El domingo de los prodigios
El presidente no parece hoy tan listo e invencible como hace cuatro días. Sánchez es vulnerable, y ya se le nota
Cuando Teresa Rodríguez, con su habitual disfraz de Rosie la remachadora, se ha puesto a explicar sus nefastos resultados en las elecciones andaluzas, ha obviado toda posible autocrítica para centrarse, cómo no, en Vox. Resulta que la pizpireta señora de Kichi “se alegra muchísimo de haber pinchado el globo de la ultraderecha” y considera que en la aplastante y desconocida hasta ahora mayoría absoluta del PP “hay mucho voto prestado y mucho miedo a un posible gobierno en coalición con Vox”. Con la ceguera que le caracteriza, la señora Rodríguez no parece darse cuenta de que todos los votos son prestados y única propiedad de quien los emite, y que, a lo mejor, el miedo de los votantes no era a una posible alianza de las derechas sino a un gobierno Frankenstein al estilo del que sufrimos, por ahora, en España.
De igual modo ha salido Adriana Lastra a explicarnos cómo el PSOE ha quedado pulverizado en su feudo, y nos ha salido, para pasmo y vergüenza ajena de propios y extraños, con que lo que ha pasado es que el gobierno de Juanma Moreno se ha aprovechado de los ingentes recursos que el generoso gobierno de Sánchez puso a su disposición para la lucha contra el covid, y los votantes, tan tontos ellos, han caído en la trampa. También en Ferraz la autocrítica brilla por su ausencia, mientras dos días antes de la votación, la socia y vicepresidenta de un gobierno socialista era imputada en un turbio asunto de encubrimiento de abusos a menores que tiene asqueada a toda la población. Poco les pasa.
Esta histórica victoria del PP venía percibiéndose desde hace ya tiempo, aunque no nos atreviéramos a creérnosla. La gente está harta de chiringuitos, de trileros y de impuestos agobiantes
Todas las citas electorales tienen trascendencia nacional. Marcan tendencias que los ciudadanos perciben en el sofá desde el que ven las noticias o desde el volante en el que escuchan la radio. Se vota muchas veces por sensaciones, por corrientes muy profundas, por mar de fondo. Y esta histórica victoria del PP venía percibiéndose desde hace ya tiempo, aunque no nos atreviéramos a creérnosla. La gente está harta de chiringuitos, de trileros y de impuestos agobiantes. También está harta de un gobierno que tiene como socios a filoetarras, independentistas y las mil denominaciones del frente revolucionario de Judea, sección Galapagar. Harta, cansada y muy enfadada. Lo suficiente como para que en Dos Hermanas, el pueblo natal de Felipe González, ganara el PP por primera vez en la historia. No es que hayan cambiado las tornas y todos los votantes se hayan convertido de repente en señoritos. Es que ya no pueden más de milongas socialistas y quieren que este gobierno andaluz que tan bien ha gestionado sus intereses siga cuatro años más y por eso van y votan al PP porque están hasta las narices de cantamañanas y ya está bien.
En medio de la debacle socialista, algo mucho más importante también se ha perdido: el aura de ganador de Sánchez, la percepción pública de su baraka. El polvillo mágico de las alas le ha desaparecido junto con los tres escaños que se ha dejado en las urnas y no parece que vaya a ser fácil recuperarlo. Cuando se te deja de ver como ganador, has empezado a perder. Y el presidente no parece hoy tan listo e invencible como hace cuatro días. Sánchez es vulnerable, y ya se le nota.
Ojalá sirva esta jornada electoral y esta victoria tan necesaria para convencernos de que aquí, en Cataluña, también se puede
Esta victoria avasalladora del centro-derecha que tan bien ha resistido Vox, que no lo olvidemos, ha ganado dos escaños a pesar de una campaña no especialmente acertada, también cumple una función primordial en los territorios más difíciles: La de animar a la resistencia e impulsarla a seguir. Si nos hubieran dicho hace solo unos años que iban a darse estos resultados en Andalucía, el famoso granero socialista, no nos lo hubiéramos podido creer. Ojalá sirva esta jornada electoral y esta victoria tan necesaria para convencernos de que aquí, en Cataluña, también se puede. Por lo menos, expresarnos con libertad, vivir sin miedo y votar las opciones que defiendan a España y por consiguiente a todos.
Ayer Xavi García Albiol, el que fuera alcalde de Badalona por el PP, se enfrentó personalmente a unos okupas violentos con su enorme cuerpo apoyado contra la puerta del piso okupado. Hacía falta mucho valor y lo tuvo. Tardó unas horas pero consiguió que se marcharan. Y los vecinos le despidieron entre aplausos y gritos de agradecimiento. Ese es el camino. Hay que creer y hay que plantar cara, porque ya hemos visto que hasta lo más difícil de creer a veces sucede cualquier domingo.