El Partido Comunista chino da la espalda a las mujeres
Apenas hay presencia femenina en los cuadros de mando: sólo hay dos mujeres en el Politburó y se retiran, sin relevo, este año
El cavernoso salón principal del Gran Palacio del Pueblo de Pekín acoge hoy la presentación al público de los nuevos rostros que durante el próximo lustro llevarán las riendas del país, que encara su octava década de égida comunista. Durante meses, los medios han vertido ríos de tinta especulando sobre quiénes son los llamados a ocupar tan insigne posición, algo difícil de saber dado el hermetismo con el que se maneja la alta política china. Pero frente a tanta incógnita, siempre ha existido una gran certeza para todos: la práctica o total ausencia de mujeres en los nuevos cuadros de mando.
Desde que el Partido Comunista chino (PCCh) se alzara vencedor de la guerra civil en 1949, ni una sola fémina ha ocupado uno solo de los asientos del Comité Permanente del Politburó, centro neurálgico del poder en China. En el Politburó, siguiente escalón del organigrama, tan sólo 2 de sus 25 miembros actuales son mujeres, el número más alto desde los años de la Revolución Cultural (1966-1976).
Sus nombres son Sun Chulan, de 67 años y una de las pioneras en la política china, y la viceprimer ministra Liu Yandong, de 71, quienes está previsto que se retiren en esta cumbre sin relevos femeninos a la vista. «No hay ninguna posibilidad de que una mujer sea nombrada para el Comité Permanente, y sería una gran sorpresa que alguna lo fuera para el Politburó«, asegura al respecto Chenni Xu, experta en cuestiones de género y política china, a EL MUNDO.
Mujer y política siempre han tenido una relación complicada en China, que en su milenaria historia únicamente ha visto a una fémina (Wu Zetian, 624-705 d.C) ocupar el trono como emperatriz soberana. Aunque muchas otras consortes, concubinas o regentes han jugado un papel de primer orden, su quehacer ha quedado la mayoría de las veces reflejado de manera negativa por los historiadores, hombres en su mayoría.
En la era revolucionaria de la primera mitad del siglo XX, las expectativas de lograr la igualdad de género eran altas. En la memoria de aquellos inicios quedan avances como la Ley de Matrimonio de 1950, que proclamaba la igualdad entre sexos y prohibía el concubinato y los matrimonios concertados, a la que se fueron sumando otros hitos como el de la incorporación de la mujer al mundo laboral o la aprobación en 2016 de la primera ley contra la violencia doméstica.
Sin embargo, pese a los compromisos públicos del PCCh por lograr la paridad entre sexos y la pujanza de las ciudadanas chinas en ámbitos como el de la educación, la economía o la cultura, la desigualdad permanece vigente. «A primera vista puede parecer que en la China moderna hay igualdad, pero la discriminación sigue existiendo, y es reforzada sistemáticamente por el entorno familiar, escolar, laboral y, por supuesto, por el Estado», afirma Chenni. «A pesar de que Mao dijo que ‘Las mujeres sostienen la mitad del cielo’ y de los compromisos constitucionales, seguimos siendo ciudadanos de segunda».
Las estadísticas ofrecen poco resquicio a la duda. De acuerdo con los últimos datos de 2015, sólo el 25,1% de los 88 millones de miembros del partido son mujeres, que ostentan tres de cada 10 cuadros de mando de nivel medio (dos en los niveles altos). En el Comité Central, tercer escalón en la pirámide del poder del partido, su presencia nunca ha superado el 10%, y ayer se supo que este año sólo 10 de sus 376 miembros serán mujeres, el mismo número que en 2012. Con estos datos en mano, «se necesitaría un milagro para que una mujer se convirtiera en la cabeza de la República Popular de China en un futuro», resuma en un ensayo reciente Cheng Li, director del Centro de China John L. Thornton de la Institución Brookings.
Además de ser un sistema hecho por y para hombres, otras de las razones que se citan para explicar la falta de representación femenina es la edad de jubilación de las mujeres (55 años), que se retiran 10 años antes que los varones dando por hecho que ellas son las principales cuidadoras de nietos y parientes mayores o enfermos. A este fenómeno, algunos analistas le suman la nueva «política de los dos hijos» que en 2016 sustituyó a la del «hijo único», lo que aumenta la presión sobre las madres para que se queden en casa y críen a los niños.
En este campo, China no está siguiendo la tendencia mundial. Según ONU Mujeres, hoy en día hay 17 féminas liderando un país, el doble que hace una década. En concreto, la región asiática ha producido más presidentas, primeras ministras o jefas de la oposición que ninguna otra región del mundo, con nombres tan reconocidos como el de la birmana Aung San Suu Kyi, la destituida presidenta de Corea del Sur, Park Geun-hye (ambas hijas de líderes políticos asesinados), la taiwanesa Tsai Ing-wen o la hongkonesa Carrie Lam.
Desde luego, no parece que vaya a ser bajo la presidencia de Xi cuando las cosas vayan a mejorar. Al igual que ha sucedido en campos como el respeto a los derechos humanos o la libertad de expresión, muchos critican que su mandato ha supuesto un retroceso para los derechos de las mujeres, con encarcelación de feministas y vuelta a los paternalistas valores confucianos incluida.
De cara al futuro, analistas como Li consideran que el ascenso de la mujer en política necesitará de más tiempo para que se produzca un cambio gradual que no afecte al funcionamiento normal del régimen y del propio PCCh, encargado de elegir, formar y promover a sus integrantes a los puestos de poder. «Si el partido quiere sobrevivir y avanzar, deberían ser más inclusivos», aseguró en una entrevista con ‘The New York Times‘.
Pero para feministas como Chenni, ese cambio se está produciendo con demasiada lentitud. «El Gobierno chino no está haciendo nada sustantivo para mejorar el registro de la representación política de las mujeres. Aunque se dan cuenta de que deben ser más inclusivos para su supervivencia futura y son conscientes de que se están quedando rezagados internacionalmente, no nos consideran una prioridad», subrayó.