El pensamiento es una energía cara
La filosofía nos muestra el suelo sobre el que navegamos
El pensamiento es la energía más sutil y necesaria de cuantas existen. Es una energía cara. Para producir personas capaces de generarla necesitamos todo el completo sistema educativo, que cuesta mucho, y una sociedad que, con confianza, lo pague. En los largos años en que nos educamos aprendemos una larga cantidad de cosas que traen de suyo el sernos en apariencia inútiles. Cosas que probablemente usemos muy pocas veces. Nociones de casi todo, de matemáticas, de gramática, de geografía, de física, de historia, de cristalografía… que nos gusta saber que se quedan ahí. Son como escalones que nos permitirán acceder después a otros saberes más complejos.
La filosofía es la más extraña. Es un saber del que muchas sociedades han prescindido y prescinden. Es fascinante. Nace con Grecia y nos acompaña desde entonces, cambiando y modulándose sin descanso, con unas teorías trepando sobre otras hasta componer un edificio asombroso al que conocemos por el nombre de Historia del Pensamiento. Porque no es cierto que la filosofía enseñe a pensar. A pensar nos entrena, sin duda, pero nos enseña lo que ha sido pensado y su porqué. Nos muestra el suelo sobre el que navegamos. El enorme flujo de ideas y argumentaciones que nos ha traído hasta nuestro presente.
A veces lo peculiar de nuestra tradición nos sorprende: parece un enorme e insensato derroche de inteligencia. Pero luego nos damos cuenta de que, con toda esa masa, hemos hecho cosas. No son solamente ideas, sino que se han traducido a instituciones, comportamientos, reglas y costumbres. Eso nos sucede porque ese saber está intrínsecamente vinculado a lo que somos, nos ha moldeado en realidad. Somos la primera humanidad producto de un diseño del cual las ideas filosóficas fueron las principales autoras. Encarnamos el resultado de la imaginación ética y política de quienes dieron ese gran salto sobre el mero sucederse. Esa Historia es la nuestra. La historia de la filosofía es la clave de lo que somos y de por qué lo somos. Está todo ahí. De Platón a Descartes, de Spinoza a Darwin; de Hegel a Freud. De Tocqueville a Beauvoir. De Agustín a Marx. En la filosofía no hay caminos imposibles. No sólo forma parte del núcleo duro de las Humanidades, sino que es la raíz misma de aquello en que nuestra civilización consiste. Somos progenie de las ideas. Ellas son nuestros muros firmes. Eso lo tenemos que seguir sabiendo y trasmitiendo.