Cuba tiene nuevo presidente, pero ¿es el fin de la era de los Castro?
Los cubanos tienen a partir de este jueves 19 de abril un nuevo presidente, uno que no forma parte de la dinastía que ha gobernado Cuba desde 1959: la familia Castro.
Miguel Díaz-Canel, de 57 años y quien fuera hasta ahora primer vicepresidente, fue elegido por la Asamblea Nacional como presidente del Consejo de Estado y de Ministros el jueves, con 603 de 604 votos, en un proceso donde él era el único candidato.
El resto de los candidatos al Consejo de Estado propuestos el miércoles también fueron electos con el 100 por ciento o un poco menos de los votos. Solo había un candidato para cada puesto. El primer vicepresidente del Consejo de Estado Salvador Valdés Mesa fue también electo como vicepresidente del Consejo de Ministros pero el nombramiento de quienes constituirán ese consejo fue pospuesto hasta julio, lo que sugiere que aún no hay acuerdos sobre cómo distribuir las cuotas de poder en el nuevo gabinete.
Díaz-Canel, nacido en la central provincia de Villa Clara, fue escalando puestos en el gobierno hasta llegar al de primer vicepresidente. Sobrevivió a muchos otros candidatos que durante las últimas décadas se perfilaban como posibles sucesores, primero de Fidel y luego de Raúl, quien sustituyó a su hermano cuando este enfermó en el 2006.
Muchos se preguntan si el nombramiento de Díaz-Canel es el fin de la era Castro. El nuevo gobernante despejó todas las dudas: Castro «encabezará las decisiones de mayor trascendencia para el presente y el futuro de la nación», dijo en su primer discurso ante el país, dedicado principalmente a hacer una apología de Castro y a asegurar que en Cuba no hay «espacio para una transición» o una «restauración del capitalismo».
«La revolución sigue y seguirá viva«, destacó.
Díaz-Canel confirmó que Castro se mantendrá como primer secretario del comité central del Partido Comunista «porque Cuba lo necesita» y que es «el líder actual del proceso revolucionario».
«El clan Castro ha comenzado su transferencia de poder generacional. Familiares, secuaces y allegados, se redistribuyen puestos económicos y de control para así garantizar la dinastía indefinidamente», declaró un grupo de opositores cubanos, entre ellos la líder de las Damas de Blanco, Berta Soler, Guillermo Fariñas, Antonio Rodiles y Jorge Luis García “Antúnez”, en un comunicado enviado a los gobiernos reunidos en la Cumbre de las Américas celebrada la semana pasada en Lima, Perú.
Aunque no forma parte del nuevo Consejo de Estado, Luis Alberto Rodríguez López-Callejas, el yerno de Castro, controla el poderoso conglomerado militar GAESA. Su hijo, el coronel Alejandro Castro Espín, está bien ubicado dentro de los servicios de inteligencia y hasta hace poco dirigía la llamada Comisión de Seguridad Nacional, aunque circulan rumores de que esta fue desmantelada.
«Es una manipulación efectista argumentar que el dictador abandonará el poder y habrá un nuevo presidente. Es sabido que el designado de turno será acaso una marioneta nombrada a dedo», añade el comunicado de los opositores. «El régimen será el mismo y los cubanos permaneceremos bajo un tiranía que el mundo lastimosamente ha aceptado».
“Todo está planificado”, comentó el opositor cubano Guillermo Fariñas. Se trata de poner al frente del país a “una persona que no tenga consanguinidad con los Castro y que no tenga las manos manchadas de sangre para negociar con los Estados Unidos, que es su objetivo número uno”.
“Van a tratar de que no se desestabilice el país para que Díaz-Canel no tenga que tomar medidas represivas”, agregó. El nuevo gobierno, dijo, va a hacer un grupo de concesiones. «Eso está planificado, pero sabemos hasta dónde llegarán”.
El nuevo gobernante tiene ante sí muchos y difíciles retos, sobre todo porque en los últimos años de su mandato Castro cumplió poco de lo que prometió. Aunque bajo su dirección el tamaño de la maquinaria estatal se redujo y se abrió una puerta a los trabajadores privados o «cuentapropistas», Castro no pudo impedir que las trabas impuestas por la propia burocracia estatal y partidista impidieran el avance de los cambios principalmente económicos que había propuesto. La escasa productividad, «la mentalidad derrochadora», unidas al miedo de perder el control político, también impidieron que el país pudiera capitalizar a partir del extraordinario interés generado entre los inversionistas en lo que puede catalogarse como su mayor logro político: el restablecimiento de las relaciones con Estados Unidos.
«El mayor desafío de Díaz-Canel es la débil economía de Cuba y la impaciencia del pueblo cubano por el crecimiento económico y un mejor nivel de vida», opinó el profesor de American University, William LeoGrande. «Las reformas económicas lanzadas en el 2011 prometieron ambas cosas, pero todavía no se han cumplido y el avance de las reformas parece estar estancado».
Además de una economía en números rojos, Castro también dejó pendiente una reforma monetaria, que se espera sea una de las primeras medidas que finalmente apruebe el nuevo gobernante.
Pero Díaz-Canel tendrá que manejar un tema más urgente: cómo detener el deterioro de las relaciones con una hostil Casa Blanca, en momentos en que la isla sigue perdiendo el apoyo económico de Venezuela.
En su discurso del jueves, aseguró que la política exterior se mantendrá inalterable y que Cuba no hará concesiones en cuanto a «soberanía e independencia», pero su tono fue mesurado. Aunque lanzó críticas al imperialismo no se refirió directamente a Estados Unidos ni al actual presidente Donald Trump.
Las relaciones entre ambos países se han deteriorado con el endurecimiento de la retórica y las nuevas restricciones contra las compañías militares cubanas implementadas por la administración Trump. Quienes apoyan el acercamiento a Cuba, creen que Estados Unidos deben aprovechar este momento histórico para «mostrar liderazgo y participar constructivamente», dijo James Williams, presidente de Engage Cuba. «Si los Estados Unidos abandonan Cuba y no lideran, podemos estar seguros de que nuestros adversarios en China y Rusia llenarán el vacío, y el perdedor será el pueblo cubano».
Pero la política estadounidense podría ir en dirección contraria. El senador Marco Rubio, quien ha sido instrumental en el diseño de la nueva política de Trump hacia Cuba, ya ha pedido que más compañías militares sean sancionadas y espera que algunos países latinoamericanos desconozcan al nuevo gobierno cubano en el marco de la OEA.
Además de enfrentar una situación internacional compleja, Díaz-Canel tendrá que gobernar en circunstancias muy diferentes. El nuevo líder nació después de 1959 y no tiene la «legitimidad» de los líderes políticos cubanos que bajaron de la Sierra Maestra junto a Fidel y Raúl Castro.
«La sociedad se ha convertido para ellos en más caótica, tienen menos controles sobre cómo la gente se expresa”, comentó el opositor cubano Antonio Rodiles, quien ha denunciado el cambio en el gobierno como “una farsa” para perpetuar a la familia Castro en el poder.
Mientras Fidel y Raúl gobernaron al tiempo que encabezaban el Partido Comunista de Cuba, a partir de ahora el gobierno y el Partido estarán dirigidos por dos personas distintas. Desde un Consejo de Estado con nuevas figuras que ostentan poco poder real en el país, el nuevo líder tendrá que compaginar los intereses de líderes históricos como Ramiro Valdés, que se mantiene como vicepresidente, y los militares que controlan gran parte de la economía. Y tendrá además que responder a las demandas de cambio y modernización que provienen de los jóvenes, profesionales y otros sectores del país.
En su discurso inaugural, Díaz-Canel repitió varios temas dirigidos a la audiencia doméstica: insistió en que la dirección del país debía ser más «colectiva» y con más participación de la población en la toma de decisiones. Se refirió a alcanzar la prosperidad «más temprano que tarde«, aunque dijo que no había venido «a prometer nada», sino a implementar los llamados lineamientos del Partido que deben guiar la «actualización del modelo económico y social cubano».
«Díaz-Canel también tendrá que gestionar desacuerdos significativos dentro del liderazgo sobre el ritmo de la reforma económica, las relaciones con Washington y cuánto debate público y críticas debe permitir a medida que internet se expande», señaló LeoGrande.
Dentro de Cuba, Díaz-Canel se percibe entre algunos sectores como alguien que si bien no realizará grandes cambios, al menos es un poco más receptivo de las demandas de las nuevas generaciones. Pero videos filtrados pintan a un Díaz-Canel que arremete contra la oposición, critica a Estados Unidos y justifica la censura de prensa.
Pocos saben realmente qué piensa el nuevo gobernante cubano.
“Yo no lo conozco, para conocerlo tendría que conocer sus acciones, y sigue pareciendo que representa a la familia real”, comentó el músico contestatario David Escalona. “No sé si se va a virar con carta tipo [el líder soviético Mijail] Gorbachov, ojalá”.
Pero muchos creen que en estas circunstancias, Díaz-Canel será solo una figura decorativa.
“Es un Dorticós, es un títere de los Castro”, dijo otro artista contestatario cubano, Danilo Maldonado, conocido como El Sexto, en una comparación con Osvaldo Dorticós, quien presidiera simbólicamente el país entre 1959 y 1976, mientras Fidel Castro gobernaba como primer ministro . “Hay mucha gente que no lo conoce, es un tipo que no es nada”.