Diario de la cuarentena (58): Las dos Españas
No sé si a usted, lector, le ocurre lo mismo, pero el desconfinamiento desordena más los nervios que la cuarentena
Hay dos Españas, la de la fase cero y la de la fase uno, con todos los agravios que el aventajamiento de una puede provocar sobre la otra. Pero aún más profunda que esa escisión son las Españas encontradas que emergen en cada una de esas mitades. Los más libres, y los más confinados. El Gobierno central versus el autonómico, o el autonómico versus el regional y en ocasiones el regional contra sí mismo.
Mientras el Gobierno inventa rankings desde donde despeñar su amor propio, en los barrios la única ‘desescalada’ que piden los vecinos es la ‘desescalada’ de la verdad. Confinado en el espacio de un kilómetro cuadrado es difícil conseguir la otra versión, pero un aroma de hartazgo expone a los del barrio de Salamanca y a los de Aluche a una verdad lo suficientemente democrática: la incertidumbre.
Salir a la calle nos coloca en el brete. Elegir entre la salud y la economía. Entre el miedo y la normalidad. La situación de rehenes que llamamos el síndrome de la cabaña nos señala y estigmatiza, a unos por sentirlo y a otros por no poder evitarlo. Un futbolista está desposeído de su derecho al miedo porque las cajeras no pueden elegir tenerlo.
No sé si a usted, lector, le ocurre lo mismo, pero el desconfinamiento desordena más los nervios que la cuarentena
Esta epidemia ha roto un hueso cuya fractura dejó de parecer verosímil hace ya mucho. Olvidamos las guerras y las pestes, pero estamos construidos sobre ellas, aunque ya no las recordemos. Nuestro esqueleto ha vuelto a quebrarse para descubrirnos que no existe tal cosa como la eterna juventud o el estilo de vida saludable. Recordar que vamos a morir nos vino bien, pero lidiar con la omnisciencia de esa idea no.
Pelear contra el miedo de subir al metro es el mismo que sentirían quienes en la otra España, la de la fase 1, tuvieron que levantar la ventana de su bar o su tienda. El problema no es el qué sino el cómo. Esperamos fiarnos de alguien, cuando los únicos responsables de nuestra supervivencia somos nosotros.
No sé si a usted, lector, le ocurre lo mismo, pero el desconfinamiento desordena más los nervios que la cuarentena. Las costuras saltan a la vista y resulta inevitable preguntar por qué unos tienen más manga ancha que otros, quién decide y hasta qué punto decide. Me pregunto si el libre albedrío nos pertenece o es una cesión que hacemos de nuestra libertad durante un tiempo. Día número 58 de algo que ya no es una cuarentena, pero tampoco la vida real.