El ‘Juego de Tronos’ de los sucesores de Theresa May
De izquierda a derecha: Amber Rudd, Ruth Davidson, Jacob Rees-Mogg y Boris Johnson. AGENCIAS
Dos mujeres que defendieron la sensatez y la permanencia (Amber Rudd y Ruth Davidson) y dos ‘brexiteros’ duros que blandieron la espada y tensaron la cuerda (Jacob Rees-Mogg y Boris Johnson). La batalla por la sucesión de Theresa May está ya abierta, y sólo queda por determinar el momento en que se producirá el asalto al poder. El secretario para el Brexit David Davis ya ha insinuado que él no entra en la ruleta, y que se retira de la alta política en marzo del 2019. Consumada la supura con la UE, o quizás antes, la nueva entrega de Juego de Tronos en versión tory está servida.
Amber Rudd (1963, Londres)
La sucesora de Theresa May como ministra de Interior ambiciona ahora con seguir sus pasos (sin tacones) hasta Downing Street. Solo así se explica su decisión de contratar a Lynton Crosby, el ex estratega de David Cameron, revelada esta semana por ‘The Times‘. Pero Rudd tiene que asegurar primero su propio escaño por Hastings & Rye, que logró mantener a duras penas en junio por 346 votos de diferencia. Desde entonces, los laboristas la han convertido en su objetivo número uno con la campaña ‘Get Rid of Rudd’ (Despréndanse de Rudd).
Rudd tuvo su momento estelar durante la campaña del referéndum, en la que apostó por la permanencia y se encaró con Boris Johnson diciendo: «Boris no es el tipo que hombre que una querría que le llevara en coche a casa después de una fiesta». Ahora, sacando a la luz las divisiones en el Gobierno, Rudd ha acusado a Johnson de «querer conducir el Brexit desde el asiento trasero».
Estudiante de Historia, curtida en el mundo de las finanzas y con incursiones en el mundillo artístico (participó en la producción de la película ‘Cuatro bodas y un funeral’), Rudd dio el salto tardío a la política a la sombra del entonces secretario del Tesoro George Osborne y después subió enteros como secretaria de Energía y Cambio Climático con David Cameron.
Su reputación sufrió sin embargo un rotundo revés hace un año, en su debut como ministra de interior, cuando anunció la intención del Gobierno de requerir a las empresas «listas negras» de trabajadores extranjeros. Desde entonces, Rudd ha ido adquiriendo un perfil tirando a siniestro, como ejecutora de la política de «hostilidad deliberada» a los inmigrantes europeos, culminada con el envío «erróneo» por correo de cien cartas de deportación.
Ruth Davidson (Edimburgo, 1978)
Es la mujer al alza del Partido Conservador, ex periodista de la BBC, ex reservista del ejército y adiestrada en el ‘kickboxing’, con una inquina especial hacia Boris Johnson. En los preámbulos de la conferencia declaró que el titular del Foreign Office debería haber sido «despedido» por insurrección tras desmarcarse de la línea oficial del Brexit.
Davidson defendió también la permanencia contra Boris, y se midió con él en intensos debates televisivos. Después del referéndum, cuando Johnson retiró su candidatura y allanó el camino a Theresa May, la conservadora escocesa acusó a su propio partido de quedarse «fumando un cigarro post-coito» mientras los laboristas cazaban moscas.
Ruth Davidson es en cualquier caso una ‘rara avis’ en la parroquia conservadora. En el 2015 confesó que llevaba toda su vida «luchando por su sexualidad», y un año después anunció su compromiso con la irlandesa Jen Wilson. Defensora de la libertades civiles, está considerada por muchos como «demasiado liberal» para ser conservadora, aunque ese ha sido también gran parte de su éxito en Escocia, donde ha conseguido duplicar el número de diputados tories y acabar con la reputación del nasty party’ que arrastraba el partido desde la era de Margaret Thatcher. En su intervención en Mánchester, propuso recuperar el centro perdido y pinchar la «burbuja de Corbyn».
Jacob Rees-Mogg (Londres, 1969)
El anti-Corbyn por excelencia es este político espigado, ultracatólico y de modales exquisitos, como pudo comprobarse durante la conferencia en un mano a mano con manifestantes indignados que le tacharon de «despreciable». Contrario al aborto (incluso en caso de violación), opuesto a los matrimonios gays y partidario de los recortes sociales, Jacob Rees-Mogg se ha metido sin embargo en el bolsillo a las bases conservadoras, que le han elegido como su candidato favorito en la encuesta de ‘ConservativeHome‘.
Hijo privilegiado del director del Times Lord William Rees-Mogg, educado para ser político en Eaton y Oxford (como Boris Johnson), celebró desde el primer día el Brexit como «una maravillosa liberación». Ahora es el candidato-bandera de ‘Leave means Leave’, la facción dura que reclama la ruptura total con Bruselas.
Durante la conferencia, en los ocho actos en los que se colgaron el «no hay entradas», Rees-Mogg aseguró que lo que está haciendo la UE con el Reino Unido es comparable a lo que hace la Mafia: «En ninguna otra organización se obliga a ponerse a sus miembros de rodillas cuando se van». Su discurso está calando hasta el punto que se habla ya del ‘Moggmentum’, la respuesta radical conservadora al Momentum de Jeremy Corbyn, fustigado en Mánchester como el anticristo.
Boris Johnson (1964, Nueva York)
No podía soñar con un rival más propicio. En sus mejores sueños, Boris Johnson se ve en un debate televisivo con Jeremy Corbyn en el 2021, quizás antes. Su discurso rematado con ‘¡Dejad que ruja el león británico!’ fue toda una declaración de principios, frente a la «revolución bolivariana» y el «masoquismo económico» que a su entender propone el líder laborista.
«Hay más posibilidades de encontrar a Elvis vivo de que yo llegue a ser primer ministro», bromeaba en su día la ‘ambición rubia’, cuando jugaba a hacerse el gracioso con la vara de alcalde de Londres. El auténtico ‘padre’ del Brexit (en paternidad compartida con Nigel Farage) reclama a estas alturas su sitio, recuperado ya de la puñalada que le asestó en día Michael Gove.
El runrún inicial de la conferencia de Mánchester fue la presión para que May despidiera de una patada a Boris por desacato. Vista sin embargo la respuesta entusiasta de la conferencia, que hasta entonces parecía un funeral, las posibilidades de un futuro ascenso del titular del Foreign Office siguen intactas, por más que le pese a Bruselas. La única duda está en el momento en que elegirá para soltarse definitivamente la melena leonina.