Amolador, aguador, herrero… No, no es el listado de ocupaciones de una aldea medieval, sino algunas de las 123 ocupaciones que han podido ejercerse de manera privada en Cuba en los últimos años. Ahora, con el país sumido en una profunda crisis económica, las autoridades anuncian que pondrán fin a esta absurda y limitada relación de trabajos particulares que nunca debió haber existido.
Como varios economistas han señalado, la medida va en la dirección correcta: hacia flexibilizar, dar mayor espacio a la iniciativa particular y eliminar trabas al emprendimiento. El problema es que los cambios, para ser efectivos, precisan algo más que coincidir con la brújula de los acertados reclamos populares; se necesita que cuenten también con la velocidad y la profundidad que desencadenen una verdadera transformación en la sociedad.
En este caso, el cronómetro no ayuda. El reclamo de eliminar el listado detallado de licencias por cuenta propia lleva más de dos décadas. La demora en implementar esta reivindicación le ha costado miles de millones de pesos al país, la quiebra de prometedores negocios particulares, la penalización a innumerables emprendedores y el éxodo hacia otros lares de una incalculable cantidad de talentos. Sin duda, el anuncio llega con mucho retraso.
Ahora, cuando la Isla vive el momento económico más aciago de este siglo, la Plaza de la Revolución se ha sacado de la manga un as que hace una década ilusionaba y hoy apenas despierta entusiasmo
Ahora, cuando la Isla vive el momento económico más aciago de este siglo, la Plaza de la Revolución se ha sacado de la manga un as que hace una década ilusionaba y hoy apenas despierta entusiasmo. Lo que hubiera sido una jugada política para atraer simpatías y apoyos, en estos momentos no deja de ser leída como una maniobra desesperada, como el acto final de un ilusionista que ha fallado en todos sus trucos anteriores.
Por otro lado, la profundidad de la medida se desconoce, algo que alimenta la suspicacia. ¿Se permitirá también el ejercicio privado de las profesiones diplomadas?, se preguntan ingenieros, abogados y estomatólogos. ¿El Estado soltará el monopolio sobre sectores como las telecomunicaciones, la salud pública y la educación?, indagan informáticos, médicos y profesores. ¿Un periodista podrá ejercer por cuenta propia o la prensa no estará incluida en la rendija que se abre?, cuestionan los reporteros independientes.
Por el momento solo se sabe que el viejo listado, que funcionó como una camisa de fuerza, será abolido y «podrán realizarse actividades de perfil mucho más amplio y donde el alcance se determine a partir del proyecto de trabajo que presente el interesado», según la prensa oficial. «Para ello las limitantes serán que sean labores de carácter lícito con recursos y materias primas de procedencia lícita», añade la nota redactada a partir de las palabras de la ministra de Trabajo y Seguridad Social, María Elena Feitó Cabrera.
Si por «carácter lícito» se refiere a lo que es actualmente permitido, habrá que olvidarse de ver al «comerciante privado» importar productos desde el exterior y venderlos o distribuirlos en locales particulares. No vale la pena tampoco alimentar expectativas sobre la posibilidad de que doctores, juristas o microbiólogos puedan tener un consultorio, bufete o laboratorio propio donde ejercer sus profesiones, puesto que es algo que está prohibido. Ni siquiera queda soñar con una pequeña empresa privada para instalar televisión por cable en las casas, algo también proscrito en la Isla.
Aunque la eliminación del listado de 123 licencias por cuenta propia apunta hacia la ansiada y necesaria apertura, los viejos pánicos del oficialismo cubano pueden hacer que la velocidad de implementación y el calado de esta reforma dejen más sinsabores que satisfacciones. Para completar una carrera no solo basta con orientar los pies hacia la meta: los segundos y la calidad del trote son vitales para moverse y ganar.