De yanquis a yumas, el amor-odio por Estados Unidos
De la pared de su cuarto cuelga una bandera norteamericana y el papel tapiz de la computadora es la imagen de un Tío Sam que le apunta con el dedo. Mauricio tiene 30 años y desde pequeño fue formado bajo el más estricto antiimperialismo, pero hoy muestra una gran fascinación por el vecino del Norte. Con la visita de Barack Obama a la Isla, este joven que una vez gritó “Cuba sí, yanquis no”, hace despliegue de su adoración por yumalandia.
“Este billete de un dólar me lo mandó un tío mío que vive en New Jersey, cuando ganó su primer salario después de irse como balsero”, cuenta. Lo tiene enmarcado en la pared junto a su mesa de trabajo y sueña con estar “del lado de allá del charco”. La habitación está decorada con matrículas de autos de Las Vegas y Miami, un cartel del Starbucks, un dibujo con el rostro de Lincoln y una foto del Capitolio de Washington.
“Colecciono todo lo que venga de allá”, explica Mauricio quien nunca ha pisado territorio norteamericano, pero dice sentirse “hijo de la tierra de las oportunidades”. Su visión de ese país que se sitúa a solo 90 millas ha sido formada a través de las series televisivas, las películas de Hollywood y lo que le cuentan los amigos que han logrado irse. “Yo debí haber nacido allí”, dice sin sonrojarse.
La normalización de relaciones entre Cuba y Estados Unidos ha hecho más visible la fascinación que muchos cubanos sienten por el poderoso vecino. “Ahora salgo con la bandera norteamericana cada vez que puedo”, se jacta Liudmila, de 22 años y asidua de las tertulias informales en la calle G de La Habana. Estudiante de último año del Instituto Pedagógico, cuenta que va a clases con la bandera de las franjas y las estrellas sobre el cuerpo.
En reuniones de la FEU han pedido a los estudiantes no usar ropa con alusiones a Estados Unidos, pero “no sirve de nada, porque la gente se la sigue poniendo”
“Antes los profesores se ponían pesados cuando alguien se vestía así, pero ahora ya se ha vuelto normal, muchos lo hacen”. En reuniones de la Federación Estudiantil Universitaria (FEU) han pedido a los estudiantes que eviten usar ropa con alusiones a Estados Unidos, pero “no sirve de nada, porque la gente se la sigue poniendo”, explica Liudmila.
Las camisetas con el rostro de Barack Obama también proliferan. “Este es mi ídolo”, dice Adonis, un joven mestizo de 19 años que ve en el presidente estadounidense un modelo a seguir. Al preguntarle si se pondría alguna vestimenta con alusiones a Raúl Castro, hace una mueca de disgusto. “No, de ese ya tenemos demasiado por todas partes para además llevarlo encima”, remacha.
Cuba es uno de los pocos países de América Latina donde no se usa el calificativogringos para referirse a los estadounidenses. En lugar de eso, en la lengua popular se utiliza el sustantivo yuma con una fuerte carga de admiración. A pesar de la intensa propaganda oficial, la palabra yanqui nunca logró calar en el habla cotidiana.
“Los yumas son los mejores”, exclama un taxista de los que hacen la ruta desde el aeropuerto. “Dejan mejores propinas”, justifica el hombre. Un criterio similar se extiende entre los camareros de paladares y restaurantes estatales. “Vienen con la idea de que aquí también tienen que dejar el 10 por ciento de la cuenta y eso nos beneficia mucho”, comenta un mesero de Los Nardos, un local en La Habana Vieja.
La yumafilia llega a extremos ridículos. “Nada más que me pongo ropa que sea Made in USA ” dice una clienta de un sofisticado atelier habanero. “La calidad es la calidad y ellos son los que la tienen”, asevera la mujer. Agrega que el día que se inaugure “una McDonald’s en la Plaza de la Revolución, te juro que voy a ir con mis hijos y vamos a pedir la oferta más grande”. La vendedora del local la provoca y le pregunta “Niña ¿y la soberanía?”. Su respuesta es breve y descarnada “¿Y eso se come?”