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El gran derrumbe sanchista: de la tesis fusilada al banquillo de su ministro, su fiscal, su mujer y su hermano

En Europa sus pares dimiten, abren una catarsis y empiezan de cero. Pero eso no va con Sánchez, que no miente; es la mentira personalizada; que no tiene límites morales; su catadura es precisamente no tener catadura

Pedro Sánchez a su llegada a una rueda de prensa del pasado 12 de junio

                      Pedro Sánchez a su llegada a la rueda de prensa del pasado 12 de junio Europa Press

 

Hace 30 años, un largo proceso de putrefacción acababa con Felipe González. El felipismo caía después de un agónico final que se había prolongado más allá de lo permisible. Hasta el propio primer presidente socialista lo reconocía hace unos días: «En aquellos meses hasta yo estaba harto de mí mismo». Filesa, los Gal, Mariano Rubio, el BOE, Roldán… Un torrencial diluvio de escándalos caía sobre el PSOE. Treinta años después, como si fuera un fatal destino inexorable, el sucesor del sucesor de Felipe, hoy enemigos irreconciliables, ha dejado al partido clínicamente muerto.

La infamia de los últimos años del felipismo ha quedado dulcificada piadosamente por el tiempo y por la ferocidad de este otro régimen que está muriendo, pretendidamente socialista, aunque de factura personal y autocrática, dirigido por un presidente que dividió al PSOE, está obcecado en dividir a España y enfrenta a Europa con sus tradicionales aliados. Un pertinaz proceso de corrupción institucionalpolítica y económica, que dura ya siete años, carcome España en este junio de sacudidas; esta vez, un efluvio de indecencia política, económica y moral anega los sótanos de Ferraz y Moncloa –la corruptela como el agua tiene el hocico muy fino y se cuela por todos los resquicios– y sigue ascendiendo hacia las alturas, hacia esos despachos cargados de falsa superioridad moral que cancelaron a media España.

Un presidente que nombra, pero luego no vigila y no cesa a su equipo más cercano –dos secretarios de Organización y puede que haya más aforados– hasta que la UCO los pilla traficando con mordidas, mujeres y mascarillas solo lidera un montón de escombros. Comisiones de millones de euros a cambio de adjudicar obra pública a empresas amigas, extorsiones, amenazas, prostitutas, este es el vademécum del sanchismo que deja un paisaje calcinado, recogido en 490 páginas. Un devastador informe rubricado por la élite de la Guardia Civil y en manos de un brillante instructor del Tribunal Supremo. No en vano son los mismos servidores públicos contra los que fontaneros de Ferraz y sus subalternos en las cloacas tramaban una campaña de descrédito.

El candidato socialista, Pedro Sánchez, con el secretario de Organización del PSOE, Santos Cerdán

El candidato socialista, Pedro Sánchez, con el secretario de Organización del PSOE, Santos Cerdán Europa Press

 

El último capítulo de esta podredumbre se escribió el 20 de febrero de 2024 en Polop de la Marina, Benidorm; allí tiene su búnker Koldo García: el «último aizcolari socialista y un titán contra los desahucios» (descripción de Pedro Sánchez en su «Manual de Resistencia»). El exportero de burdeles guarda para la UCO 23 móviles, 12 discos duros con el rótulo «Ministerio de Fomento», dos pendrive, otros dos móviles (con audios exclusivos captados a Cerdán) y un ordenador portátil. Se sabe vigilado y decide guardarse sus anchas espaldas. Un día descubre que un agente le sigue. Conoce bien el trabajo de las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado, de quien fue confidente en el País Vasco, en tiempos duros de ETA, y sabe que están pisándole los talones. Así que se lleva todo el material a Benidorm para que, cuando llegue el momento, la Benemérita solo tenga que abrir sus bolsas de deporte, guardar en ellas los dispositivos y transcribir las conversaciones.

Cuando pulsa el botón de grabar, Koldo activa una bomba, retardada pero letal. Una mortífera fotografía al natural del sanchismo está en marcha. Solo quedan cuatro años para que explote un régimen cimentado sobre la mentira y la corrupción. Y con la cara de cemento armado maquillada con plañidero cosmético, el responsable de esta devastación se presentó el jueves para apostar por una lenta agonía, en la que une el destino de su partido a su oscuro horizonte. En Europa sus pares dimiten, abren una catarsis y empiezan de cero. Pero eso no va con Sánchez, que no miente; es la mentira personalizada; que no tiene límites morales; su catadura es precisamente no tener catadura. Con 40 añitos, ejerciendo de profesor en la Universidad Camilo José Cela, de Madrid -un chiringuito privado, según su propaganda antiayusista actual-, se doctoró con una tesis copiada, que intentó ocultar durante años. Esa trapacería y que su suegro y el hermano de su suegro regentaban saunas fueron sus deshonrosos secretos mejor guardados, hasta que la prensa los aireó.

La tesis fusilada

Docenas de corta-pega, fusilamiento sin piedad de informes del Gobierno de Zapatero –un powerpoint del ministro Miguel Sebastián también fue pasto del plagio– y, luego, hasta se autocopió artículos que había publicado en revistas junto a otros autores. Directamente los volcó en su propia tesis. La calificación que obtuvo fue sobresaliente cum laude. A sus examinadores los engañó –o no– e inauguró un expediente plagado de embustes y de falta de ética, que ha terminado intoxicando hasta los meandros más ocultos del Estado.

No era el socialdemócrata que nos vendió

Un año después de su fraude académico se presentó, de la mano de José Blanco, en la candidatura socialista al Congreso por Madrid. Ascendió por remplazo cuando corrió la lista tras la marcha de Cristina Narbona y se hizo con un escaño. A partir de entonces, Pepiño, secretario de Organización de Zapatero (que perdería las elecciones en 2011), lo «vende» a la prensa como un candidato a líder socialista «socialdemócrata y moderado»: un centrista. Estaba fraguándose una nueva trola sistémica. Carlos Herrera ha contado que él también se tragó la impostura. El líder de la radio española confesó que se presentó ante él como «un liberal de izquierdas». Mentiras a mansalva.

El chanchullo de las dos papeletas

A bordo de un «Peugeot 407» recorre las agrupaciones socialistas e inopinadamente gana a Eduardo Madina, un «resentido» hoy para el universo sanchista. Lo hace, según el registro oficial, por 16.000 votos. El navarro hoy dimitido es el encargado de recoger los avales y Koldo de custodiarlos. Nadie lo sabía, pero Koldo guardó el 13 de julio los mensajes que recibió de Cerdán: «Cuando termines, apuntas como que han votado esos dos que te faltan sin que te vea nadie y metes dos papeletas más». De nuevo los chanchullos, de nuevo los tejemanejes para que Pedro instaure su régimen. Así, en 2014 fue socialdemócrata frente a Madina y en 2016 se vistió de bolchevique para enfrentar a las bases con Susana Díaz y el aparato socialista.

La urna tras una mampara

Ganadas las primarias, se convierte en el líder socialista más radical tras radicalizar a las bases: es la estela «mejorada» de Zapatero. El nuevo secretario general niega el papel de partido de Estado del PSOE y escribe otro lema fundacional: «No es no». Así, con esa irresponsable displicencia, despacha la obligación moral que tiene, como líder de una fuerza de Estado, de proceder a la abstención de sus diputados en la investidura de Rajoy para evitar que los españoles tengan que volver a las urnas. El PSOE comprometido con la gobernabilidad de España, lo expulsa tras la dimisión de todo el Comité Federal.

La gestora que dirige Javier Fernández, presidente asturiano, convoca otras primarias y el defenestrado, a bordo de nuevo del Peugeot, inicia la reconquista, ostentando un perfil de progresista frente al aparato y los barones de su partido. Así arrolla a Susana Díaz, contra la que juega sucio. En el convulso comité federal de octubre de 2016 una votación impuesta por los partidarios del hoy presidente se salda con una urna escondida tras una mampara y gritos de pucherazo. Había prisa por implantar un modelo de Gobierno que no era más que la ambición de un aventurero dispuesto a asaltar el Estado como instrumento para la escalada personal, familiar y grupal. Y ya había enseñado la patita: en las delicadas horas del 1 de octubre de 2017, cuando los separatistas catalanes dieron un golpe de Estado, su apoyo a Rajoy para hacer frente al desafío fue laxo, sin mojarse, sabedor ya de que esos mismos delincuentes serían sus caseros a la vuelta de un año.

Comisión Ejecutiva Federal del PSOE en julio de 2017 Eduardo Parra / Europa Press Comisión Ejecutiva Federal del PSOE del 31 de agosto de 2017 31/7/2017

     Comisión Ejecutiva Federal del PSOE en julio de 2017Europa Press

 

El cese de la cúpula de ‘El País’

Ya sabe por entonces que para recuperar el poder necesita un ejército de periodistas dispuestos a venderse y que defiendan su proyecto divisivo y frentista. Conseguirá a mercenarios que, al son que él toque, sostendrán una cosa y su contraria. Marca de la casa sanchista. Pero en sus inicios se los tuvo que granjear. Uno a uno. Chiringuito mediático a chiringuito mediático. Y empieza por un diario que hasta entonces había sido la biblia para el PSOE, ‘El País’. No tolera que, bajo la dirección de Antonio Caño, el rotativo se posicione a favor del necesario compromiso socialista con la gobernabilidad del Estado y, por tanto, al lado de los barones del partido que habían osado expulsarle a él.

Ese diario publica, el 28 de septiembre de 2016, un demoledor editorial que dice lo siguiente: «Ni Felipe González, ni Joaquín Almunia, ni José Luis Rodríguez Zapatero se aferraron al argumento populista de convocar a los militantes para atrincherarse en el cargo. No es el caso de Sánchez, dispuesto a hundirlo en las urnas por años. Hemos sabido que Sánchez ha mentido sin escrúpulo a sus compañeros. Hemos comprobado que sus oscilaciones a derecha e izquierda ocurrían únicamente en función de sus intereses personales, no de sus valores e ideología, bastante desconocidos ambos». Justo es reconocer que hace nueve años este periódico plasmó con precisión al personaje. Un visionario diagnóstico. Y, por eso, los responsables de ese editorial duraron poco: en cuanto volvió a Ferraz, lo primero que hizo Sánchez fue ordenar el cese de Caño y de sus subdirectores, entre ellos David Alandete.

La venganza solo había comenzado. Primero contra los periodistas que no siguieron sus consignas y defendieron las esencias socialistas, luego vendrían los barones, a los que laminó a excepción de Page y sus mayorías absolutas, y finalmente al partido: al que ha destruido anegándolo de corrupción y haciéndole saltar todas las líneas rojas para convertirlo en una sucursal de su propia ambición. Todo lo ocurrido hasta hoy es la historia de una revancha narcisista contra los compañeros que le vieron venir; otros sobrevivieron porque cambiaron su integridad por un sueldo público. Y este émulo de Dorian Gray se ve en una España cada vez más deteriorada, pero de la que le gustaría ser su epónimo.

Moción de censura

Sánchez había lanzado ya su estrategia frentista a lo bestia. Había acabado el recato, el disimulo, las evasivas; si es que alguna vez las hubo. Al cabo, encadenó compromisos en sus programas electorales que fue traicionando en cuanto fue necesario para satisfacer a sus aliados: los partidos antisistema, comunistas, independentistas y herederos de terroristas. Pero para llegar a Moncloa hizo falta cruzar otro Rubicón más: usar una morcilla calzada por un juez de izquierdas en una sentencia contra el PP por los enjuagues de unos alcaldes madrileños en la Gürtel, para ganar una moción de censura contra Mariaro Rajoy, en comandita con el PNV, que semanas antes había aprobado los presupuestos del PP tras obtener muchas contrapartidas. Ábalos fue el encargado de invocar la regeneración y la limpieza de su partido contra la corrupción: «Los españoles no podemos tolerar la corrupción y la indecencia como si fuera algo normal», clamó en la tribuna del Congreso. Y voilà: Sánchez lo había conseguido. Moncloa era suya.

El cambio bastardo del sistema

Alonso de los Ríos ya advirtió que la izquierda no tenía un proyecto nacional. Pero con Sánchez se equivocó: sí lo tenía, pero consistía en acabar con la nación y destruir la igualdad de los españoles. Para ello convirtió todas sus promesas de perseguir a los autores de la insurrección catalana en chatarra. De la mano de Santos Cerdán negoció con el prófugo Puigdemont, como antes lo había hecho con el terrorista condenado Otegi –con el que se intercambió el Ayuntamiento de Pamplona por el Gobierno de Navarra–, acercó monstruos etarras al País Vasco a cambio de presupuestos, ninguneó a las víctimas, parasitó todas las instituciones –Tribunal Constitucional, Fiscalía General del Estado, CIS…–, atacó a los jueces, arrasó con la separación de poderes, maltrató a la prensa no afín y ninguneó al Rey, una figura de referencia, querida y respetada, en la antípoda emocional del desprecio que él genera en gran parte de la ciudadanía, ante la que ha levantado un muro porque sigue sin capitular ante el proyecto divisivo que representa.

Pedro Sánchez se reúne con Bildu en el Congreso en octubre de 2023

      Pedro Sánchez se reúne con Bildu en el Congreso en octubre de 2023 AFP

 

Un perdedor en todas las elecciones

Al ritmo de la pérdida de la identidad socialista Pedro Sánchez ha llevado a su partido a las cotas más bajas de apoyo popular. Firmó el resultado más bajo de la historia del PSOE, con 85 diputados, y en los últimos comicios, aunque logró gobernar gracias a Puigdemont, fue el colofón de una colosal debacle territorial, municipal y hasta del grupo socialista en el Parlamento europeo. Cada vez que el pueblo puede decidir, le niega su voto, deficiencia que suplanta con acuerdos bastardos con partidos que odian a España. Aprobó una ley de amnistía, contra la que se había pronunciado en la campaña electoral, para canjearla por los votos de los sediciosos condenados por el Tribunal Supremo. Esa alta institución judicial, último dique contra el que puso a conspirar a sus cloacas, encabezadas por Santos Cerdán y Leire Díez y el equipo de opinión sincronizada.

El banquillo aguarda a su familia, a su fiscal y a su equipo

La degradación es tal que es el único primer ministro de la historia de Europa que tiene procesado a su hermano por disfrutar de un cargo público creado expresamente para él, a su esposa imputada por corrupción en los negocios por aprovecharse de su condición de consorte presidencial para crearse una carrera profesional y académica que sus méritos le habían negado, a su fiscal general por revelar secretos que prometió preservar, como parte de la guerra contra la presidenta popular de Madrid, convertida en una auténtica obsesión de Pedro Sánchez, y ahora a sus dos manos derecha, de los que reniega como si no los conociera.

Al primero, Ábalos, aunque lo cesó en julio de 2021, dos años después lo incorporó al Congreso, otorgándole el fuero del que ahora disfruta. Al segundo lo ratificó hace seis meses en el Congreso de Sevilla, cuando ya había informaciones que lo vinculaban a la corrupción en el PSOE. He aquí lo que dijo Santos en ese cónclave que se transformó en un aquelarre contra los medios libres, discurso aplaudido por toda la cúpula socialista: «Hay una industria del odio generando fango, ruido y bilis sin parar con el objetivo de generar caos. Lo sabe bien el presidente del Gobierno. Nunca hubo en democracia un ataque similar contra un presidente legítimo. Van a por nosotros porque representamos todo lo que desprecian, lo que odian: la justicia social, la equidad, la lucha por la igualdad de oportunidades, por la igualdad de género».

España tiene ante sí un presidente que agoniza y lo niega. Su última huida hacia adelante en su comparecencia en Ferraz demuestra que es ese tipo de sujetos que niega lo que afirma y practica lo que condena, un sujeto que abolió la moral pública y ya solo es un fantasma que deambula entre las ruinas de un partido, con sospechas de financiación ilegal, que murió en los siete años más oscuros de la reciente historia de España. Años que se compendian entre una urna falsa tras un biombo y la grabadora asesina de un portero de prostíbulos que ha regurgitado el más preciso retrato moral del sanchismo.

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