El músico que retó a Beethoven y terminó humillado
El compositor alemán, de cuyo nacimiento se cumplen en 2020 doscientos cincuenta años, participó en varios «duelos musicales», habituales en la Viena de principios del siglo XIX
Viena, 1800. En la capital austríaca los «duelos musicales» eran uno de las formas de entretenimiento favorito de los aristócratas. Consistían en enfrentar a dos músicos -cada uno apadrinado por un noble- para que improvisaran, bien sobre una melodía cantada por alguien del público o sobre un motivo que uno de ellos eligiera. El retador comenzaba, el retado respondía, y se establecía el duelo de virtuosos, sobre el que los asistentes habían de elegir al ganador.
En aquel año había llegado a Viena Daniel Gottlieb Steibelt, un músico alemán, nacido en Berlín en 1765. Venía de cosechar un gran éxito como pianista y compositor en Francia y Alemania gracias sobre todo a «La Coquete», una canción que compuso para María Antonieta, y al «Storm Rondo» de su «Concierto número 3».
Steibelt era, al parecer, un hombre pagado de sí mismo y de gran formalidad. Era atractivo y un tanto exhibicionista. Con su viaje a Viena pretendía agrandar su fama como músico, y a los mecenas de la ciudad les gustó la idea de celebrar un duelo entre el alemán y Ludwig van Beethoven, que había participado ya, con éxito, en varios de ellos, y ya era, en esos momentos, un músico con una gran reputación. Dos príncipes apadrinaron, respectivamente, a cada uno de los dos músicos: Lobkowitz a Steibelt y Lichnowsky a Beethoven.
El historiador Alexander Wheelock Thayer escribió a propósito de la rivalidad entre ambos: «Cuando Steibelt llegó a Viena con su gran renombre, algunos de los amigos de Beethoven se alarmaron temiendo que pudiera perjudicar su reputación. Steibelt no visitó al músico de Bonn; su primer encuentro se produjo en la casa del Conde Fries».
Según se cuenta, Beethoven presentó su «Trío para piano, clarinete y violonchelo». Steibelt, presente entre el público, no se comportó con el respeto debido, e incluso hizo comentarios despectivos acerca de la pieza. Cuando le tocó el turno de sentarse ante el piano, hizo unas improvisaciones, que Beethoven despreció por considerarlas preparadas de antemano, y le tachó en privado de tramposo.
Una semana después se volvieron a encontrar en otra velada musical. Esta vez Steibelt tocó primero con gran éxito. Pero en sus improvisaciones se burló de Beethoven y de la pieza que había tocado la semana anterior, el Trío. Sin lugar a dudas, le estaba retando y, conforme a las reglas debía contestarle. Ante el entusiasmo del público presente, Beethoven se dirigió hacia el piano. Estaba furioso -su alumno Ferdinad Ries escribió que su maestro tocaba mejor cuando estaba enojado-.
Beethoven cogió una de las partituras que había utilizado Steibelt y la colocó boca abajo sobre el atril. Señaló con el dedo algunas notas, vueltas del revés, tocó el tema de los primeros compases y comenzó a improvisar sobre él. Los presentes se volvieron locos; Beethoven mostró su maestría al piano y su absoluto dominio del instrumento y de la composición, además de componer una pieza muy superior en belleza a la partitura de Steibelt.
Éste, furioso y humillado, salió corriendo de la habitación. Su benefactor, el príncipe Lobkowitz, salió detrás de él. Unos instantes después, regresó y comunicó a los presentes que Steibelt había decidido marcharse de Viena y no volver a la ciudad mientras Beethoven viviera allí. El autor de «Para Elisa» permaneció en la capital austríaca hasta su muerte, el 26 de marzo de 1827, y Steibelt, que había fallecido cuatro años antes, no volvió a pisar Viena. Pero aquellas notas de las que Beethoven se burló se convirtieron, con el tiempo, en uno de los temas del final de su Tercera Sinfonía, «Heroica».