Democracia y PolíticaEconomía

Dime con quién andas: Tsipras, Castro, Maduro, Iglesias

VENEZUELA--La-receta-para-evitar-el-desplome

Comencemos por una aclaratoria necesaria: el referendo griego del domingo 5 de julio puede ser adjetivado de muchas maneras, pero la palabra “democrático” no es una de ellas.

Y no sólo porque deja un tufo muy molesto y sospechoso el que entre los políticos que le dieron un espaldarazo inmediato a Tsipras y a Syriza por su “victoria”, se encuentran esos adalides de los valores democráticos llamados Raúl Castro, Nicolás Maduro y el jefe de Podemos, Pablo Iglesias.

Estos señores, en su celebración de ese llamado demagógico a la población griega a que se quitara la túnica ciudadana y se vistiera con los harapos de la masa, han logrado, al menos temporalmente, y para alimento de algunos ingenuos, hacer creer que Europa está dividida entre una izquierda progresista y cercana a los problemas de la gente, y una derecha cavernícola, neoliberal -¿habrá un epíteto más usado como arma arrojadiza? (no importa que no se sepa en realidad lo que comporta)-. Nada más alejado de la realidad.

Un hecho esencial es que lo que está en juego es mucho más importante que la salvación del euro, o la permanencia de Grecia en la eurozona. Porque mucho más fundamental es sin duda alguna rescatar los valores de responsabilidad, de diálogo serio y meditado, de negociación con base a parámetros claros y políticos, de fortalecimiento de las instituciones, que se dio en la Europa comunitaria desde sus inicios, gracias a la visión de sus padres fundadores, Adenauer, De Gásperi, Schuman, Monet. Creadores de una unidad humana que reconstruyó, en clave de paz, fraternidad y entendimiento, unos espacios, una voluntades y unos temperamentos que tenían siglos disputando gozosamente toda clase de guerras.

Lo sucedido en Grecia demuestra una vez más algo que el liderazgo europeo se ha negado a aceptar: que la unidad monetaria, para que funcione, implica necesariamente una unidad política; que no puede haber la primera sin la segunda. Luego, que lo que afecta a uno en materia económica, afecta a todos; en tercer lugar, que no hay una sola Grecia, sino 28. Porque ella no es percibida de la misma manera por un estonio, un belga, un italiano, un alemán o ciertamente por un griego. Cuarto: que los chamanes no europeos de la economía, como Krugman o Stiglitz, con sus visiones casi siempre apocalípticas y llenas de moralina, hacen más daño que bien. Y por último, que la alternativa que al final prevalezca estos próximos días, para que llegue a salvo a algún buen puerto, requiere del consenso sin vacilaciones, con un ejercicio claro de liderazgo firme y consensuado, de las dos fuerzas claramente mayoritarias en Europa: los democristianos (Merkel, Juncker) y los socialdemócratas (Hollande, el SPD alemán). Es la hora de salvaguardar y fortalecer las instituciones, ampliando el grado de apoyo de la ciudadanía europea, y aislando a los enemigos de la democracia.

Tsipras, Castro, Iglesias y Maduro tienen en común que detrás de su demonización verbal de todas las instituciones democráticas –con las fallas y errores que ellas poseen, estemos de acuerdo- lo que hay es el deseo oculto tácticamente de revivir los peores demonios del fascismo eterno.

Volviendo a nuestra frase de inicio: la política democrática exige de un gobierno que tome decisiones, no que se escude detrás de propuestas demagógicas como las de este particular referendo, vestido con los peores paños de esa tragedia humana que es el nacionalismo. Democracia es pedagogía, es explicación, es representación, es diálogo, es delegación regulada de las voluntades que, por humanas, expresan necesariamente intereses.

Un referendo se debe convocar cuando todo los demás mecanismos de conciliación y de resolución de conflictos han fracasado. La Venezuela democrática planteó el referendo revocatorio del presidente Chávez en 2004 cuando ya era un dato de la realidad el carácter autoritario de su gobierno, no porque simplemente era una mala administración. Se hizo el planteamiento porque ya Chávez había señalado su deseo de destruir las instituciones, de violar sistemáticamente la constitución que él había promovido, no porque a un sector de la población le desagradara su estilo de conducción, autocrático y lleno de odio.

Pensemos por un momento que lo delicado y complejo de la situación obligaba a Tsipras a convocar el referendo. Entonces, el referendo tendría que haberse previsto de forma acorde con dicha situación. El gobierno debería haber hecho pedagogía política, informar sobre todas las opciones, aumentar la cultura política de sus ciudadanos, no ofrecer demagogia nacionalista. Un referendo que respetara al pueblo, no que lo manipulara en sus sentimientos y angustias.

Nadie ha podido explicar cuál era en realidad la pregunta que debían responder los griegos. El NO ¿era un rechazo al FMI, a la llamada troika, a la Alemania merkeliana, al capitalismo, al euro, a la austeridad? Al parecer el NO era una especie de torta a la cual cada griego, al agarrar su pedazo, le daba el significado que quisiera.

 ¿Quién votó el domingo 5 de julio? Bernard Henry Levy nos recuerda que la antigua Grecia, sabiamente, tenía dos palabras para nombrar al pueblo. La más conocida, el demos, de la democracia. Y otra, el laos, en referencia a la muchedumbre –que luego los latinos llamarán turba- fácil víctima de la demagogia, de la manipulación de sus sentimientos más bajos.

Tsipras, Castro, Maduro e Iglesias son cultores del segundo sentido, como buenos fascistas que son. No es de gratis que, para conseguir que el Parlamento aprobase su proyecto de referendo, a Tsipras no le tembló ni el pulso ni la conciencia para solicitar y finalmente obtener el apoyo del partido neonazi (Amanecer Dorado). O que Marina Le Pen y Vladimir Putin, cada uno desde sus intereses autoritarios y sus particulares formas fascistoides, lo apoyan incondicionalmente.

Con su referendo, Tsipras lo que buscaba no era solo fortalecer su frente interno, como tantos comentaristas han señalado; ha buscado sobre todo enfatizar ante su pueblo, que los verdaderos responsables del desastre en que se ha convertido su país son los países europeos, los que, al mismo tiempo, están obligados, por no se sabe cuál suerte de manipulación ideológica a “rescatar” una y otra vez a una sociedad a la que le sobra irresponsabilidad y que necesita fuertes dosis de seriedad.

El referendo griego no es un “acto de resistencia”, como lo quieren hacer ver los cuatro socios de la antipolítica, el griego, el cubano, el venezolano y el español: ello es una desfachatez con diez veces el tamaño del Partenón ateniense.

Tsipras, Castro, Maduro e Iglesias tienen como objetivo esencial sustituir la lógica democrática del compromiso por la lógica fascista de la guerra a las instituciones y a los cuerpos intermedios que sirven a los ciudadanos.

Tsipras, Castro, Maduro e Iglesias nunca han dicho, no les interesa, cómo piensan generar riqueza. Y no lo han hecho porque saben que sólo el capitalismo como mecanismo y concepto central, regulador de las pasiones y de los intereses de los que nos habla Albert Hirschman, y el mercado como territorio de innovación y distribución, son capaces de hacerlo.

Tsipras, Castro, Maduro e Iglesias no generan riqueza. Su especialidad es destruirla.

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