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Durán – Laberintos: Impactos y efectos de las elecciones catalanas

   El pasado 12 de mayo, con una abstención superior a 40 por ciento del electorado, los electores eligieron a los 135 diputados de su parlamento autonómico. El impacto y los efectos de la votación ya han comenzado a darle un vuelco a la realidad política de la región, pero todavía están por verse cómo se conformará la alianza que le permita a Salvador Illa, cabeza de lista del Partido de los Socialistas Catalanes (PSUC), que con 42 escaños marcó un récord electoral histórico, asumir la Presidencia de la Generalitat. Esa victoria estaba prevista en todos los estudios de opinión, pero lo que sí constituyó una sorpresa muy significativa fue que ese triunfo vino acompañado de un estruendoso derrumbe del bloque independentista catalán, que desde hacía 13 años contaba con mayoría absoluta. Izquierda Republicana de Cataluña (ERC), que en las elecciones autonómicas de 2021 había obtenido 33 escaños en el Parlament, perdió 13, y pasó de ser la primera minoría del parlamento catalán, a ser la tercera; y Candidatos de Unidad Popular (CUP), pasó, de 9 diputados en 2021, a solo 4 en esta jornada electoral. Solo Juntos por Cataluña (Junts), el partido de Carles Puigdemont, exiliado expresidente de la Generalitat y heredero directo del nacionalismo catalán agrupado en la alianza conservadora de Convergencia y Unión, pero en versión de independencia o nada, subió, de 32 escaños en 2021, a 35 ahora, sin duda, a expensas de CUP y de  Esquerra Republicana Catalana (ERC) .

   Dos razones se barajan en España para explicar este brusco cambio de ciclo en Cataluña. Por una parte, el cansancio de los catalanes tras siete años de encarnizado conflicto político dentro de Cataluña y de la región con el resto de España tras la declaración unilateral de independencia de Cataluña, formulada el 10 de octubre de 2017 por Carles Puigdemont, entonces presidente de la Generalitat, proclamación que se justificaba en un referéndum ilegal sobre esa opción separatista, en violación flagrante de la constitución de España, en la que se señala la indivisibilidad del Estado como principio fundamental de la nación.

   Por otra parte, muchos analistas y no pocos medios de comunicación le atribuyen este resultado a la política de conciliación desarrollada por Pedro Sánchez, cuyo ingrediente más controversial ha sido, en dura confrontación con la posición intransigente que sostenían el PP y VOX, la negociación directa con los partidos separatistas catalanes, incluyendo en el lote al de Puigdemont a cambio de sus 7 votos en el Congreso de los Diputados, indispensables para derrotar a Alberto Núñez Feijóo en la segunda votación de investidura, realizada en octubre de 2023, y su proyecto, de acuerdo con Junts y ERC, de una ley de amnistía para aprobar en el Congreso de los Diputados que beneficiara los inculpados en el proceso judicial contra quienes aquel turbulento año 2017 propiciaron la fallida rebelión independentista. De ahí que este sábado 18 de mayo, mientras escribo estas líneas, Pedro Sánchez, en un mitin realizado en Barcelona como primer acto de la campaña del PSOE con vistas a las elecciones europeas a celebrarse en España el próximo 9 de junio, destacó precisamente que la victoria de su partido y este decisivo cambio de rumbo en la política catalana era consecuencia directa de la política de su partido en favor de “la convivencia (que a fin de cuentas es lo que desea la mayoría de los catalanes) sobre la división” representada por la posición sectaria del PP y VOX.

   Sin embargo, en el marco de esta cambiante realidad parlamentaria debemos destacar el espectacular crecimiento del PP, que subió, de solo 3 diputados, una presencia insignificante en el parlamento catalán de 2021, a 15 en esta ocasión, convirtiéndose así en la cuarta fuerza política regional. Lo que no consiguió el PP de Núñez Feijóo fue reducir la fuerza de VOX, una confrontación  dentro del universo de la derecha española, que  frenó la aspiración de Núñez Feijóo a la Presidencia del Gobierno de España, a pesar de haber sido el candidato más votado en las elecciones generales de 2023.

   En todo caso, de estos resultados, surgen dos interrogantes inevitables. La primera, que dada la fragmentación del Parlament catalán, ¿cuál de las alianzas posibles alcanzará una mayoría suficiente para que Illa logre alzarse con la Presidencia de la Generalitat¨? En principio, el acuerdo poselectoral más lógico sería que los tres partidos de izquierda, PSUC, ERC y Comunes sumaran sus votos para investir por mayoría absoluta a Illa, pero Pere Aragonés, saliente jefe del gobierno autonómico, seriamente debilitado por el devastador descalabro electoral de ERC, ya ha advertido que su partido, aliado del PSOE en el Congreso de los Diputados, actuará en Cataluña desde la oposición, forzando a Illa a formar un gobierno de minoría, asociado exclusivamente con Comunes, siempre y cuando ERC se abstenga en el debate de investidura. Esta misma y moderada posición también la adoptaría Junts, pero con la condición de que el PSUC no incluya en su alianza de gobierno al PP ni a VOX. Un acuerdo de entendimiento de los tres partidos, que aunque le impedirían a Illa contar con  68 votos parlamentarios necesarios para constituir un gobierno con mayoría absoluta, Illa podría ganar la investidura en una segunda vuelta con mayoría simple, aunque sujeto, como Sánchez en Madrid, al chantaje de Puigdemont y su partido.

   La segunda incógnita se despejará el próximo 9 de junio, cuando los electores de toda España acudan de nuevo a las urnas para elegir a los diputados españoles al Parlamento de la Unión Europea. Según todos los sondeos de opinión, la ventaja que separó al PP del PSOE en las últimas elecciones generales fue de siete por ciento, diferencia que en las últimas encuestas con trabajo de campo antes de las elecciones catalanas, se había reducido a menos de cinco puntos. Si, en efecto, el derrumbe separatista y la victoria del PSUC en las elecciones catalanas del pasado 12 de mayo son consecuencias directas de la política conciliadora de Sánchez y la intransigencia de sus adversarios del PP y VOX, el éxito de esa política, como pretende reivindicar Sánchez en la capital catalana, el PSOE debe acortar aún más su distanciamiento del PP.  Es decir, que la votación del próximo 9 de junio consolidará o debilitará aún más, la inestable posición de Sánchez al frente del Gobierno de España. De ahí que Sánchez, que a lo largo de su carrera política siempre ha estado resuelto a jugarse el todo por todo, apostará su futuro como presidente del Gobierno a los resultados de ese muy complejo domingo electoral del 9 de junio.

 

 

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