El Gobierno libanés dimite en bloque y culpa de la explosión a la «corrupción crónica»
El primer ministro, Hasán Diab, anunció la renuncia en un discurso a la nación en el que no hizo autocrítica
Una semana después, la explosión de 2.700 toneladas de nitrato de amonio en el puerto de Beirut se ha llevado por delante 160 vidas, media ciudad y al Gobierno libanés. Hasán Diab no pudo aguantar la presión y, ante el goteo de dimisiones de sus ministros, presentó su renuncia al presidente, Michel Aoun. En su discurso de despedida, el político aseguró este lunes que «el crimen» en el puerto fue causa de la «corrupción crónica» que sufre el país, una corrupción que «es más grande que el Estado». También lamentó la falta de unidad entre las fuerzas políticas en un momento tan delicado, pero no realizó autocrítica alguna de su gestión. Su deseo a partir de ahora es «volver a estar con la gente y pelear por el cambio desde su lado».
Ocho meses después de llegar al poder con la promesa de poner en marcha las reformas que pedía la bautizada como «revolución del 17 de octubre», Diab no solo no ha sido capaz de cumplir con las demandas de la calle, sino que deja el Gobierno convertido en cabeza de turco del sistema y será recordado como el primer ministro de la mayor explosión sufrida en la capital y con la peor crisis económica de su historia. La explosión será hoy recordada a las seis y ocho minutos, cuando las campanas de las iglesias repicarán y los almuédanos gritarán Al Takbeer desde las mezquitas en recuerdo de las víctimas.
Dimisión anunciada
La caída del Gobierno era un secreto a voces desde la tarde del domingo, cuando los primeros ministros comenzaron a presentar sus dimisiones. El de Exteriores ya lo hizo antes de la explosión, después del desastre fue el turno de los responsables de Información, Medio Ambiente, Economía y Justicia. Estos dos últimos anunciaron su renuncia justo antes de un Consejo de Ministros en el que Diab pensaba abordar la convocatoria de las elecciones parlamentarias anticipadas y terminó certificando el final de su mandato. Su última decisión como mandatario libanés fue remitir el caso de la explosión al Consejo Superior de la Judicatura.
El sistema de cuotas obliga a nombrar a un musulmán suní primer ministro y Diab, de perfil independiente y con experiencia anterior como ministro de Educación, llegó al puesto para sustituir al cuestionado Saad Hariri. Además de la presión en la calle, Diab se ha visto en medio del pulso entre el poder ejecutivo y legislativo, todos queriendo culparse mutuamente de la catástrofe del martes.
Tras la dimisión en bloque del Gobierno, la pelota vuelve al tejado del parlamento, que debe proponer un nuevo candidato a primer ministro. Entre los nombres que podrían dirigir el nuevo Gobierno, la cadena Al Jazeera puso sobre la mesa el de Nawaf Salam, de 66 años, exdiplomático y en la actualidad juez en la Corte Penal Internacional (CPI).
«Hemos estado antes sin gobiernos, sin presupuestos y sin presidentes. Esta dimisión no significa que los criminales no sigan en el poder, nunca estuvieron en él en persona. La dimisión es bienvenida, pero queremos justicia», escribió en las redes sociales Carmen Geha, activista y profesora de Ciencias Políticas de la Universidad Americana de Beirut.
Este es el sentir compartido entre los manifestantes que volvieron por tercer día consecutivo a la Plaza de los Mártires. A falta de conocer el resultado final de las investigaciones sobre lo sucedido en el Almacén 12 del puerto y las causas del incendio que provocó la explosión, la principal demanda es que los responsables de haber mantenido ese material allí durante seis años paguen ante la justicia.
La sensación es gatopardiana: cae el Gobierno, pero los viejos señores de la guerra que manejan los hilos del país siguen en sus puestos y Hizbolá conserva su arsenal y se mantiene como el gran actor en la sombra. La «revolución del 17 de octubre» vuelve a la casilla de salida. La protesta no hace distinciones confesionales y en la ejecución simbólica que organizó el sábado mandó al patíbulo a todos los grandes líderes, cristianos y musulmanes suníes, chiíes y drusos. Los jóvenes que forman este movimiento transversal piden a gritos «la caída del régimen», pero con el actual sistema de cuotas que rige en Líbano desde hace tres décadas no hay opción de cambio.
La economía, hundida
La crisis política y el vacío de poder llegan en el peor momento para la economía del país. La libra ha perdido más del 80% de su valor frente al dólar este año y el Fondo Monetario Internacional condiciona la llegada de dinero a la puesta en marcha de una serie de reformas en el sistema económico libanés que no acaban de llegar. La teleconferencia de donantes organizada por Francia el domingo logró recaudar 250 millones de euros para ayuda de urgencia, pero Beirut y Líbano necesitan una cantidad muy superior.
En medio del caos generalizado, prosigue el trabajo de los equipos de rescate en la zona cero y el Ejército libanés anunció que lograron localizar cinco cuerpos más. El Ministerio de Salud indicó que en este momento hay «menos de 20» desaparecidos y prosigue su búsqueda en el puerto.