De patriotas y sanchistas
«Ambos, Abascal y Sánchez, pretenden que una sociedad envenenada por años de manipulación y engaños apueste por soluciones rápidas y tajantes»

Ilustración: Alejandra Svriz
Se ha celebrado este fin de semana en Madrid una convención de los más connotados partidos de la extrema derecha europea que ha utilizado el líder Vox para prometer «la reconquista», no sé si de un territorio o de alguna causa maltrecha, no desde luego la de la libertad y la democracia, que esa sí que necesita auxilio. La ocasión ha sido aprovechada a su vez por los sanchistas para recordarnos a todos lo que nos espera si algún día nos tomamos el atrevimiento de dejar de votarlos.
Digo sanchistas porque la voluntad de mantener a Pedro Sánchez en el poder es lo único que une a esa amalgama de pretendidos socialistas, comunistas, nacionalistas xenófobos, viejos terroristas y populistas de extrema izquierda que gobiernan bajo la etiqueta falaz de «progresistas». Como falso es también el título de «patriotas» con el que se presentaron en la capital española un grupo de líderes que pretende reproducir en Europa el estilo despótico de Trump y Putin bajo la utopía de un continente seguro, próspero y de vuelta a una civilización blanca y judeocristiana.
Nada menos patriota que promover el enfrentamiento entre los habitantes de un mismo país por pertenecer a razas, religiones u orígenes étnicos diferentes. Nada menos patriota que infundir el miedo y el odio entre los ciudadanos para limitar sus libertades y atropellar sus derechos. Nada menos progresista que alimentar la desigualdad entre personas y territorios de una misma nación o alentar rencores olvidados con el fin de estimular la polarización o abusar del poder personal en detrimento de las instituciones que protegen a los más débiles.
«Medio país está dispuesto a cualquier cosa con tal de librarse de la pesadilla sanchista y la otra mitad es capaz de lo mismo para prevenir el regreso al poder de los fachas. No sé qué elecciones nos esperan en esta situación»
Ese patriotismo y ese progresismo son meras fachadas para esconder ambiciones individuales. No hay más que analizar la trayectoria y la conducta de Santiago Abascal y Pedro Sánchez para entender lo lejos que están ambos del patriotismo y el progresismo que predican. La realidad es que su patriotismo y su progresismo se parecen como dos gotas de agua. Ambas son las caras de una misma moneda, las dos versiones de una misma concepción del poder enemiga de los principios de la democracia liberal.
Patriotas y sanchistas comparten una misma voluntad de socavar las bases de la convivencia entre personas que piensan diferente, un mismo propósito de debilitar el Estado de derecho y utilizar todos sus resortes para conservar el poder. Tanto patriotas como sanchistas aborrecen la verdad, la libertad de expresión y los medios de comunicación críticos. Tanto patriotas como sanchistas prefieren adeptos que ciudadanos libres, recurren de forma constante a la consigna y el adoctrinamiento, sin el menor escrúpulo en utilizar a diario la exageración de los peligros posibles, la distorsión de la realidad, la calumnia del adversario o la simple y rotunda mentira.
Patriotas y sanchistas necesitan eliminar cualquier expresión política que pueda surgir en el espacio existente entre ellos con la voluntad de reducir el tradicional juego democrático a una batalla feroz entre fuerzas antagónicas sin posibilidad de coexistir. «La reconquista» de Abascal y sus amigos es el equivalente al «muro» de Sánchez: ningún residuo del viejo orden debe permanecer en pie en el territorio reconquistado, al igual que ninguna disidencia ni discrepancia debe tolerarse en el lado correcto del muro. Enfrente sólo hay fascistas o musulmanes asesinos de mujeres.
Esa es, desgraciadamente, la dinámica ahora dominante en el mundo tras la victoria de Trump y la que cabe esperar en España si no somos capaces de evitarlo. Es fácil adivinar que estamos abocados a un escenario en el que una sociedad envenenada por años de manipulación y engaños apueste por soluciones rápidas y tajantes, quizá no las más deseables, pero sí las más eficaces. Medio país está dispuesto a cualquier cosa con tal de librarse de la pesadilla sanchista y la otra mitad es capaz de lo mismo para prevenir el regreso al poder de los fachas. No sé qué elecciones nos esperan en esta situación. No sé lo que quedará de nuestra democracia cuando ese duelo concluya.