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El pacto de Merkel

La integración europea vuelve a su origen 70 años después, con una combinación de intereses e ideales poco frecuente

Angela Merkel ha interpretado distintos papeles durante su largo paso por la política. Los más conocidos han sido de joven aprendiz junto a Helmut Kohl y burócrata llegada del Este, sin ambiciones aparentes, seguidos de primera mujer canciller y paciente negociadora de cuatro gobiernos de coalición, siempre camaleónica y adaptativa. En el plano europeo, ha sido la única líder en el puente de mando ante tres crisis de gran envergadura, el euro, la migración descontrolada y la pandemia. Afortunadamente, ha reservado su mejor versión para el acto final, en el que ha forjado el consenso entre 27 socios en torno al Plan de Recuperación con una visión de conjunto en vez de la acostumbrada invocación de «hacer las cosas según las reglas», normalmente las de inspiración alemana.

El acuerdo urdido por Merkel es una valiosísima innovación institucional y el embrión de lo que puede ser la Unión Fiscal. Da un espaldarazo político esencial a la acción decidida del Banco Central Europeo, que tras financiar la hibernación de la economía continental ahora se vuelca en su reactivación. Sobre todo, el pacto de Merkel fortalece la viabilidad del mercado interior y del euro, frente a las apuestas contrarias, muchas de origen anglosajón, que llevan equivocándose los últimos doce años. La integración europea vuelve a su origen setenta años después, con una combinación de intereses e ideales poco frecuente en las relaciones internacionales. En momentos fundacionales como éste, las instituciones suelen ser débiles o demasiado incipientes y la personalidad y las cualidades del líder se convierten en el factor más importante. Merkel contrasta con los llamados hombres fuertes en boga, por su método científico, cautela, determinación, atención al detalle y seriedad. La canciller no hace pública la celebración de sus victorias. Como mucho habrá abierto en su modesto apartamento de Berlín el blanco de Borgoña que le regaló Emmanuel Macron en la cumbre. Sabe que presumir de éxitos debilita su capacidad negociadora y necesita intacto todo su capital político. Quiere seguir ganando batallas hasta que un día se retire discretamente. Su legado le permitirá marcharse sin tener que decir adiós.

 

 

 

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