El momento Biden de Bachelet
Dado que ella ha evitado exponerse en los últimos ocho años al feroz escrutinio que hoy hacen los medios, la candidatura de Bachelet bien pudiera sufrir un momento Biden si es que decide entrar al ruedo y se encuentra con una arena electoral mucho más distinta a la de 2005 y 2013.
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En semanas recientes, al no salir a desmentirlos, la ex Presidenta Michelle Bachelet ha contribuido a aumentar los rumores sobre una posible tercera candidatura presidencial. Si bien, en caso de lanzarse al ruedo electoral, Bachelet fácilmente lograría convertirse en la candidata de unidad del oficialismo y de la mayoría de los partidos díscolos de izquierda, su camino a la victoria en noviembre de 2025 encontrará más obstáculos y será más cuesta arriba que en las dos elecciones anteriores. Tal vez por eso, la pausa que se ha tomado Bachelet para meditar si se lanza por tercera a buscar el sillón presidencial se está convirtiendo en una señal de debilidad -un momento Biden- que alimenta dudas sobre qué tan dispuesta está Bachelet a enfrentar los escollos que habrá en el camino a La Moneda y qué tan competente se siente, física y mentalmente, para entrar a la que sería la más difícil de sus tres aventuras presidenciales.
El 27 de junio de 2024, pocos meses antes de que se iniciara la campaña presidencial estadounidense, en un momento sin precedentes en la historia de Estados Unidos, el Presidente Joe Biden y el ex Presidente Donald Trump se vieron las caras en un debate presidencial. Normalmente, los debates presidenciales en Estados Unidos se realizan en los meses de septiembre y octubre, después de que los candidatos han sido formalmente nominados en las televisivas convenciones de sus respectivos partidos. Pero como había crecientes cuestionamientos a la edad y estado físico y mental del Presidente Biden -quien, a la sazón, tenía 81 años- el candidato demócrata quiso despejar dudas sobre qué tan competente estaba para enfrentar el duro desafío. El resultado de esa apuesta fue el opuesto a lo esperado por Biden.
Las dudas sobre su capacidad se multiplicaron y, menos de un mes después, el domingo 20 de julio, Biden anunció que se retiraba de la carrera. La renuncia de Biden forzó al Partido Demócrata a escoger entre varias malas opciones para buscar a un remplazante. La vicepresidenta Kamala Harris logró ganar la nominación del partido, pero fracasó estrepitosamente en su intento por llegar a la Casa Blanca.
Hoy en Chile, es evidente que Bachelet está pensando entrar a la carrera presidencial. La ex Presidenta ha sido muy explícita al no desmentir de forma precisa y clara su intención de lanzarse como candidata. Aunque alguna vez dijo que «no soy candidata», sagazmente evitó decir, de forma más clara y categórica, «no voy a ser candidata».
Pero si decide saltar al ruedo presidencial, Bachelet arriesga experimentar un momento Biden que amenace la viabilidad de su candidatura presidencial. Igual que Biden, Bachelet pudiera tropezar después de lanzarse a la piscina electoral. Esto porque, en los últimos años, la ex Presidenta no se ha querido someter al escrutinio de la prensa ni ha navegado las peligrosas aguas de los medios online. Al mantenerse alejada de los medios y las redes, Bachelet ha evitado el desgaste que producen los ataques y acusaciones. Pero también ha sido incapaz de desarrollar estrategias para responder a esos ataques.
En la campaña de 2013, Bachelet logró zafar de algunos temas complejos usando la polémica palabra «paso». Pero 2025, ni la opinión pública ni la prensa van a ser tan permisivos con Bachelet como lo fueron en 2013. La presión para que responda a preguntas complejas, como su cómplice silencio ante la violencia desatada por los manifestantes en el estallido social de 2019, su apoyo a la chambonada del proceso constituyente, y los escándalos en que se vieron involucrados su hijo Sebastián Dávalos durante su mandato (2014-2018) y sus hijos políticos del Frente Amplio en este periodo (2022-2026) la van a obligar a someterse a un nivel de escrutinio superior a los que debió enfrentar en las aventuras presidenciales anteriores. Los ataques de Kaiser y Kast serán mucho más frontales y viscerales que las tímidas críticas que en su momento recibió de Franco Parisi, Marco Enríquez-Ominami, Sebastián Piñera, Joaquín Lavín o la propia Evelyn Matthei.
Ni Bachelet tiene la misma energía y resistencia que en las campañas anteriores, ni su imagen genera el mismo entusiasmo, respeto y admiración que en 2005 o en 2013. Aunque tiene más experiencia y madurez que en sus dos aventuras anteriores, el apellido Bachelet está mucho más asociado al pasado que al cambio que los chilenos hoy desean. Incuestionablemente, Bachelet es, al menos en el papel, la mejor carta que tiene el oficialismo. Pero esa misma pertenencia al oficialismo constituye hoy un pasivo que será difícil de llevar, incluso si la candidata es la figura más popular de ese oficialismo. Además, la opinión pública hoy es más vociferante, demandante e irrespetuosa.
Dado que ella ha evitado exponerse en los últimos ocho años al feroz escrutinio que hoy hacen los medios, la candidatura de Bachelet bien pudiera sufrir un momento Biden si es que ella decide entrar al ruedo y se encuentra con una arena electoral mucho más distinta a la de 2005 y 2013. Así como la música que sonaba en 2005 y 2013 no genera el mismo entusiasmo entre la audiencia que la música que hoy es popular, el estilo y discurso que Bachelet maneja mejor pudieran no entusiasmar tanto hoy.