El mejor periodista español del siglo XX
En la extensa nómina de “plumillas ibéricos” del siglo pasado se encuentran nombres tan importantes como Azorín, Julio Camba, Carmen de Burgos, Álvaro Cunqueiro, Josep Pla, Manu Leguineche y Enrique Meneses, por mencionar solo algunos (todos fallecidos). Su prosa a prisa y sus biografías siguen siendo referencia para todo aquel que se dedica (o aspira a dedicarse) a esta profesión en un país que, a pesar de los pesares, sigue teniendo en sus (mermadas) redacciones a grandes maestros. Pero hay uno que, pese a la importancia de su trabajo, hasta hace poco permanecía arrinconado. Se llama Manuel Chaves Nogales y fue un sevillano que supo contar como pocos los conflictos bélicos y las vidas de personajes emblemáticos de su época.
Puede que en México este nombre le suene a algún friki del periodismo y los periodistas (como yo… comprenderé), porque algunos de sus artículos fueron publicados por José Pagés Llergo en la revista Hoy (antecesora de Siempre!). Chaves Nogales comenzó a contar historias en periódicos locales en 1918. Cuatro años después dejó Sevilla para ir a Madrid, donde se integró al equipo de El Heraldo. Ahí, entre otras cosas, publicó el perfil de Ruth Elder, la primera mujer que cruzó sola el océano Atlántico a bordo de un avión Junker. Debido a su vocación viajera, no tardó en volverse “autónomo” (como se llama aquí a los freelance, porque aquí todo se traduce) y mandaba textos al ABC, Estampa, La Gaceta Literaria, Ahora y al propio El Heraldo. Fue a Rusia y a Europa del Este para contar las secuelas de la revolución soviética y, de paso, entrevistó a Goebbels, ministro de propaganda de Hitler. Luego volvió a España y escribió el que quizá sea su libro más famoso: Juan Belmonte, matador de toros, su vida y sus hazañas.
Su gran proyecto era formar una red internacional de reporteros, capaz de nutrir de contenidos a varias publicaciones hispanas. En eso estaba cuando, en 1936, estalló la Guerra Civil española. Franco logró echar al gobierno republicano y Chaves Nogales se fue a París, desde donde comenzó a colaborar en diarios y revistas de América Latina. Al iniciar la Segunda Guerra Mundial se fue a Londres, donde siguió haciendo periodismo hasta su muerte, en 1944, víctima de un cáncer de estómago, poco después de cumplir 46 años de edad. Dicen que durante muchos años fue relegado por ser “un tibio” en su trabajo (no posicionarse ideológicamente de manera tajante y criticar a los dos bandos enfrentados en España). Dicen que la envidia de “las estrellitas” del periodismo ibérico produjo que lo hicieran a un lado, para que no los opacara. No obstante, hace una década, una profesora (María Isabel Cintas, también sevillana) se fijó en su paisano olvidado para hacer su tesis doctoral. Logró articular la biografía del periodista y una editorial independiente, Libros del Asteroide, se propuso reeditar toda su obra. Luego Alianza y Espasa se sumaron a la cruzada y un puñado de escritores y periodistas comenzamos a hablar sin cesar de su periodismo literario. Hoy este hombre que murió en el exilio está de moda y casi todo mundo se refiere a él como “el periodista español más importante del siglo XX”. Y quizá tengan razón.