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EEUU: Una semana para no olvidar

trump-hitler-time-coverEn un siglo, serán recordados aquellos que se enfrentaron al tirano Donald Trump y aquellos que consideraron conveniente desechar los valores estadounidenses más básicos – los «republicanos de Vichy«, como el historiador Ken Burns los llamó en su discurso a una promoción de graduados de Stanford-.

El encogimiento de hombros de Mitch McConnell, la explicación retorcida de Paul Ryan, quien dijo que Trump era un racista y xenófobo, pero era nuestro – le dan preeminencia al partido antes que el país. A su vez, los republicanos del tipo «eludamos el tema y escondámonos«, tan rápidos para sacar de repente su copia de bolsillo de la Constitución, ahora no se ven por ningún lado cuando las bases fundacionales de ese mismo documento están bajo asalto por el hombre que lleva su bandera.

En aulas y seminarios recordarán a los que subestimaron a  Trump considerándolo un simple entretenimiento, un fenómeno de feria, antes de que tratara amordazar a la prensa libre, y viniera por usted – usando una página de otro tirano, Vladimir Putin, admirado por este monstruo, nuestra propia cosecha.

A su vez, señalarán a los facilitadores. En el período previo a las primarias presidenciales, solo unos pocos candidatos recibieron cobertura de prensa más favorable que Donald Trump, según el Centro Shorenstein en la Escuela Kennedy de Harvard. Los perros guardianes estaban en la jugada. Es cierto que es un ignorante y un fraude, incapaz de procesar información o pasar un día sin decir al menos una media docena de mentiras – pero es sólo un rol. ¡Atacar a la esposa de Ted Cruz! ¡Heidi Klum ya no es una 10! Y cuando habla como un fascista, cuando utiliza el lema adoptado por simpatizantes nazis en este país del grupo America First en la década de 1930, es todo un juego ¿no ves?. Él es históricamente analfabeto, por lo que el resto de nosotros debemos serlo también.

Ellos recordarán, en una semana que nos dio una terrorífica mirada al corazón de la oscuridad de América, cómo podrían ser triturados los lazos civiles que unen a una nación formada por gente proveniente de todas las naciones. La sangre de la discoteca Pulse en Orlando, un campo de batalla como lo fueron Shiloh o Bull Run, no se había secado cuando Trump se felicitaba a sí mismo – un narcisista con falta de sueño-. El peor asesinato masivo en la historia de Estados Unidos no era sobre el asesinato de gente común, era sobre él: «Agradezco las felicitaciones por tener razón.»

Ellos moverán sus cabezas de tristeza cuando el hombre que lidera el partido de Lincoln sugiriera que un presidente en ejercicio era un traidor, de alguna manera simpatizante de los nihilistas islámicos que matan a estadounidenses inocentes. Trump lo insinuó. Luego vetó un periódico por colocar un titular al respecto.

Él no había terminado, este personaje de 70 años de edad con el temperamento de un niño de 7. No hizo ningún llamado vibrante por la unidad y el coraje, ningún argumento a favor de una pausa partidista. Dijo que el presidente debía renunciar, como si el asesinato de 49 personas no fuera cometido por  un rifle de asalto fácilmente obtenido por un fanático nacido en Nueva York, sino por el comandante en jefe estadounidense. Comparó la nación con un enfermo terminal. Todo está perdido. Por si fuera poco, sugirió que nuestros soldados eran ladrones.

Se presentan en forma de olas las mentiras absurdas, las infracciones del honor, de este hombre que quiere usar un alto cargo para atacar a sus enemigos en un tribunal civil, que aplicaría un examen de religiosidad a los conciudadanos, cuyo plan de deportación masiva probablemente incluiría los padres de algunos de los latinos muertos en Orlando. Y debido a que se producen en forma de olas, no hay tiempo para procesarlo todo. ¿No fue hace sólo unas semanas que atacó a un juez federal que conocía una causa en la que Trump está acusado de fraude a gran escala, debido a la herencia étnica del juez?

También recordarán a los republicanos que no miraron hacia otro lado. Mitt Romney y Meg Whitman y la familia Bush han mostrado más decencia en un día que Trump en toda su vida.

«Compórtense como hombres«, escribió el estratega republicano Rick Wilson. «Muestren valor. Digan lo que está en sus corazones; que él está loco; que es veneno; que está condenado al fracaso, y que está matando el partido».

El público estadounidense, al parece se está dando cuenta de quién es. Mientras que los líderes del Partido Republicano se acobardan o se mantienen en silencio, los votantes por un margen de 2-1 en las encuestas llevadas a cabo  desaprueban la forma en que Trump actuó en una crisis. Es rechazado por casi el 70 por ciento de la gente, lo cual sólo logra que uno se pregunte por el otro 30 por ciento.

«Llega un momento en que yo – y usted – ya no podemos permanecer neutrales, en silencio«, dijo Burns en Stanford, en la mañana en que todos nos despertamos con la noticia de la masacre en la Florida. «Por 216 años, nuestras elecciones, aunque disputadas, han mostrado la filosofía y el carácter de candidatos que estaban claramente calificados. Ese no es el caso este año. Uno no está manifiestamente calificado».

En esa semana de prueba y tragedia, Trump nos mostró cómo iba a gobernar – por el miedo, por intimidación, por la mentira, enfrentando a estadounidense contra estadounidense, exhibiendo toda la empatía de un sociópata. Sellemos esa semana. Pongámosla en una cápsula del tiempo. Enseñémosla en las aulas. La historia recordará. Pero cuando llegue noviembre, ¿lo haremos nosotros?

Traducción: Marcos Villasmil


 

ORIGINAL EN INGLÉS:

THE NEW YORK TIMES – Timothy Egan

A WEEK FOR ALL TIME 

They will remember, a century from now, who stood up to the tyrant Donald Trump and who found it expedient to throw out the most basic American values — the “Vichy Republicans,” as the historian Ken Burns called them in his Stanford commencement speech.

The shrug from Mitch McConnell, the twisted explanation of Paul Ryan, who said Trump is a racist and a xenophobe, but he’s ours — party before country. As well, the duck-and-hide Republicans, so quick to whip out their pocket copy of the Constitution, now nowhere to be seen when the foundation of that same document is under assault by the man carrying their banner.

They will remember, in classrooms and seminars, those who wrote Trump off as entertainment, a freak show and ratings spike, before he tried to muzzle a free press, and came for you — using a page from another tyrant, Vladimir Putin, admired by the homegrown monster.

As well, they will call out the enablers. In the run-up to the presidential primary season, few candidates received more favorable press coverage than Donald Trump, the Shorenstein Center at Harvard’s Kennedy School found. The watchdogs were in on the ride. Sure, he’s a know-nothing and fraud, incapable of processing information or getting through a day without a half-dozen lies — but it’s just a role. Get a load of Ted Cruz’s wife! Heidi Klum is no longer a 10! And when he talks like a fascist, when he uses the America First slogan adopted by Nazi sympathizers in this country in the 1930s, it’s all for play, you see. He is historically illiterate, so the rest of us must be as well.

They will remember, in a week that gave us a scary peek into the heart of American darkness, how the civil ties that bind a nation of people from all nations could be shredded. The blood from the Pulse nightclub in Orlando, no less a battlefield than Shiloh or Bull Run, was not yet dry when Trump was congratulating himself — a sleep-deprived narcissist on a morning me high. The worst mass shooting in American history was not about the murder of everyday people; it was about him: “Appreciate the congrats for being right.”

They will hang their heads in sorrow at the time when the man leading the party of Lincoln suggested that a sitting president was a traitor, somehow sympathetic to Islamic nihilists who slaughter innocent Americans. Trump implied it. Then he banned a newspaper for its headline about it.

He wasn’t finished, this 70-year-old with the temperament of a 7-year-old. He made no rousing call for unity and courage, no plea for a partisan pause. He said the president must resign, as if it wasn’t an assault rifle easily obtained by a New York-born fanatic that killed 49 people, but the American commander in chief. He compared the nation to a terminally ill patient. All is lost. For good measure, he suggested that our soldiers were thieves.

It comes in such waves, the preposterous lies, the breaches in honor, from this man who wants to use high office to attack his enemies in civil court, who would apply a religious test to fellow citizens, whose mass deportation plan would likely round up the parents of some of the Latinos killed in Orlando. And because it comes in such waves, there is no time to process it all. Was it just a few weeks ago that he attacked a federal judge, hearing a case in which Trump is accused of fraud on a mass scale, because of the judge’s ethnic heritage?

They will also remember the Republicans who did not look the other way. Mitt Romney and Meg Whitman and the Bush family showed more decency in a day than Trump has in a lifetime.

“Man up,” wrote the Republican strategist Rick Wilson. “Show courage. Say what’s in your hearts; he’s insane. He’s poison. He’s doomed. He’s killing the party.”

The American public, for once, seems to get him. While Republican Party leaders cower or remain silent, voters by a 2-1 margin in polls conducted this week disapprove of the way Trump acted in a crisis. He’s disliked by nearly 70 percent of the people, which only makes you wonder about the other 30 percent.

“There comes a time when I — and you — can no longer remain neutral, silent,” said Burns at Stanford last Sunday, the morning we all awoke to news of the slaughter in Florida. “For 216 years, our elections, though bitterly contested, have featured the philosophies and characters of candidates who were clearly qualified. That’s not the case this year. One is glaringly not qualified.”

In this week of trial and tragedy, Trump showed us how he would govern — by fear, by intimidation, by lies, by turning American against American, by exhibiting all the empathy of a sociopath. Seal this week. Put it in a time capsule. Teach it. History will remember. But come November, will we?

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