DictaduraEconomía

Cuba: La encrucijada del plan del ministro Gil

'La estrategia económica y social de un país no tiene nada que ver con 158 medidas, por muy actualizadas que estén.'

No es verdad. En ningún caso, la fortaleza desocialismo está en la empresa estatal. Es una idea equivocada que se planteó en la reunión de balance del Ministerio de Economía celebrada en La Habana recientemente. Quienes defienden la empresa estatal socialista deben saber que en los países capitalistas hay empresas estatales que desarrollan, en algunos casos, funciones sistémicas, pero no son la base del sistema.

Las empresas estatales son más ineficientes a la hora de poner en relación las inversiones con la generación de empleo y las necesidades territoriales, y acaban creando plantillas abultadas que reducen los niveles de productividad y competitividad.

Son empresas que no dedican la necesaria atención a la calidad de los servicios y productos que ofrecen a los consumidores porque se ven libres de la pesada carga de la competencia.  Se trata de empresas que no pueden fortalecer por sí solas el desarrollo local porque les falta contar con una estructura productiva territorial. Incluso no han sido capaces de perfeccionar el comercio interior, sino que se han convertido en una rémora y un obstáculo burocrático para los exportadores.

La empresa estatal no es la solución, y ni siquiera puede ayudar a luchar contra el grave problema de inflación que existe en la economía cubana, porque ante aumentos de costes, si los precios se topan o controlan, las empresas entran en insolvencia y pueden llegar a quebrar, poniendo en peligro sus funciones. A pesar de ello, Miguel Díaz-Canel y su ministro Alejandro Gil están convencidos en el poder superior de la empresa estatal socialista, pero se equivocan.

En esa reunión hablaron de algo sorprendente: «la necesidad de volver al carácter esencial de la Tarea Ordenamiento, y de recuperar los equilibrios sociales, de una planeación estratégica y financiera menos administrativa y burocrática, concretar la mayor autonomía de los municipios y cómo lograr mayores ofertas de bienes y servicios para la población».

A vueltas con la Tarea Ordenamiento, aunque solo sea para la planificación central, y los cantos de sirena a la empresa estatal socialista definen una absoluta distancia con la realidad por parte de los dirigentes de la economía cubana que se encuentran enrocados en las consignas partidistas de los congresos y la urgencia del momento económico que se está acercando a todos los países del mundo.

De hecho, hablar de la necesidad de crear las interrelaciones necesarias y los encadenamientos con el sector no estatal por la vía del redimensionamiento del sistema empresarial, y alejarse de estructuras burocráticas y verticales, define un querer y no poder cuyas consecuencias pueden ser imprevisibles.

También se abordó en esa reunión la necesidad de mantener un diálogo permanente con los empresarios, académicos y actores económicos, para comprender los procesos que se deben seguir perfeccionando, pero en realidad solo se atienden las propuestas que tienen cabida dentro del modelo económico social comunista, en tanto que otras, de buena fe, no son siquiera atendidas.

El falso optimismo del ministro

En este tipo de eventos, el ministro Alejandro Gil desborda un falso optimismo que tiene poco que ver con la realidad. Afirmar que «a pesar de las complejidades que enfrenta la economía, 2021 fue un año prolífero en transformaciones, lo que nos sitúa en mejores condiciones», forma parte de este tipo de declaraciones que ni el propio ministro se las cree.

Simplemente, la enumeración de las actuaciones emprendidas por el régimen ofrece una buena idea de por qué la economía cubana no sale del círculo vicioso en que se encuentra encerrada.

Reivindicar el ordenamiento monetario como algo positivo es una ofensa a la inteligencia del pueblo cubano. Decir que las medidas implementadas para dotar de mayor autonomía a la empresa estatal son la solución a los graves problemas de insolvencia de las mismas no tiene ni pies ni cabeza.

Reivindicar lo que denominan «el perfeccionamiento de los actores económicos, las 63 medidas para la agricultura, el trabajo en los barrios, la atención a personas y comunidades en situación de vulnerabilidad y el sistema de gestión para la implementación del Plan Nacional de Desarrollo Económico y Social hasta 2030», es un buen ejemplo de una agenda de gobierno que no sirve para promover el desarrollo de las fuerzas productivas de la economía y facilitar su desarrollo.

Con estas medidas, los comunistas cubanos lo que hacen no es otra cosa que repartir la miseria y abrir espacios para el aumento de la desigualdad en función del acceso al dólar que se tenga o se pueda conseguir. Y no hay que buscar más. Al respecto, el ministro dijo que la dolarización parcial de la economía en las relaciones entre las empresas, y de estas con el sector no estatal es algo bueno, y que van a seguir propiciando. Parece mentira que un ministro de Economía de una nación no defienda la unidad monetaria del país. La soberanía monetaria del castrismo es una burla.

Por eso, la inflación es un asunto que se descarga sobre problemas en la distribución minorista, cuando realmente el aumento de los precios en Cuba obedece a razones mucho más profundas, como el desbordante déficit público, que ronda el 20% del PIB, y una expansión monetaria sin precedentes que ha situado a la M2 en porcentaje sobre el PIB en un 120%. Descontrol fiscal y monetario, unido a la obsolescencia del modelo económico, están detrás de una inflación que amenaza seriamente a la economía cubana. Mucho más que a otros países. No pasa nada, para el ministro Gil este no es el problema, sino que su ministerio debe dedicarse a realizar proyecciones de trabajo que permitan «el perfeccionamiento de la planificación anual con un enfoque más financiero y menos asignativo». Solo él sabe qué quiere decir con esto.

El ministro quiere que la planificación tenga mayor flexibilidad y capacidad adaptativa a los nuevos contextos en los que se desenvuelve la economía nacional, aunque ello suponga transformar los mecanismos tradicionales enfocados en la asignación de recursos al sector estatal de la economía. Y yo le pregunto: ¿no sería mejor olvidarse para siempre de la planificación central y dedicarse a producir, que buena falta hace?

Si de veras se quiere profundizar en el diseño e implementación de una propuesta integral para el proceso de descentralización progresiva en el acceso a los principales recursos de la economía, la respuesta la tiene fácil: el mercado como instrumento de asignación de recursos es mucho más eficiente que la opinión de un burócrata. Sinceramente, ministro, se ve que se acerca, pero no llega al final.

Es lo mismo que cuando se habla del perfeccionamiento de la planificación territorial para un desarrollo económico y social sostenible, y con mayor autonomía en los municipios en el uso de sus recursos. La clave del desarrollo territorial reside en que exista antes una masa crítica técnico productiva que sirva concentrar y potenciar esfuerzos. Sin esa base, el desarrollo territorial es imposible. Además, esa base depende del sector privado, el estatal tiene poco que hacer. El problema es que la política está mal orientada y las autoridades creen que están haciendo lo correcto.

¿Eficiencia en el proceso inversionista?

Y ¿de qué eficiencia en el proceso inversionista se puede hablar en una economía en la que la formación bruta de capital fijo apenas alcanza el 10% del PIB cuando en América Latina supera el 25%?  No es una cuestión de nuevos métodos para alcanzar un mayor rendimiento, ni por sistemas de incentivos a los inversionistas directos, acorde con sus responsabilidades y obligaciones. Lo que se tiene que hacer es reducir gasto corriente improductivo e invertir más y mejor. Solo así se podrá lograr una mayor eficiencia en los procesos, y afianzar esos estudios de oportunidad y de factibilidad que el ministro Gil quiere implantar (más burocracia).

Y si es necesario evaluar el impacto de las medidas que se aplican, así como el proceso de comprensión de las normas relacionadas para otorgar más autonomía a los agentes económicos para que actúen con mayor soltura, desde la innovación y los encadenamientos productivos, entonces la pregunta es: ¿pero eso no se hace actualmente?

Un último consejo al ministro Alejandro Gil. No corresponde a él responsabilidad alguna en continuar conduciendo el proceso de creación de nuevos actores económicos y su inserción efectiva en la economía cubana. Ese papel se lo atribuyó el Ministerio en la ley para controlar a los agentes económicos. Algo inaudito a nivel mundial, donde la libre empresa no se basa en el autorizo administrativo que existe en Cuba. Además, que hayan MIPYMES en Cuba no depende del ministro ni de su presunta responsabilidad, sino de que cuajen vocaciones empresariales privadas aprovechando un entorno favorable para hacer los negocios. A esto último debería dedicar el ministro de Economía y, en todo caso, a mejorar la gestión para evitar dilaciones innecesarias. La estrategia económica y social de un país no tiene nada que ver con 158 medidas, por muy actualizadas que estén, sino de la libre voluntad de sus habitantes por mejorar y prosperar. Para eso, el plan no sirve.

 

 

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