Deserciones, misterios y traiciones
Milei está decidido a inaugurar el año parlamentario ante la Asamblea Legislativa con los cinco jueces de la Corte Suprema sentados muy cerca de él en el Congreso
A Javier Milei lo aburren los momentos que se repiten in aeternum. Está decidido, por eso, a inaugurar el año parlamentario ante la Asamblea Legislativa con los cinco jueces de la Corte Suprema sentados muy cerca de él en el Congreso. El año pasado hubo solo cuatro de los cinco magistrados que integran la Corte. Ahora, después de la jubilación de Juan Carlos Maqueda, hay solo tres jueces en ese tribunal que es la cabeza del Poder Judicial. Y hay dos abogados propuestos para ocupar la misma cantidad de vacantes que existen: el juez Ariel Lijo, convertido en el candidato a juez supremo más cuestionado moral e intelectualmente en la historia de la Justicia, y Manuel García-Mansilla, un prestigioso académico. Lijo está formalmente en mejores condiciones que García-Mansilla para llegar al recinto del Senado porque ya tiene las nueve firmas que necesita el dictamen de comisión. Aunque ese dictamen ingresó formalmente para ser tratado en cualquier momento por la Cámara alta (podría ser el jueves próximo), el acuerdo de Lijo no cuenta todavía con los 48 votos del plenario del cuerpo, que es el número de los dos tercios que indica la Constitución. En rigor, se trata de los dos tercios de los presentes, no de la totalidad de los senadores, pero ese día las ausencias y las abstenciones serán más noticia que los votos a favor o en contra de Lijo. En el Senado, las abstenciones se cuentan como ausencias y, por lo tanto, hacen bajar el número de votos necesarios para alcanzar las dos terceras partes de los votos. El teatro de los senadores que estén presentes pero que se abstengan será solo eso: un mero teatro para la tribuna de incautos, mientras le hacen un favor al Gobierno. Será el caso de la senadora Alejandra Vigo, esposa del exgobernador cordobés Juan Schiaretti, que se abstendrá. Apoyará a Lijo, aunque no lo diga. Vigo forma parte de pequeños bloques de peronistas sueltos o de monobloques. Son pocos y cada uno negocia por su cuenta. “Barrio chino”, los llaman en el Senado. Los oficialistas más optimistas establecen que Lijo contaría hasta ahora, en el mejor de los casos, con solo 35 votos. En las cercanías presidenciales refieren que los funcionarios de más confianza de Milei le están recordando que hace casi un año el juez de la Corte Ricardo Lorenzetti le aseguró al jefe del Estado que Lijo tendría los votos necesarios en el Senado. Pasaron 11 meses y Lijo no está en la Corte. Al Gobierno le será difícil conseguir los dos tercios sin un acuerdo con Cristina Kirchner, que podría contar, por lo menos, con la adhesión de 25 de los 72 senadores que hay. Si tuviera 25 senadores, que significa un tercio más un senador del total del cuerpo, al Gobierno le será obviamente imposible conseguir los restantes dos tercios. Tanto el exministro del Interior Eduardo “Wado” de Pedro, actual senador nacional, como el exviceministro de Justicia Juan Martín Mena, ambos inconfundibles cristinistas, le reprocharon al Gobierno que Cristina Kirchner recibió solo supuestos agravios en las últimas semanas. No está dispuesta, le dijeron, a hacerle favores a la administración libertaria. De Pedro y Mena les habrían señalado a funcionarios mileístas, con estricta precisión, esos agravios: el Gobierno despojó a la expresidenta de las dos jubilaciones que cobraba y promovió la suspensión de las primarias obligatorias cuando sabía que ella estaba en contra de esa decisión en el contexto de su tensa relación con el gobernador bonaerense, Axel Kicillof. Hay una tercera ofensa: Karina Milei se hizo presente, sola, seria y callada, en un palco de la Cámara de Diputados en el momento en que ese cuerpo parlamentario se disponía a votar el proyecto de ficha limpia, que resultó aprobado por una abrumadora mayoría de 144 votos (necesitaba solo 129). Si el Senado ratificara esa sanción –mucho más difícil que en Diputados–, Cristina Kirchner no podría ni amenazar con ser una próxima candidata en la provincia de Buenos Aires. ¿Qué significó la presencia de Karina Milei en ese palco? Seguramente un apoyo explícito al proyecto de ficha limpia, pero también, quizás, un desmentido gestual de las muchas versiones que hablan de una negociación del Gobierno con el kirchnerismo en el Senado. A todo esto, el Senado debería modificar el proyecto de ficha limpia que llegó de Diputados, porque este solo excluye de la contienda electoral y de los cargos públicos a los condenados con doble sentencia por hechos de corrupción contra el Estado. La puerta quedó abierta, como lo recordó el periodista Hugo Alconada Mon, para los narcotraficantes o los terroristas. Pésimo negocio: todos los convictos deberían ser expulsados de la vida pública. ¿Necesita Cristina Kirchner las dos jubilaciones para vivir? Las necesita para explicar formalmente cómo financia su vida. No puede hacerlo sin ellas. Esa es la perversa ratonera en la que Milei la metió.
Nada asegura, hasta ahora, los votos necesarios en el Senado para que Lijo llegue a la Corte
Sin embargo, hay algunos senadores peronistas (no se sabe si son muchos o pocos) que se están movilizando a favor del acuerdo para Lijo. El articulador de ese movimiento subterráneo en el Senado es el exgobernador de Tucumán y actual senador Juan Manzur, que podría tener cierta influencia en las provincias del norte y, por lo tanto, en sus senadores. Los interlocutores de Manzur serían el propio Lijo y, tal vez, el infaltable asesor presidencial Santiago Caputo. El argumento de algunos senadores que rodean a Manzur es que es mejor tener en la Corte a un juez que conocen. Increíble: es el único requisito. Como vemos, Lijo les promete favores al mundo y a sus alrededores. Algunos senadores peronistas describen también que el ciclo político de Cristina Kirchner “está terminado”. ¿Está realmente terminado cuando logró abroquelar a todo el bloque de diputados peronistas en contra del proyecto de ficha limpia? Lijo ha hecho un intenso trabajo de autogestión por su acuerdo en el Senado. Un ejemplo: la senadora kirchnerista por Catamarca Lucía Corpacci, exgobernadora de esa provincia, aclaró ante sus pares que su firma en el dictamen de la Comisión de Acuerdos a favor de Lijo se respaldó en un compromiso personal con el juez federal y que no fue, como se suponía, una orden de Cristina Kirchner, quien solo fue informada. Corpacci forma parte de la otrora poderosa familia política peronista catamarqueña de los Saadi. El patriarca de esa familia, Vicente Saadi, ya muerto, fue senador y presidente de la Comisión de Acuerdos del Senado en los tiempos inaugurales de Raúl Alfonsín. Saadi nunca dejó de forzar negociaciones con el gobierno del presidente radical para lograr la designación de centenares de jueces amigos del peronismo. La pobre Justicia que hay en el país tiene su explicación.
Corpacci no es la única integrante de un Senado lleno de misterios, de acuerdos furtivos y de decisiones extrañas. El presidente del bloque del radicalismo de ese cuerpo, el correntino Eduardo Vischi, se pasó las últimas semanas asegurándoles a los senadores radicales que él no había firmado el dictamen de la Comisión de Acuerdos a favor de Lijo. Cuando el dictamen fue formalmente ingresado en el Senado con las nueve firmas necesarias, estaba entre ellas la de Vischi. No solo estaba su rúbrica: Vischi firmó sobre el sello que lo distingue como presidente del bloque del partido de Alem. Un escándalo silente (silente de puertas afuera) estalló en el bloque del radicalismo; varios senadores que anunciaron su voto contra el acuerdo de Lijo le reprocharon a Vischi que les hubiera mentido durante tanto tiempo. El gobernador de Corrientes, Gustavo Valdés, jefe político de Vischi, está muy cerca de Milei. Vischi había hecho antes algo peor que no decir la verdad. Sin ningún anuncio previo, relevó al senador radical fueguino Pablo Blanco de la Comisión de Acuerdos y el propio Vischi se nombró reemplazante de él. Blanco se había pronunciado públicamente en contra de Lijo. Lo sigue haciendo.
Otra que firmó el dictamen es la senadora tucumana Beatriz Ávila, y lo hizo como miembro del bloque de Pro, que integra como una aliada aunque tiene su propio partido: Por la Justicia Social, se llama. Ávila es esposa del exintendente peronista de la capital tucumana Germán Alfaro, que fue quien realmente ganó la senaduría. Pero Alfaro renunció inmediatamente después de la elección y le dejó el lugar a su esposa. Nepotismo provinciano en estado puro. Alfaro y Ávila fueron aliados breves de Pro, aunque nunca acataron la conducción nacional de Mauricio Macri. En los últimos tiempos, el matrimonio peronista de los Alfaro aceptó los liderazgos del gobernador tucumano, Osvaldo Jaldo, y del propio Milei. Fin del paseo por el paisaje no peronista. Viven en el “Barrio chino”. Las adhesiones políticas, luego de haber fungido como opositores, tienen un precio. Ávila se hizo famosa cuando votó a favor del decreto de necesidad y urgencia de Milei por el que les destinaba 100.000 millones de pesos (1000 millones de dólares) adicionales a los servicios de inteligencia, que pueden disponer de ese dinero sin rendir cuentas. Pro votó en contra de ese decreto de necesidad y urgencia; ese DNU se convirtió en el primero en la historia en ser rechazado por el Congreso. Fue la única vez que Pro votó contra un decreto de Milei.
La conducción nacional de Pro tiene la mirada puesta también en la senadora por Chubut Andrea Cristina, no porque dude de ella. Tiene posición tomada contra el acuerdo a Lijo. La sospecha recae sobre el gobernador de Chubut, Ignacio Torres, quien podría pedirle a su senadora el voto a favor de Lijo porque el mandatario chubutense tiene muy buena relación con Milei. Torres es también de Pro, pero pretexta, como lo hacen varios gobernadores, que necesita recursos y prefiere no enojar al Presidente. Otro que parece vacilar es Martín Lousteau, senador y presidente del radicalismo. Hay un antecedente que lo arrincona. Luego de que se conocieran las postulaciones de Lijo y García-Mansilla, la mesa directiva nacional del radicalismo, con la firma del propio Lousteau, impulsó públicamente que las dos vacantes de la Corte se integren con juristas mujeres. La paridad le da la razón a ese pronunciamiento: el tribunal está formado por cinco jueces y ya hay tres hombres. Lijo, además, reemplazaría a una mujer que se jubiló, Elena Highton de Nolasco. Pero la influencia a favor de Lijo de los incansables Daniel Angelici y Emiliano Yacobitti, que lideran al inexistente radicalismo de la Capital, sería más decisiva que la contradicción personal para Lousteau. La duda de los otros acosa también al senador radical por la provincia de Buenos Aires Maximiliano Abad, cuyo referente político es Ernesto Sanz, un viejo amigo de Lorenzetti. No todos están donde deben estar.
Nada le asegura, hasta ahora al menos, los votos necesarios a Lijo, según lo aceptó el viernes en declaraciones públicas el propio Guillermo Francos, jefe de Gabinete. El Presidente insiste en que quiere a los cinco jueces de la Corte sentados en el Congreso dentro de quince días cuando él lea ante senadores y diputados el informe anual sobre el estado de la Nación. Si Lijo no obtuviera el acuerdo, Milei está decidido a nombrar en comisión, por un simple decreto, a García-Mansilla y al exjuez Ricardo Rojas, un viejo conocido del Presidente por la militancia común en el liberalismo; Rojas no recibió hasta ahora cuestionamientos morales ni éticos, a pesar de que hace poco fue un firme candidato a ocupar el cargo de procurador general del Tesoro (jefe de los abogados del Estado). Es probable, entonces, que Milei conforme su capricho con un decreto, demasiado fácil como para no provocar después un monumental escándalo político y judicial. El conflicto perpetuo es su zona de confort.