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El fracaso de Pedro Sánchez inicia la cuenta atrás hacia las elecciones

PedroLa falta de apoyos al pacto del PSOE y Ciudadanos desemboca en la primera investidura fallida de la democracia

La investidura de Pedro Sánchez ha fracasado. Las posiciones se mantuvieron este viernes prácticamente inalterables: 219 votos en contra y 131 a favor (Coalición Canaria cambió su abstención por un ). Se consuma así el primer intento fallido de formar Gobierno de la historia de la democracia. Ahora, se abren dos meses en los que los partidos intentarán bajo presión alcanzar un acuerdo para evitar nuevas elecciones. Y Sánchez, ya ex candidato, pese a su fracaso quiere seguir batallando para conseguirlo.

Este viernes, en el Congreso se escucharon compromisos de mano tendida, por ahora rodeados de escepticismo. El tiempo dirá si se trata sólo del inicio ya de una campaña electoral o de una voluntad seria de diálogo para ceder y compartir.

Pedro Sánchez, a sabiendas de que no tenía ninguna posibilidad de salir victorioso del lance, empleó sus 10 minutos de intervención ante el pleno para expresar su «satisfacción» por haber permitido que las instituciones democráticas «vuelvan a funcionar»; unas instituciones que, dijo, «estaban paralizadas por la huida de Rajoy de sus responsabilidades».

«Mi único fracaso», afirmó el socialista después de pedir por última vez apoyo para «evitar» que Rajoy siga al frente del Gobierno, «habría sido desoír la encomienda del Rey». Incidió así en el mensaje que ha venido repitiendo desde el día en el que aceptó el encargo del Monarca para intentar formar Gobierno, después de que el presidente en funciones declinara esa misma oferta.

No fue Sánchez el único que lanzó este dardo contra el jefe de filas de los populares quien, para defenderse, sigue insistiendo en que aceptar el reto de la investidura sin contar «ni con apoyos ni con programa», como en su opinión ha hecho el secretario general del PSOE, no es más que «un fraude, un engaño y una farsa».

Más aún, para Rajoy todo este proceso fallido, en el que el aspirante «ha puesto las instituciones al servicio de su supervivencia», no puede considerarse más que una demostración de «corrupción».

Sánchez y Rajoy demostraron ser adversarios irreconciliables. Pocos, muy pocos, creen que ambos puedan llegar a algún tipo de acuerdo. Esta constatación perjudica más a los populares, puesto que el plan de gobernabilidad que propone Rajoy -la gran coalición- pasa inevitablemente por el acuerdo con los socialistas.

Por eso, y pese a que desde el PP se insistía en que a partir de ahora se buscará «cuanto antes» la ocasión de contactar con el PSOE para abrir una nueva negociación en busca de un pacto, todo induce a pronosticar que el esfuerzo será baldío.

Aunque el debate de este viernes fue muy breve, ambos lo aprovecharon para atacarse con crudeza. El candidato no dudó en afirmar que el acuerdo que firmó con Ciudadanos gira en torno a dos principios: «Limpiar España del veneno de la corrupción» y «evitar que Rajoy siga siendo el presidente del Gobierno». Con mimbres así las posibilidades de entendimiento son una senda cegada.

Ni siquiera, tras lo escuchado en el Congreso, se presenta fácil un acercamiento entre PP y Ciudadanos. Albert Rivera estuvo una vez más muy duro dibujando la imagen de un tridente formado por PP, Podemos y Bildu para disgusto máximo de Rajoy, a quien también reprochó haber «puesto en jaque al Rey».

«No es tiempo de conformismo ni de pereza. Es tiempo de acción para rehacer el proyecto común», dijo mirando hacia el presidente en funciones. «Necesitamos», añadió, «una nueva etapa política». Y aunque en esta ocasión no pidió abiertamente la retirada de Rajoy de la escena, nadie dudó de que ése era el sentido último de sus palabras.

Alusiones banales de Pablo Iglesias

El líder de Ciudadanos también se enfrentó sin titubeos a un Pablo Iglesias que se perdió en un discurso trufado de alusiones banales al beso que se dieron él y su compañero de En Comú Podem en la sesión del miércoles. «Fluye el amor y la pasión en la política española: Pedro, sólo quedamos tú y yo», dijo, instando con una fórmula curiosa al líder socialista a cambiar de pareja, abandonar el idilio con Ciudadanos y entregarse en brazos de Podemos.

 «Nuestra mano sigue tendida para un Gobierno a la valenciana en el que las decisiones las tomemos conjuntamente», dijo, insistiendo en su propuesta de formar un Ejecutivo de coalición PSOE-Podemos con reparto proporcional de carteras y en el que también tendría cabida Izquierda Unida.

Rivera casi le reconvino por su tono trivial. «Esto es una investidura, hablemos en serio», dijo, antes de lamentar que la formación morada se parezca tan poco al Partido Comunista de la Transición. «Aquello sí era épica de verdad y no la suya, que es de laboratorio», le espetó a un Iglesias al que se le congeló la sonrisa. «Ellos pedían libertad, no ministerios y secretarías de Estado», afirmó para rematarlo.

Las fuerzas nacionalistas desplegaron a continuación sus discursos habituales, apostando por sus intereses como condición imprescindible para considerar las aspiraciones de gobierno del PSOE. Los catalanes empeñados en su exigencia de referéndum y los vascos insinuando que podrían llegar a deslizarse por un camino similar.

ERC, por su parte, prefirió poner todo su foco en Rajoy, a quien Gabriel Rufián, su portavoz, llegó a amenazar: «Le aseguro que a partir de hoy tendrá una crisis de convivencia».

La primera investidura fallida de la democracia española se ha saldado, pues, con un clima de enfrentamiento y tensión entre fuerzas políticas que tiene pocos precedentes y vaticina una nueva cita de los españoles con las urnas.

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