Como dice Marianne Schiess, es difícil encontrar en la obra de Carl G. Jung (1875-1961) juicios concretos sobre el amor, aunque resulte sorprendente. Sin embargo, los fragmentos de muchas de sus obras que reúne el libro Sobre el amor editado por Mínima Trotta, son sugerentes por varias razones. Recorren el pensamiento del psicólogo alrededor de muy distintos temas relacionados con las relaciones amorosas y su misterio, y los rastros de época que contienen le dan a su lectura una profundidad inesperada. Los subrayados aquí seleccionados reacomodan y renombran lo contenido en este volumen, aprovechando la creatividad que motiva lo fragmentario y las múltiples lecturas que pueden hacerse de “esa fuerza del destino que abarca desde el cielo hasta el infierno”, como describió Jung al amor.
El problema del amor
El amor es siempre un problema, con independencia de la edad de la persona de quien se trate. En la etapa de la infancia el problema es el amor de los padres; para el anciano el problema es lo que ha hecho con su amor.
[El ser humano] puede documentar el amor con todos los nombres que están a su disposición, pero solamente se perderá en infinitos autoengaños. Si posee un grano de sabiduría, rendirá las armas y llamará a lo ignotum per ignotius, es decir, con los nombres divinos.
Esta implicación del amor en todas las formas de vida, en la medida en que es general, es colectiva, constituye la menor dificultad en comparación con el hecho de que el amor es también, eminentemente, un problema individual.
[…] Seguramente nos agobien las dificultades de la vida y las contrariedades de la lucha por la existencia, pero tampoco las situaciones externas muy difíciles pueden obstaculizar el amor, por el contrario, pueden estimularnos a realizar los esfuerzos más grandes. Las dificultades reales no podrán nunca reprimir la libido de forma tan duradera como para que surja una neurosis.
[…] Es absolutamente imposible imaginarse un sistema o una verdad que pudieran ofrecer aquello que el enfermo necesita para vivir, a saber: fe, esperanza, amor y conocimiento.
Esas cuatro grandes conquistas del afán humano son, a su vez, múltiples dones que no se pueden enseñar ni aprender, dar ni recibir, retener ni merecer, pues se encuentran unidos a una condición irracional y que se sustrae a toda arbitrariedad humana, esto es, a la vivencia.
[…] El amor libre sólo sería posible si todos los seres humanos fueran capaces de los máximos esfuerzos morales. Pero la idea del amor libre no se ha inventado con esa finalidad, sino para hacer parecer fácil algo difícil. Propias del amor son la profundidad y la sinceridad del sentimiento, sin las que el amor no es amor sino mero capricho.
Hombres y mujeres
Es una característica de la mujer ser capaz de hacerlo todo por amor a un ser humano. En cambio constituyen las mayores excepciones las mujeres que consiguen algo importante por amor a una cosa, porque eso no responde a su naturaleza. El amor a la cosa es una prerrogativa masculina.
Es muy difícil para un hombre racional admitir qué pasa realmente con su Eros. Una mujer no tiene mayor dificultad en reconocer que el principio de su Eros es el estar vinculada, pero a un hombre, cuyo principio es el Logos, se le hace muy difícil.
[…] El amor de la mujer no es un sentimiento –algo que sólo se produce en el hombre– sino una voluntad de vida a veces tremendamente poco sentimental y que puede incluso imponer el autosacrificio.
Los hombres pueden andar con mujeres de la vida alegre y no obstante insistir en su propia corrección; y las mujeres pueden escaparse con auténticos diablos y sostener sin embargo que son esposas fieles. Nos tenemos que resignar al hecho de que el mundo es muy serio y, al mismo tiempo, muy ridículo.
Amor y religión
El amor tiene más de una cosa en común con la convicción religiosa. Exige una actitud incondicional; espera una total entrega. Así como sólo el creyente que se entrega por completo a su dios llega a ser partícipe de la gracia divina, el amor sólo desvela sus más altos secretos y maravillas a quien es capaz de la entrega y la fidelidad incondicional del sentimiento.
Nuestra soñante no es una personalidad religiosa, sino que es “moderna”. Ha olvidado que existen instantes en los cuales los dioses se entrometen, o más bien situaciones que desde los tiempos más remotos se encuentran constituidas de tal manera que calan en lo más hondo. A este tipo de situación pertenece por ejemplo, el amor, su pasión y peligro.
El matrimonio
Ni siquiera el mejor matrimonio puede borrar por completo las diferencias individuales, de manera tal que el estado de los cónyuges fuese absolutamente idéntico. Por lo general, uno se sentirá más cómodo en el matrimonio antes que el otro.
[…] Más que nunca ama el hombre su comodidad, pues vivimos en la era de la neurastenia, de la impotencia y del “butacón”. No le quedan ya energías para escalar balcones y batirse en duelo. Si ha de haber algo en la línea del adulterio, tiene que ser fácil.
A este respecto, el matrimonio gozaría de mayor seguridad que nunca. Pero en realidad comienza a ser discutido. Es un mal síntoma que los médicos empiecen a escribir libros con consejos para conseguir un matrimonio “perfecto”.
Carl Gustav Jung. Sobre el amor, Madrid: Trotta, Mínima Trotta, 2011.