El destino que une a Macri con Vidal
El Presidente y la gobernadora ante las muchas dificultades electorales que enfrentarán y la continuidad de Cambiemos.
Ganan los dos o pierden los dos. La frase, pronunciada por uno de los analistas preferidos del poder después de repasar los números de las últimas encuestas, resume el destino interdependiente de Mauricio Macri y María Eugenia Vidal. Las semanas recientes se poblaron de combinaciones posibles entre ellos. El Plan V, con el que la gobernadora podría reemplazar la candidatura a la reelección del Presidente, y que hoy parece descender por el sendero de la agonía. La fórmula conjunta, con él como postulante presidencial y ella como aspirante a vice, experimento que el Gobierno comenzó a medir electoralmente a comienzos del verano y que también desfallece en el silencio de los proyectos truncos. Y cualquiera de los caminos que marginen a Macri del intento de quedarse otros cuatro años en la Casa Rosada. Todas las variantes para ahuyentar el riesgo de la caída de la imagen presidencial van quedando sepultados por la voluntad terca del hombre que quiere seguir conduciendo los destinos del país adolescente.
Si ningún terremoto financiero sacude las entrañas de la Argentina en las próximas tres semanas, Macri confirmará el sábado 22 su candidatura a la reelección presidencial y Vidal hará lo mismo para intentar otros cuatro años como gobernadora. Los dos tienen dos fechas decisivas por delante. Las elecciones primarias del 11 de agosto y los comicios generales del 27 de octubre. En la primera oportunidad deben evitar que la conjura kirchnerista de Alberto Fernández y Cristina les saque una diferencia abrumadora que aterrorice a los mercados financieros. Y, en el último domingo de octubre, el Presidente está obligado a conseguir el ticket para el ballotage y la gobernadora a obtener como sea el derecho a un mandato más en las arenas movedizas del territorio bonaerense.
Entre las muchas dificultades electorales que enfrentará el Gobierno, hay una instancia que todos saben decisiva. Si Vidal gana la elección bonaerense, Macri acometerá el desafío del ballotage con un empujón anímico que puede cambiar las expectativas negativas que hoy dominan el imaginario de la sociedad. Algo parecido a lo que sucedió en las elecciones presidenciales de 2015. Ella sorprendió derrotando a Aníbal Fernández y él, aunque perdió en primera instancia con Daniel Scioli, salió tan fortalecido que ya nadie dudó de que se convertiría en el próximo presidente. Claro que estos destinos siameses son tan válidos para el resultado positivo como para la hipótesis negativa. La instancia de una derrota de Vidal en Buenos Aires provocaría una tragedia psicológica de tal magnitud en Cambiemos que arrastraría también a Macri hacia el infierno de la derrota.
Por eso es que la parte decisiva del proyecto de continuidad de Cambiemos se juega en el Gran Buenos Aires, la región más poblada del país y donde Cristina Kirchner conserva buenos niveles de fidelidad de sus seguidores históricos. Macri y Vidal necesitan recuperar allí la expectativa de sus votantes desencantados por la crisis económica. No es casual que la inauguración de la obra pública en la ciudad de Buenos Aires muestre la foto sin fisuras del jefe de Gobierno porteño y ejecutor, Horacio Rodríguez Larreta, junto al Presidente y a la gobernadora. El viaducto del tren Mitre en el barrio de Belgrano, la eliminación de las barreras en avenida Córdoba y Juan B Justo y, sobre todo, el determinante Paseo del Bajo que une la autopista Illia con la Buenos Aires-La Plata son hitos construidos en la Ciudad que benefician a millones de bonaerenses. Infinidad de videos y mensajes de campaña en las redes sociales buscan consolidar ese impacto en el votante desencantado que registran todas las encuestas del Conurbano.
¿Será suficiente? El jefe de Gabinete, Marcos Peña, y la mayoría de los integrantes del Gobierno repiten cada día su convencimiento como una letanía. Pero las naves de Cambiemos recién serán quemadas cuando se anuncien oficialmente las tres candidaturas a la reelección: la de Macri, la de Vidal y la de Rodríguez Larreta. Hasta ese día se permiten dudas como la que envenenó el discurso del mismísimo Jaime Durán Barba en una entrevista al diario brasileño O’Globo. “Yo lo veo decidido a ser candidato pero es realista y, si él piensa que su candidatura no es buena, no tendrá problemas en desistir”, reflexionó el consultor ecuatoriano. Es una frase sensata en boca de cualquier libre pensador pero llenó de escalofríos a los habitantes de la Casa Rosada. “Jaime es un electrón libre que no podemos controlar”, se preocupó una ex funcionaria que lo estima, utilizando una metáfora que esta semana popularizó el periodista Carlos Pagni al hablar del movedizo Sergio Massa.
El ex intendente de Tigre es el otro protagonista de la semana. Replicando el estilo sinuoso que viene complicando a Roberto Lavagna, se fotografió en Córdoba junto a los peronistas federales Juan Manuel Urtubey, Miguel Pichetto y Juan Schiaretti para, veinticuatro horas después, saltar a la fantasía del congreso partidario del Frente Renovador en el que sólo su opinión importa. Allí armó un escenario de críticas feroces a Macri preparando el terreno de un eventual acuerdo con el kirchnerismo de Alberto y Cristina. ¿Honrará Massa aquel juramento de que nunca volvería a hacer acuerdos políticos con la ex presidenta, la misma a la que acusó de haberle enviado un agente de inteligencia a revolverle las habitaciones y la caja fuerte de su casa en la campaña de 2013? ¿O seguirá los consejos de quienes le sugieren olvidar todo aquello y subirse al carro circunstancial del todos contra Macri?
Tal vez Massa esté ejercitando la genialidad de los consejos marciales de Sun Tzu. “Cuando se está cerca, se debe parecer lejos. Y cuando se está lejos, se debe parecer cerca”, enseñaba el estratega chino en El Arte de la Guerra. Pero suena bastante más contundente la definición de su esposa, Malena Galmarini, al salir del congreso renovador. “Nos tenemos que unir todos los del campo popular para sacar a Macri del gobierno; vamos a hablar con todos los que tengamos que hablar”, explicitó la estrategia de negociar con el kirchnerismo. Hace seis años, Malena había maltratado llamando “pedazo de forro” a Daniel Scioli en las bambalinas de un estudio de televisión, enojada todavía por aquel espía gendarme que invadió la intimidad de su casa. Habrá que ver cuáles son los sentimientos que gobiernen el espíritu de los Massa durante este tiempo hipersensible de definiciones.
En definitiva, Massa parece ser el único que todavía medita en qué espacio jugará su suerte electoral. Lavagna ha dicho que lo hará por fuera del peronismo de Alternativa Federal. Y Juan Manuel Urtubey ha confirmado que pondrá a prueba su postulación presidencial confrontando dentro de la marca creada para encontrar un liderazgo peronista que le ponga fin a la dependencia de Cristina. Además, el salteño quiere sacarse de encima las versiones que lo ubican como un hipotético acompañante de Macri en una fórmula que vuelva a desafiar el fracaso de las experiencias transversales.
Encontrarle el candidato o la candidata a vicepresidente ideal a Macri se ha transformado en el juego preferido de las mesas oficialistas. Hasta los macristas más acérrimos admiten hoy que postular nuevamente a Gabriela Michetti congelaría una imagen de nula renovación para un gobierno que siempre ha posado de innovador. Y que necesita ahora más que nunca demostrar que algo va a cambiar después de cuatro años de una gestión con más números económicos negativos que positivos.
Tan complicada es la situación de Macri para conseguir su reelección que las encuestas propias le señalan que ni siquiera un cambio en la fórmula presidencial surgido de la propia interna del PRO sería suficiente para ir en busca de los votos perdidos. Eso altera los planes de quienes en el Gobierno postulan a las ministras Carolina Stanley o a la disruptiva Patricia Bullrich para ocupar la candidatura a vicepresidente que consagró a Michetti hace cuatro años. Eso lleva al laboratorio a explorar la alternativa de un vice radical. Ernesto Sanz o Mario Negri son siempre las primeras opciones y hay hasta quien arriesga la carta de la joven diputada Karina Banfi, quien sorprendió al macrismo con su defensa convincente y temperamental de la continuidad del Frente Cambiemos durante la convención de la UCR.
Son opciones interesantes para consolidar la coalición de gobierno pero, ¿arrimarán más votos a la fórmula de Cambiemos? El único dirigente que, según las encuestas previas, podría sumar nuevas voluntades sería Martín Lousteau. Pero el ex ministro de Economía de Cristina sigue planteando la necesidad de que el Presidente valide su candidatura en las PASO y recordando que él está dispuesto a enfrentarlo. Esa hipótesis choca contra dos evidencias. Macri no quiere ir a internas contra nadie y mantiene un sentimiento de desconfianza hacia el dirigente que dejó la Embajada argentina en Washington un mes antes de que Donald Trump viajara a la Argentina. “Si va de vice y ganamos, Martín nos arma una interna el 11 de diciembre”, exagera un ministro que dice tenerle afecto.
¿Y la fórmula con un vice peronista ahora que Massa juega al romance con el kirchnerismo? La foto de Macri despatarrado en la residencia salteña de Urtubey generó algunas ilusiones y encendió alarmas en la Casa Rosada pero, hasta ahora, el gobernador descarta cualquier otro camino que no sea Alternativa Federal. Para jugadas riesgosas, está el nombre de Natalia De la Sota que alguien le sugirió al Presidente dada su buena relación con el gobernador cordobés, Juan Schiaretti. Todos quieren pescar en el mar de la incertidumbre.
Macristas, radicales y peronistas coinciden en una sola cuestión. Macri quiere ir por su reelección y pedirle a la sociedad que le conceda otro mandato. Al Presidente le amarga la sola idea de que su gestión sea recordada por las cifras pálidas de estos primeros cuatro años. El embajador en Madrid, Ramón Puerta, fue quien recibió en sus manos la renuncia de De la Rúa el 20 de diciembre de 2001. “Fernando se quería ir; Mauricio se quiere quedar”, es la frase con la que compara las dos situaciones. Y esa convicción genera respeto en el peronismo.
Macri conserva en su ADN la terquedad de los calabreses. Resistió doce días secuestrado en un sótano. Superó dos primeros años muy malos en Boca antes de que el club que presidió una década iniciara su ciclo más exitoso. Y atravesó un primer mandato discreto en la Ciudad antes de que el segundo lo proyectara directo a la Presidencia. Claro que ahora el desafío es de mayor magnitud. Sobreponerse a la decepción de una sociedad que, cuando está agobiada, es capaz de retroceder para refugiarse en el abrigo de sus peores fantasmas.