El final del Bromance
Fue otra vergonzosa visita europea para el presidente Trump, que viajó a París el viernes para asistir a las ceremonias del centenario del final de la Primera Guerra Mundial. Una gran oportunidad para mejorar relaciones y honrar los sacrificios de los aliados tradicionales de Washington. En cambio, Trump no hizo más que subrayar la brecha cada vez mayor entre Estados Unidos y sus socios europeos.
Incluso antes de aterrizar, Trump provocó polémica al atacar al presidente francés Emmanuel Macron por los comentarios que éste hizo sobre la seguridad internacional.
Luego, el sábado, a causa de la lluvia en París, Trump se saltó una visita prevista al cementerio estadounidense de Aisne-Marne, que honra a los soldados estadounidenses muertos en la batalla de Belleau Wood. La decisión provocó una reacción furiosa de comentaristas y observadores estadounidenses, para quienes las inclemencias del tiempo no deberían haber impedido que Trump cumpliera con su deber. Una gran cantidad de otros líderes y dignatarios, incluido el Primer Ministro canadiense Justin Trudeau, se enfrentaron a los elementos para presentar sus respetos.
«La lluvia era una característica habitual en el Frente Occidental», bromeó Tobias Ellwood, un parlamentario británico conservador y Ministro para los Veteranos de Guerra, en un tweet. «Afortunadamente no impidió que nuestros valientes héroes hicieran su trabajo.»
El domingo, Trump -así como el presidente ruso Vladimir Putin- no asistieron a un desfile de docenas de líderes mundiales, que caminaron juntos por los Campos Elíseos hacia el Arco del Triunfo. El simbolismo fue captado por la prensa. Luego, junto a ese famoso monumento, Macron realizó una reprimenda a la agenda de «America First» de Trump.
«El nacionalismo es una traición al patriotismo», dijo Macron. «Al poner nuestros propios intereses en primer lugar, sin tener en cuenta a los demás, borramos lo que más aprecia una nación y lo que la mantiene viva: sus valores morales.»
Cualquier «bromance» que hubiese existido alguna vez entre Trump y su homólogo francés se ha desvanecido hace tiempo, sin importar unos pocos tweets de cortesía compartidos este fin de semana. Trump se retiró tanto del acuerdo de París sobre el clima como del acuerdo nuclear iraní, ignorando los esfuerzos de Macron por persuadirlo de lo contrario. Ha alabado el ascenso de los populistas de derecha en toda Europa, incluidos los rivales nacionales de Macron. Mientras tanto, el presidente francés se ha colocado conscientemente en contra de Trump.
«Creo que[Macron] ha perdido toda ilusión sobre Trump en el sentido de que halagarlo era una forma de obtener concesiones», dijo Thomas Wright, de la Brookings Institution, al Washington Post. «Pero no se atreve a empujar con fuerza porque no está seguro de lo que podría conseguir. Es un realismo cauteloso».
En una entrevista con Fareed Zakaria de CNN, Macron insistió en que sus creencias no son las de la caricatura glamorosa y «globalista» evocada por Trump y sus contrapartes de extrema derecha en Europa, sino las de un internacionalista pragmático consciente de los desafíos compartidos que enfrentan los líderes mundiales.
«Yo diría que soy un patriota. Creo en el hecho de que nuestra gente es muy importante y que los franceses son diferentes de los alemanes….. Pero no soy nacionalista», dijo Macron. «Creo firmemente en la cooperación entre los diferentes pueblos, y creo firmemente en el hecho de que esta cooperación es buena para todos, mientras que los nacionalistas a veces se basan mucho más en un enfoque unilateral y en la ley del más fuerte, lo que no es mi caso. Esa es probablemente nuestra diferencia.»
En esa creencia, se une a Macron la Canciller alemana Angela Merkel, posiblemente la figura más importante del establishment político en Europa, pero una líder disminuida, ahora claramente en el crepúsculo de su carrera. «Es fácil destruir instituciones, pero es increíblemente difícil construirlas», dijo Merkel el domingo, defendiendo una vez más el orden internacional posterior a la Segunda Guerra Mundial que ha garantizado a gran parte de Europa décadas de paz y prosperidad.
El sábado, Macron y Merkel fueron a Compiègne, donde se firmó el armisticio que puso fin a la Primera Guerra Mundial, y donde Hitler obligó a Francia a rendirse en 1940. En un lugar de victoria y derrota nacional para ambos países, se movilizaron en pro de la unidad.
Pero una escena tan emotiva quizá no refleje del todo el espíritu del presente. Al igual que Macron, Merkel ha advertido sobre la necesidad de Europa de fortalecerse colectivamente frente a una América poco fiable. Sin embargo, ambos líderes se enfrentan a duras pruebas políticas en su país.
El índice de aprobación de Macron ha caído a mínimos históricos en los últimos meses. Una encuesta realizada la semana pasada situó al partido gobernante centrista de Macron detrás de la extrema derecha francesa en las elecciones al Parlamento Europeo del próximo año. Y el anuncio de Merkel de que no buscará la reelección como canciller alemana fue visto como una señal de la menguante influencia del centrismo liberal en el continente.
Mientras la extrema derecha y la izquierda se fortalecen, los líderes europeos luchan por encontrar un terreno común en cuestiones que van desde la política monetaria hasta la inmigración, además de cómo enfrentarse al Kremlin.
«Los europeos están demasiado divididos entre ellos, en particular sobre los fundamentos», dijo a mi colega James McAuley Dominique Moïsi, analista de política exterior del Institut Montaigne de París y antiguo asesor de campaña de Macron. «Emmanuel Macron está debilitado por el hecho de que es huérfano de Merkel y por la caída espectacular de su popularidad.»
Los analistas sugieren que estas divisiones – y sus propias dificultades domésticas – coartan los intentos de Macron de alcanzar el liderazgo mundial. «Existe una clara división norte-sur sobre la crisis del euro y una división este-oeste sobre la migración y Rusia», dijo a The Washington Post Mark Leonard, del Consejo Europeo de Relaciones Exteriores. «También hay sociedades muy polarizadas en la mayoría de los Estados miembros, y eso significa que tener un único líder de Europa es una especie de utopía en este momento».
Como parte de los cumplidos por la visita, Macron declaró su «gran solidaridad» con Trump. Pero el verdadero vínculo que comparten puede ser simplemente el de ser presidentes que luchan batallas cuesta arriba.
Traducción: Marcos Villasmil
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NOTA ORIGINAL:
The Washington Post
Ishaan Taroor
It was another embarrassing European visit for President Trump,who traveled to Paris on Friday for ceremonies marking the 100th anniversary of the end of World War I. It might have been an easy opportunity to mend fences and honor the sacrifices of Washington’s traditional allies. Instead, Trump only underscored the widening gulf between the United States and its European partners.
Before he even landed, Trump provoked controversy by attacking French President Emmanuel Macron over comments Macron made on international security.
Then, on Saturday, Trump skipped a planned visit to the Aisne-Marne American Cemetery, which honors U.S. soldiers killed in the Battle of Belleau Wood — because of rain in Paris. The decision sparked a furious reaction from American commentators and observers elsewhere, who believed the inclement weather should not have stopped Trump from doing his duty. A host of other leaders and dignitaries, including Canadian Prime Minister Justin Trudeau, braved the elements to pay their respects.
“Rain was a regular feature on the Western Front,” quipped Tobias Ellwood, a conservative British parliamentarian and the country’s minister for veterans, in a tweet. “Thankfully it did not prevent our brave heroes from doing their job.”
On Sunday, Trump — as well as Russian President Vladimir Putin — skipped a procession of dozens of world leaders, who walked together down the Champs-Elysees toward the Arc de Triomphe. The symbolism was not lost on the watching press. Then, by that famous monument, Macron delivered a pointed rebuke of Trump’s “America First” agenda.
“Nationalism is a betrayal of patriotism,” Macron said. “By putting our own interests first, with no regard for others, we erase the very thing that a nation holds dearest, and the thing that keeps it alive: its moral values.”
Whatever “bromance” once existed between Trump and his French counterpart has long faded, no matter a few polite tweets shared this weekend. Trump withdrew from both the Paris climate accord and the Iranian nuclear deal, ignoring Macron’s efforts to persuade him otherwise. He has cheered the rise of right-wing populists throughout Europe, including domestic rivals of Macron. Meanwhile, the French president has consciously styled himself in opposition to Trump.
“I think [Macron] has shed any illusion about Trump that flattering him will be a way of getting concessions,” said Thomas Wright of the Brookings Institution to The Post. “But he is hesitant to push back hard because he’s not sure what that will get him. It’s cautious realism.”
In an interview with CNN’s Fareed Zakaria, Macron insisted that his beliefs are not those of the jet-setting “globalist” caricature evoked by Trump and his far-right counterparts in Europe, but are instead those of a pragmatic internationalist aware of the shared challenges facing world leaders.
“I would say I’m a patriot. I do believe in the fact that our people are very important and having French people is different from German people. … But I’m not a nationalist,” Macron said. “I’m a strong believer in cooperation between the different peoples, and I’m a strong believer of the fact that this cooperation is good for everybody, where the nationalists are sometimes much more based on a unilateral approach and the law of the strongest, which is not my case. That’s probably our difference.”
In that belief, Macron is joined by German Chancellor Angela Merkel — arguably the most important establishment figure in Europe but a diminished leader now clearly in the twilight of her career. “It’s easy to destroy institutions, but it’s incredibly difficult to build them,” Merkel said on Sunday, once more defending the post-World War II international order that has guaranteed much of Europe decades of peace and prosperity.
On Saturday, Macron and Merkel went to Compiègne, where the armistice that ended World War I was signed — and where Hitler compelled France’s surrender in 1940. At a site of national victory and defeat for both countries, they rallied for unity.
But such an emotional scene may not quite reflect the spirit of the present. Like Macron, Merkel has warned of Europe’s need to strengthen itself collectively in the face of an unreliable America. Yet both leaders face stiff political tests at home.
Macron’s approval ratings slumped to record lows in recent months. A poll last week placed Macron’s centrist ruling party behind the French far-right ahead of next year’s elections for the European Parliament. And Merkel’s announcement that she will not seek reelection as German chancellor was seen as a mark of the waning clout of liberal centrism on the continent.
As both the far-right and the left gather strength, European leaders are struggling to find common ground on issues ranging from monetary policy to immigration and how to confront the Kremlin.
“Europeans are too deeply divided among themselves — and on the fundamentals,” said Dominique Moïsi, a foreign policy analyst at the Institut Montaigne in Paris and former Macron campaign adviser, to my colleague James McAuley. “He’s weakened by the fact that he’s orphaned by Merkel and he’s weakened inside by the spectacular fall of his popularity.”
These divides — and his own domestic travails — hobble Macron’s attempts at global leadership, analysts suggest. “There is a clear north-south division over the euro crisis and an east-west division over migration and Russia,” said Mark Leonard of the European Council on Foreign Relations to The Post. “You also have highly polarized societies in most member states, and that does mean that having a single leader of Europe is kind of utopian at the moment.”
As part of the pleasantries of the visit, Macron declared his “great solidarity” with Trump. But the true bond they share may simply be that of presidents fighting uphill battles.