero pocos entran al mugriento local, que no parece haber cambiado mucho con el traspaso del mando.
Tampoco el decrépito taller donde Damián repara “ventiladores, arroceras, ollas Reina, televisores, lavadoras y zapatos”. El local lo renta la empresa que lo operaba anteriormente pero los trabajadores actúan como cuentapropistas, explica.
“Sacamos lo que podemos. No tenemos almacenes para piezas y si no tenemos almacenes, no podemos trabajar casi”. La mano de obra cuesta entre 20 y 60 pesos cubanos (entre $1 y $3).
Todo el que tiene oportunidad de vender algo, rentar su casa, o montar algún negocio privado lo ha intentado, incluso Rubén Díaz Daubar , quien se ha inventado en medio de Centro Habana una “Casa del Tango”, pero imparte lecciones de salsa a turistas por 10 CUC. Con ese dinero también mantiene talleres gratuitos para la comunidad.
Otros profesionales han solicitado, sin éxito, permisos para hacer “cooperativas” en sus áreas de especialización; hasta ahora el cuentapropismo está casi cerrado a los universitarios.
Todavía la mayoría de los negocios particulares son tan pequeños que no tienen un mayor impacto en la economía del país, ni consiguen vencer la pobreza que aún agobia a grandes sectores de la población, que subsisten de los bajos salarios estatales y afrontan la subida de los precios del transporte y los alimentos.
Prensa alerta del “peligro” del acercamiento
Para el ojo estadounidense, “Cuba esta cambiando”, subraya un hombre de negocios estadounidense en el aeropuerto de La Habana. Su compañía, productora de pegatinas y souvenirs, lleva doce años intentando construir una relación comercial con Cuba. “Mi compañía es grande, podemos darnos el lujo de esperar, pero queremos ser los primeros en estar ahí”, explica.
Muchos cubanos, no obstante, hablan de las una y mil trabas que persisten en Cuba no solo para el desarrollo de la empresa cubana, sino también para beneficiarse con la apertura propuesta por Estados Unidos. La relación con empresas estadounidenses es aún una decisión de Estado y los empleados estatales solo pueden esperar a que se les de “el visto bueno” desde arriba para comenzar una relación comercial con aquellas.
Incluso la prensa oficial ha informado de la lenta implementación de los llamados “lineamientos” del Partido, guías de la reforma económica, así como el retraso en el proceso de “descentralización” de las decisiones en las empresas estatales, según un reporte publicado este jueves por el diario Granma.
Desde la misma prensa oficial y organizaciones de la sociedad civil más o menos cercanas a la ideología del Partido Comunista, se ha desatado una campaña para advertir del “peligro” que representa el Obama “bueno”, lo que hace temer a muchos que el gobierno de Raúl Castro le ponga pausa a las negociaciones con EEUU, sobre todo, cuando su hermano Fidel no ha ocultado su desacuerdo con el proceso en su más reciente escrito, en el que insiste que “no necesitamos que el imperio nos regale nada”.
El Ministerio de Relaciones Exteriores, principal contraparte en las negociaciones públicas con EEUU, parece refrendar esta última posición. El canciller cubano Bruno Rodríguez calificó la “reflexión” de Fidel Castro de “extraordinariamente oportuna” en una entrevista concedida en Ecuador.
El próximo congreso del Partido, a celebrarse a mediados de este mes, será un indicador importante de cuál postura prevalecerá y de si el gobierno de Raúl Castro realmente apuesta a los cambios que pide la población.
Sobre todo, habría que preguntarse si los jóvenes cubanos pueden darse el lujo de esperar a que los cambios se reflejen en sus proyectos de vida individuales. El 2015 sentó récord en el influjo de cubanos a Estados Unidos –más de 40,000 llegaron sin visas– y el 2016 no parece ser distinto. Unos 10,000 cubanos entraron sin visa al país entre enero y febrero de este año, según las cifras de la Oficina de Aduanas y Protección de Fronteras.
Varias opiniones recogidas por la Casa Blanca antes del viaje, recomendaban que Obama hablara específicamente a los jóvenes cubanos y les transmitiera una “esperanza de futuro” en su país. Obama así lo hizo, en su discurso en el Gran Teatro de La Habana cuando pidió a “la gente joven … mirar al futuro con esperanza” pues “los jóvenes de Cuba … alzarán y construirán algo nuevo. El futuro de Cuba tiene que estar en las manos del pueblo cubano”, afirmó.
AL DIAZ adiaz@miamiherald.com
El mensaje no se perdió entre los cubanos. “Obama es un rayo de esperanza, de luz, para seguir avanzando y echar pa’lante”, comentó Rolando Valdés Suárez, uno de los jóvenes camareros que lo atendió en el paladar San Cristóbal, donde cenó con su familia el primer día de su estancia en la isla.
Pero otros jóvenes quieren algo más que retórica.
Mientras esperaba en las afueras de la embajada estadounidense, con la esperanza de captar con su teléfono alguna imagen de Obama el martes 22 de marzo en la mañana, la productora de la televisión cubana Adonais Fontes Suárez, de 37 años, aseguró que “los jóvenes esperan ver el resultado de las conversaciones” entre Estados Unidos y Cuba. Aunque señaló que “los cambios políticos toman tiempo”, afirmó que los jóvenes quieren ver “el resultado concreto” de estas negociaciones, “que no sean solo palabras”.
Nora Gámez Torres: @ngameztorres