El Gobierno cubano no puede solo con el coronavirus
La Isla presenta un panorama preocupante ante la actual pandemia debido al alto porcentaje de hogares unipersonales compuestos por personas mayores
Los tiempos de crisis son momentos de cambio y de puesta en jaque de las estructuras, las instituciones y también de las personas. Un reciente comentario en Twitter del presidente, Miguel Díaz-Canel, en respuesta a las múltiples críticas a su gestión frente a la pandemia provocada por el coronavirus así lo ha demostrado: «Es perverso que algunos utilicen las redes digitales para desacreditar, confundir, desunir y mentir sobre lo que se hace».
La usual sobreideologización y politización de los problemas cotidianos en la Isla, en esta oportunidad, se ha reforzado mediante un discurso triunfalista, soberbio y arrogante, que presenta el sistema de salud cubano como infalible y alardea de lo bien preparado que estaría para enfrentar una crisis de tales proporciones.
Cuando a la fecha de hoy la enfermedad se expande por más de 150 países, el principal foco de contagios está en Europa, los infectados están en alza en el resto del mundo y los sistemas de salud de países desarrollados han colapsado frente a la magnitud del fenómeno, se esperaría una actitud y posicionamiento gubernamental más realista y responsable para detener el avance de la enfermedad y reducir los niveles de contagio en la Isla.
El realismo implicaría reconocer, en primer lugar, que esta es una crisis de salud global sí, pero que llega a una Cuba ya afectada por múltiples crisis. Una de ellas, quizá no tan notoria como la económica, es la de los cuidados, que aluden a la gestión y el mantenimiento cotidiano de la vida y de la salud, la necesidad más básica y diaria que permite la sostenibilidad de la vida. Una postura responsable implica considerar esos mismos cuidados como un punto estratégico desde el cual cuestionar la perversidad de un gobierno/sistema que niega/oculta/posterga la responsabilidad social en la sostenibilidad de la vida, toda vez que mantiene una actitud triunfalista y escasamente preventiva frente a una pandemia tocando sus puertas.
Son varios los ejemplos de los modos irresponsables, mercantilistas y autoritarios en que se gestionó inicialmente esta crisis en Cuba
La actitud de las autoridades y de sus respectivas agencias de promoción del turismo en Cuba, que han continuado no solo permitiendo el ingreso de turistas, sino promoviendo a la Isla como un destino «seguro», «libre de coronavirus»; la decisión de no suspender clases «porque en Cuba nunca se ha cerrado una escuela por una epidemia»; la «orientación» de no permitir que los niños usen nasobucos sino hay para todos, la convocatoria de «audiencias sanitarias» en los barrios y escuelas cuando especialistas recomiendan distanciamiento social… son algunos de los ejemplos de los modos irresponsables, mercantilistas y autoritarios en que se gestionó inicialmente esta crisis.
La población mayor dentro de las vulnerables y menos protegidas frente a la pandemia.
Si bien la Organización Mundial de la Salud (OMS) dice que todavía está en el proceso de entender cómo afecta el Covid-19 a las personas, hay evidencia suficiente que su letalidad estimada en las personas mayores de 60 años es más alta que en cualquier otro grupo etareo. Para nadie es un secreto que Cuba es el país más envejecido de la región (20,1% de la población es mayor de 60 años), rasgo que la hace especialmente vulnerable ante el Covid-19, si atendemos a los últimos datos de lo que está aconteciendo en países envejecidos como España e Italia, donde la incidencia de la mortalidad en este grupo ha sido la más alta.
Solo por esta razón, el Gobierno cubano debería estar actuando con mayor celeridad y severidad. Hasta el momento no he escuchado ningún paquete de medidas especialmente dirigidas hacia este grupo. Hay otro dato que las hace aún más vulnerables frente al virus en cuestión y es que el 80,6% de las personas de 60 años y más padece al menos de una enfermedad crónica. Se sabe que entre las patologías previas que pueden agravar los efectos del Covid-19 están la presión arterial alta, las enfermedades cardiacas, las enfermedades pulmonares, el cáncer y la diabetes, todas ellas de alta prevalencia en las personas mayores.
Todavía más preocupante en un panorama como el que presenta la actual pandemia es el alto porcentaje de hogares cubanos unipersonales compuestos por personas mayores. ¿Cómo se las arreglaría este grupo en medio de una situación posible de cuarentena, una de las medidas más frecuentes que se han venido tomando en todo el mundo para frenar el contagio? ¿Quién se ocuparía de su alimentación, suministro de medicamentos y de sus múltiples necesidades básicas, en una sociedad donde los servicios sociales a domicilio para este grupo son prácticamente inexistentes?
De momento, sus hijos continúan yendo a sus centros laborales, usando un transporte público ya colapsado, sus nietos asistiendo a las escuelas y ellos, los que no se encuentran en situación de dependencia, cuidando a sus propios nietos
Y el resto que vive junto a su familia o parientes, ¿qué necesidades tienen, cómo cuidarlos durante la situación de crisis, con qué recursos cuentan ellos y sus familias para enfrentarla? De momento, sus hijos continúan yendo a sus centros laborales, usando un transporte público ya colapsado, sus nietos asistiendo a las escuelas y ellos, los que no se encuentran en situación de dependencia, cuidando a sus propios nietos que no cuentan con servicios de cuidado, consiguiendo unos pesos fuera del hogar o haciendo interminables y abarrotadas colas para comprar medicamentos y comida, en medio de una crisis crónica de abastecimiento, pero agravada desde que fuera declarada la «situación coyuntural» a fines de 2019. Cualquier medida de aislamiento social de las sugeridas para evitar el contagio es sencillamente inviable en este escenario.
Los datos de la última Encuesta Nacional sobre Envejecimiento de la Población en Cuba publicados en 2019 confirman los impactos de esta crisis sobre las personas mayores. El 70% de ellos considera que tiene privaciones y carencias y quienes tienen como única fuente de ingreso su jubilación o pensión declaran que estos ingresos no son suficientes. Es sabido que, aunque se ha producido un aumento de las pensiones, el monto promedio nominal mensual ha perdido su poder adquisitivo.
Pero el problema aquí no son solo las personas mayores, sino también quienes les cuidan. Frente al déficit de oferta de servicios de cuidado, las mujeres son por excelencia quienes asumen esta tarea en Cuba. Cerca del 68% de las personas que proporcionan cuidado a las personas mayores son mujeres y la mayoría tiene más de 50 años. En otras palabras, quienes cuidan y quienes requieren cuidados están entre la población más vulnerable frente a esta crisis. Conviene recordar que aproximadamente un 40% de los hogares en Cuba tiene un adulto mayor entre sus miembros. Sin embargo, un 20% declara no recibir ayuda de familiares o co-residentes. Las medidas de aislamiento social para el resto de la población son imprescindibles si queremos que los mayores que conviven con sus familias no se contagien.
2. Condiciones deficitarias y desiguales para enfrentar una crisis global de salud.
El panorama descrito, por sí solo, ya tiene en jaque la oferta de servicios de Geriatría, Gerontología, de Seguridad, Asistencia Social y Cuidados. Los servicios de atención y cuidados para personas mayores en Cuba son escasos, con problemas de infraestructura, de calidad e insuficiencia de recursos. Es difícil estimar la cobertura de los principales servicios sociales ofrecidos por el Programa Nacional Integral del Adulto Mayor y, en consecuencia, cuánto y cómo puede ayudar en otros ámbitos no estrictamente sanitarios para enfrentar la crisis del coronavirus (comida, medicinas, higiene, apoyo emocional durante la cuarentena, etc.). Por su parte, los servicios de teleasistencia, tan importantes en situaciones de aislamiento, son prácticamente inexistentes en la Isla.
Los datos son insuficientes y desactualizados respecto de la situación de las personas mayores en Cuba. Otro de los grandes déficits para enfrentar una situación de crisis como la actual. No contar con información actualizada y confiable, de cara a prever con realismo las necesidades y tomar las medidas más eficientes y eficaces. Según los datos disponibles (desactualizados reitero) los servicios han experimentado un incremento, pero insuficiente para la demanda actual. Poco se sabe, en términos oficiales, de los 148 hogares de ancianos que en 2016 albergaban a un total de 11.771 adultos mayores, considerando tanto el régimen interno como semi-interno, según el Anuario Estadístico de Salud publicado en 2017. Este tipo de servicio es particularmente preocupante, por su especial vulnerabilidad frente al impacto del Covid-19. Los casos de fallecimientos múltiples en establecimientos de cuidado de larga duración (asilos, residencias, etc.) producidos en España y Estados Unidos recientemente nos alertan de la importancia de tomar las medidas focalizadas que correspondan con urgencia (reducción de visitas, mejoramiento de la higiene, etc.).
La gran mayoría de las medidas a tomar para evitar el avance de la pandemia del Covid-19 implican una paralización parcial o total de la economía
El tema de los costos y recursos económicos para enfrentar una crisis sanitaria es crucial. La gran mayoría de las medidas a tomar para evitar el avance de la pandemia del Covid-19 implican una paralización parcial o total de la economía. En una economía empobrecida y en crisis, como la cubana, la situación se agrava. En Cuba, el costo del gasto social ha generado déficits acumulados en áreas relevantes asociadas a la situación familiar y se ha producido una disminución en la cobertura de las prestaciones de seguridad social.
Todo esto ha ocurrido en un contexto de caída del ingreso real de las familias, de diferenciación de los ingresos, de desigual acceso al consumo y de imposibilidad de satisfacer las necesidades básicas para diferentes grupos sociales. Cabe preguntarse entonces de qué forma podrán atenderse las múltiples necesidades de las personas mayores en una situación de crisis sanitaria que demanda más recursos, humanos y materiales.
Otro de los ámbitos más preocupantes es el recurso humano. El coronavirus ha llegado en un momento donde la atención hospitalaria e institucional en Cuba cuenta con un nivel insuficiente de médicos geriatras y en un contexto de merma general en el personal técnico y profesional de la salud y de deterioro de las instalaciones y los servicios, más que evidenciado por diferentes estudios. El personal total de salud ha experimentado una caída del 22% y, aunque el de los médicos aumentó, un porcentaje significativo de ellos labora en el extranjero a través de las llamadas misiones, por lo que el indicador del número de médicos por habitante para el 2015 era similar al del año 1993, señalado como el peor de la crisis.
El problema se agrava porque frente al déficit de recursos profesionales y técnicos de salud, el Gobierno cubano ha seguido promoviendo las prácticas de exportación de su recurso humano, bajo supuestos de solidaridad y colaboración internacional. Así ha enviado recientemente un contingente de 53 médicos y enfermeros a Italia, previamente a China y más recientemente ha ofrecido dichos servicios a Perú. Estos supuestos contrastan con el hecho de que la venta de servicios profesionales, en su mayoría médicos, ha sido la principal fuente de ingresos de La Habana durante los últimos años.
En cuanto a la infraestructura hospitalaria disponible para hacer frente a la pandemia la situación también es deficitaria. Según datos de la ONEI (2017), el número de hospitales se ha reducido significativamente a partir de 2010, pasando de 215 a 150 en 2016. Más crítica aún es la situación en las zonas rurales, donde en 2011 fueron cerrados todos los centros hospitalarios y puestos rurales. Por su parte, el promedio de camas de hospital por 1000 habitantes también experimentó una caída, pasando de 4 en 2007 a 3.6 en 2015. La pregunta es cómo prepararse para el peor escenario si países con una infraestructura hospitalaria suficiente y de calidad están colapsando durante esta crisis sanitaria.
3. La sostenibilidad de la vida como horizonte y la cui-dadanía como clave para superarla.
El panorama expuesto se agrava por la incapacidad demostrada por la política social en Cuba para anticipar y planificar la resolución de los problemas relacionados con el envejecimiento. Como resultado, determinados grupos y territorios han resultado más afectados que otros, entre ellos, las personas mayores, las mujeres, las personas negras, los que no reciben remesas, las comunidades rurales, por mencionar algunos.
Al relacionar los cuidados con la sostenibilidad de la vida inevitablemente surge la pregunta por los derechos. En el punto actual de la crisis, ¿está el Gobierno cubano garantizando el derecho a ser cuidado de su población, especialmente de aquella más vulnerable. ¿Existen garantías, en general, de acceso a un cuidado de salud digno? Pareciera ser que no. La velocidad y severidad con que otros Gobiernos han reaccionado, como el peruano, cuyas medidas han sido particularmente severas pese a tener pocos casos detectados, nos hablan de la magnitud del problema y de las consecuencias –esperadas y aún no imaginadas– sin precedentes.
En medio de este complejo escenario, llama la atención cómo el Gobierno cubano se empeña en seguir transmitiendo esa idea de «autosuficiencia, normalidad y control», cuando la evidencia internacional está demostrando que toda medida preventiva es poca, pese a sus efectos económicos, y que la solidaridad y la cooperación entre Gobierno y ciudadanía son imprescindibles. ¿No podría ser esta crisis una excelente oportunidad para llevar a cabo prácticas menos verticalistas y autoritarias de relacionarse con la ciudadanía? Permitir que hable, que coopere, que proponga soluciones, que actúe, como lo ha estado haciendo por las redes sociales, en lugar de verla como amenaza, fuente de descrédito o desunión.
¿Podría ver el Gobierno cubano en esta crisis nuevas posibilidades de construir otras formas de vida social y política, como también se han ido percatando gobernantes de otros países?
¿Podría ver el Gobierno cubano en esta crisis nuevas posibilidades de construir otras formas de vida social y política, como también se han ido percatando gobernantes de otros países? La canciller alemana Angela Merkel se ha referido en su último discurso a la seriedad de la crisis generada por el coronavirus, la ha comparado con un desafío a la altura del que les generó a los alemanes la Segunda Guerra Mundial; pero ha sido igualmente enfática en reconocer que el aporte de los ciudadanos es clave para sobrellevarla y lograr superarla.
Debería de una vez liberarse a la ciudadanía cubana y propiciar que pueda auto-reconocerse como sujeto de una sociedad que ponga el cuidado de la vida en el centro; en un sistema socioeconómico donde partiendo del reconocimiento de su interdependencia, los cubanos sean agentes activos en la creación de las condiciones para que todas las personas se inserten en redes de cuidados y de sostenibilidad de la vida libremente elegidas.
La cui-dadanía sería la forma de defender viejos (revisados) derechos e inventar nuevos, sin considerar más a los cubanos como receptores pasivos, sino como sujetos responsables de una sociedad que exija al Estado –y cuente con los medios para hacerlo exigible– que actúe de manera integral, que informe adecuada y oportunamente, que transparente y explique las decisiones políticas, que fundamente lo mejor posible su proceder y lo comunique de manera comprensible, que procure los recursos y servicios para todos, en especial para los más pobres, en definitiva, que haga su parte del contrato, que la ciudadanía hará lo suyo.