Democracia y PolíticaEconomíaElecciones

El pacto se borró del mapa

Perder gobernabilidad en las regiones obligará al Gobierno Petro a enfocar sus fuerzas en el Congreso, donde impulsa trascendentales reformas, y a moderar su discurso en las regiones.

Discurso de Carlos Fernando Galán, nuevo alcalde de Bogotá
 

Por fin los colombianos acudieron a las urnas y eligieron a quienes llevarán las riendas de los 32 departamentos y los 1.122 municipios del país. Fue una jornada que tuvo como antecedente una tarde previa en la que el salvajismo de una turba enardecida acabó con la vida de Duperly Arévalo Carrascal, una funcionaria de la Registraduría en Gamarra, que fue quemada por un bárbaro que roció gasolina y luego incendió la sede de la Registraduría de este municipio del Cesar, en un hecho que no puede quedar como una simple anécdota de elecciones. Al momento de escribir estas palabras, otras dos mujeres, funcionarias también de la entidad, luchaban por su vida.

Con la noticia también del secuestro del padre del futbolista Luis Díaz, que llevó al país a ser titular de los medios internacionales, no por sus elecciones, sino por este infame hecho, inició una jornada electoral entendida como un plebiscito al Gobierno del presidente Gustavo Petro.

Bogotá fue la gran sorpresa. Aunque una segunda vuelta era el escenario más factible, Carlos Fernando Galán arrasó con el 49 por ciento de los sufragios y dobló la votación de sus dos inmediatos contendores: Gustavo Bolívar, el candidato de Petro, y Juan Daniel Oviedo, el exdirector del Dane. Pero la sorpresa fue aún mayor, con un Oviedo que relegó al tercer lugar a Bolívar, en un claro y contundente mensaje de desaprobación a la gestión del presidente Gustavo Petro y a los salientes gobiernos de izquierda de ciudades como Cali y Medellín.

La amplísima victoria de Federico Gutiérrez en la capital antioqueña marca el regreso a la alcaldía de la derecha uribista, que había sido derrotada en la elección anterior, cuando Daniel Quintero, con el apoyo de Petro, tomó las riendas de la ciudad. Un gobierno de izquierda que se quedó en promesas de cambio que nunca se concretaron y que solo sirvieron para entregarle un deslucido 10 por ciento de los votos a Juan Carlos Upegui, el ungido por Quintero en su aspiración local.

Una situación similar se vivió en Cali, donde el empresario Alejandro Éder se quedó con la alcaldía de la capital del Valle del Cauca, una de las ciudades que más ha sufrido el deterioro en los indicadores de seguridad en el país, y donde el saliente Jorge Iván Ospina tiene los índices de desaprobación más altos en la historia de un mandatario caleño.

Ninguna sorpresa hubo en Barranquilla, con un Alejandro Char que llega a continuar con la seguidilla de gobiernos de su casa política, inmune a escándalos de compra de votos, maquinarias electorales y hasta supuestos vínculos con dineros non sanctos. Cubierto con el popular efecto teflón, Álex Char no tuvo necesidad de abrir la boca ni una sola vez en un debate, pasar por una sola emisora radial ni pisar un solo barrio para exponer su plan de gobierno. Aun así será, por tercera vez, el alcalde de la capital del Atlántico.

Cerrando el balance de ciudades capitales, está el pastor Jaime Andrés Beltrán, que llega a tratar de organizar a una Bucaramanga desbaratada por gobiernos populistas, como el del ingeniero Rodolfo Hernández, y en la que el saliente alcalde, Juan Carlos Cárdenas, pasará a la historia como el de peor popularidad en la capital santandereana desde que hay elecciones locales. A propósito del ingeniero, doloroso final político de un hombre que tuvo la presidencia en las manos.

Estas ciudades capitales serán gobernadas por mandatarios de corrientes políticas muy distantes al presidente Gustavo Petro. Una radiografía local que se repite a nivel departamental. En el Valle del Cauca, Dilian Francisca Toro repite como gobernadora, gracias al adaptable discurso de La U, que apoya los proyectos del Gobierno en el Congreso, pero los condena en las calles.

En Antioquia, salió vencedor el candidato del Centro Democrático, Andrés Julián Rendón, conocido por su cercanía con Fico Gutiérrez y, por supuesto, con el expresidente Uribe. Y en Santander, el general retirado Juvenal Díaz, de la familia política conservadora de los Díaz Mateus, promete trabajar en la seguridad y librar al departamento de la condena a la que lo tiene sometido el clan Aguilar (aunque habrá que ver si puede mantener alejados a los contratistas del clan, que recibió en sus últimas semanas de campaña).

De la masiva votación por el proyecto del “cambio”, que llevó a Gustavo Petro a la presidencia de la república, el Pacto Histórico se redujo a algunas alcaldías y gobernaciones, como la de Nariño o la de Amazonas (en alianza con el Partido Liberal y la ASI). El pacto prácticamente se borró del mapa.

Comienza así un segundo tiempo para el Gobierno de Gustavo Petro. Los nuevos mandatarios deberán asumir los retos de cada una de las regiones, donde la seguridad se ha convertido en el principal reclamo. El incremento en los secuestros y las extorsiones, así como de los hurtos callejeros, hacen que el miedo sea la constante. El mismo reclamo de seguridad se da en las regiones, donde el avance de las disidencias de las Farc, del ELN y de las Autodefensas Gaitanistas de Colombia ha hecho que regresen a las noticias los atentados contra estaciones de policía, los plagios, las extorsiones y las amenazas con panfletos, como se ha registrado en varios departamentos.

Perder gobernabilidad en las regiones obligará al Gobierno Petro a enfocar sus fuerzas en el Congreso, donde impulsa trascendentales reformas, y a moderar su discurso en las regiones.

Si de buscar ganadores se trata, además de Carlos Fernando Galán, Federico Gutiérrez y Alejandro Éder, está Juan Daniel Oviedo, que con más de 600.000 votos se consolida como una opción democrática que puede proyectarse a futuro. Pero, sin duda, el gran perdedor es el Gobierno de Gustavo Petro, que se quedó sin eco en las principales ciudades.

 

Botón volver arriba