Discurso para estúpidos
El régimen chavista ha copiado desde sus inicios el discurso para estúpidos que ha usado el castrocomunismo desde 1959.
Ese discurso se basa en una mentira colosal: aquí, como en Cuba, todo lo malo es culpa del imperialismo estadounidense y de los adversarios del proceso. Nunca es responsabilidad de quienes ejercen el poder. Lo tragicómico es que el poder que detentan allá y aquí es total, por lo que su responsabilidad también es total.
Allá, como aquí, el régimen controla todas las instituciones del Estado. Allá, como aquí, existe una dictadura que lo decide todo, sin margen alguno para que los adversarios puedan manejar alguna parcela de poder. Tal vez la única diferencia -y sin importancia real- es que aquí todavía existe un sector privado de la economía, pero cada vez más débil, y sin posibilidad alguna de tener decisiva influencia en la marcha del país.
Resulta entonces absolutamente lógico suponer que lo bueno y lo malo que sucede es responsabilidad del régimen. Tienen ya 15 años ejerciendo el poder de manera total y cada vez más avasallante, con una presidencia de la República que, a partir de la Constitución de 1999, tiene mucho más poder que antes, mientras han liquidado la descentralización y el neofederalismo.
Desde entonces, a este régimen le han otorgado varias leyes habilitantes para que dictaran las leyes de que les diera la gana, siempre dentro del objetivo mayor de controlar todo el poder. Así, la Asamblea Nacional ha terminado siendo un cuartel al mando de un teniente prepotente y altanero, verdadera casa de segundones e incondicionales vergonzosos en su mayoría.
Lo mismo sucede con el Poder Judicial. Su independencia no es tal, y lo peor es que alguna autoridad suya dijo en el pasado que esta no debería existir porque todos los Poderes Públicos deben estar sujetos al “jefe de la revolución”, a los fines de cumplir sus objetivos y propósitos. Al mandar al carajo la teoría de Montesquieu, la señora de marras desnudó al régimen chavista, por lo que nos ahorra mayores comentarios al respecto. En ese orden de abominable sumisión, la Contraloría y la Fiscalía General, así como la inefable “Defensoría del Pueblo”, son igualmente apéndices del Poder Ejecutivo y sólo actúan en función de sus intereses.
Agréguese, además, el control sectario y excluyente que tiene el régimen sobre casi todas las gobernaciones -salvo Miranda, Lara y Amazonas- y la gran mayoría de las alcaldías, cuyos titulares son simples marionetas y títeres que sólo hacen lo que se les ordena desde Miraflores.
Y no hablemos de la cúpula militar, hoy entregada al proselitismo y al partidismo gobiernero, violando el artículo 328 de la Constitución que los obliga a ser “una institución esencialmente profesional, sin militancia política”, “al servicio exclusivo de la Nación y en ningún caso al de persona o parcialidad política alguna”.
Pues bien, este es el mismo régimen que nunca admite su absoluta responsabilidad por la crisis nacional que han creado desde hace 15 años. Con el mayor cinismo y desparpajo tienen el tupé de culpar a los demás por los males que ellos -y sólo ellos- le vienen ocasionando a los venezolanos de hoy y, sobre todo, a los del mañana.
Si ellos son los que desde 1999 y con exclusividad absoluta controlan el Estado venezolano, imponen las políticas económicas, han arruinado a PDVSA y las empresas básicas de Guayana, destruido la economía privada, colapsado los servicios públicos, desconociendo la propiedad y la iniciativa ciudadanas, fomentando la pobreza y el clientelismo más abyecto, acabando así con presente y el futuro de nuestros hijos y de sus hijos… ¿quién puede creerles entonces que los culpables son otros, y no ellos mismos?
Por fortuna, cada vez son menos los que se tragan ese discurso mentiroso. Un discurso que, por lo primario y repetido, sin conexión con la realidad y basado sólo en la mentira, ha terminado revirtiéndoseles. Son pocos los que creen en el cuento chino de “la guerra económica” y que el “imperio” o los marcianos son sus culpables. Y ello porque no es muy difícil saber que si el régimen chavista destruyó la producción agropecuaria e industrial y la sustituyó por productos importados, al faltar hoy los dólares para seguir trayéndolos, entonces la escasez, el desabastecimiento y la carestía son las consecuencias que ahora todos estamos sufriendo.
Abraham Lincoln dijo alguna vez que “se puede engañar todo el tiempo” y que “se puede engañar a todo el mundo”, pero que no es posible “engañar todo el tiempo a todo el mundo”.
Y eso es lo que hoy le ocurre al actual régimen.